Lo que la gente honrada necesita para mejorar su vida es paz y trabajo seguros. En el Ecuador, lastimosamente, la mayoría no tiene lo uno ni lo otro. Los políticos –y la delincuencia- encuentran en esta falencia el caldo de cultivo para sus acciones que les dejan calculados réditos.
Esta debilidad contrasta con la tendencia al ocio generada en la cúpula estatal para desviar la atención fundamental con vacaciones inútiles, sin valor cívico, patriotismo ni beneficios colectivos.
El tiempo y los recursos perdidos son irrecuperables: al terminar este año, vale advertir, por ejemplo, que noviembre empezó con cuatro días de feriado improductivo para la mayoría de ecuatorianos, excepto para los empresarios turísticos. Vienen luego las fiestas de Quito –que paralizan el país-, el mundial de fútbol y la temporada de fin de año y del año nuevo, que empezará con campaña electoral.
Hay situaciones inevitables y necesarias, pero vale revisar la proliferación de “puentes vacacionales” que nada dicen de las razones históricas o cívicas correspondientes a fechas memorables que se desvaloran y olvidan. Este proceder interrumpe las labores cotidianas, con pérdida de tiempo y recursos, lo que es imperdonable en un país que necesita, con urgencia, a través del trabajo y la producción, mejorar sus condiciones de vida venida a menos.