Una desolación espantosa cubre las calles de Paute, mientras sus habitantes refugiados en las lomas espían con ansiedad el valle, esperando el paso de la corriente desbordada de la presa La Josefina.
Los pobladores de los sitios ubicados en los límites de la inundación -Challuabamba en Cuenca, Zhullín en Azogues-, empezaron a respirar con alivio con las primeras noticias sobre el inicio del desfogue, pero los de Paute, en cambio, sintieron subir la intensidad del nerviosismo.
Para los unos la evacuación de las aguas es el comienzo de la salvación, mientras para los otros, podría ser el anuncio de la catástrofe. Aguas arriba está la recuperación de bienes, aguas abajo la inminente destrucción.
Decenas de comunicadores de prensa, radio y televisión amanecieron en las montañas que rodean el embalse, armados de cámaras, micrófonos y binoculares, listos para difundir la noticia más esperada: el desagüe del embalse al lecho primitivo del río.
En los campamentos de refugiados, la gente generalmente se levanta temprano, pero ayer todo el mundo madrugó para conocer las primeras noticias del día que se convirtió en el más esperado de sus vidas. El destino de un pueblo se jugaba en las horas subsiguientes y la expectación, el nerviosismo y la angustia se reflejaban en los semblantes de la gente de esos improvisados núcleos comunitarios.
Con una inclemencia lindante en la crueldad, la naturaleza parecería probar hasta lo último la paciencia de los pauteños y de todos los afectados por el derrumbe y la inundación: el agua recorría por el canal de desfogue, pero un deslave lo obstruyó otra vez. Luego, cuando se concluía la limpieza, un inmenso tractor D8 que riesgosamente trabajó en el sitio, sufrió una avería.
La máquina fue arreglada por la noche con repuestos facilitados por la fábrica de cementos Guapán y ayer a las 7h00 entró en funcionamiento para emprender la retirada desde el sitio donde no solamente estaba en peligro, sino podía obstaculizar para que las aguas continuaran su avance hacia el desfogadero.
Hacia las 9h00 las minúsculas filtraciones absorbidas por el suelo empezaron a convertirse en hilillos de agua corriente y minuto a minuto, el caudal era cada vez mayor. Primero fueron pocos litros, luego decenas y después de las 15h00 más de mil los que se escurrían hacia el lecho natural del río.
El gradual incremento del caudal anuncia la proximidad del gran desbordamiento, previsto para este día. La víspera, en todo caso, fue oportunidad para probar una vez más la solidez de la estructura de la presa formada por el derrumbamiento. La demorada erosión del lecho del canal excavado en lo alto, hizo presumir en primera instancia que los técnicos que hicieron las predicciones fallaron en los cálculos, pues la evacuación del agua debía comenzar en forma más intensa.
Según los expertos lo más crítico del desfogue se producirá entre las 25 a las 30 horas del comienzo de la escorrentía.
La gente, por ello, tampoco fue anoche tranquila a descansar y espera que este domingo sea el día definitivo para poner término a la incertidumbre y temor inevitables.
Los técnicos nacionales y extranjeros hicieron cuanto estuvo a su alcance para disminuir los riesgos de la catástrofe, pero los hechos demuestran lo poco que pueden hacer los hombres frente a la furia de la naturaleza.
Decenas de vidas humanas perdidas, cientos de casas sepultadas por el derrumbe o inundadas, puentes sumergidos, empresas, fábricas y tierras de cultivo desaparecidas, reseñan parcialmente la magnitud de la tragedia.
El equipo de técnicos que decidió excavar el canal sobre la presa para desfogar las aguas, mantiene el convencimiento de que esa fue la solución apropiada y posible. Quedan, sin embargo, dudas sobre si convenía esperar que el lento pero ininterrumpido avance de la inundación causara tanto daño.
Hay quienes opinan que cuando recién se produjo el deslizamiento y los volúmenes de agua represada todavía eran menores, se debió destruir el dique para que no prosperara la inundación.
El desconcierto creado por la variedad de cifras suministradas en torno a la altura del agua, su volumen y la prolongación del tiempo del desbordamiento -que oficialmente se dijo sería en la cota de 2.353 metros-, ha puesto a prueba la intervención de los técnicos en un fenómeno en el que el principal protagonista es la naturaleza.
Abril 25 de 1993