Si bien no se debe quitar valor al trabajo de un diseñador de videos, tampoco se puede negar que es desconcertante la sumersión del público en un estado de éxtasis frente a imágenes provenientes de una pantalla. Aunque la experiencia sea emocionante, las imágenes distan enormemente del trabajo de un pintor

Como respuesta a la realidad actual de la tecnología digital, se han abierto en los últimos años varias exhibiciones de arte denominadas como ‘inmersivas’. Este tipo de exhibición combina la proyección de video a gran escala con sonido para dar como resultado una experiencia en la que el visitante siente estar ‘dentro’ de las obras pictóricas del artista tema de la experiencia. Tal es la propuesta que le hace el museo Dalí (en Saint Petersburg, Florida) al público en un domo con una experiencia inmersiva que representa la vida y obras del famoso pintor surrealista, alternando eventos importantes (como la relación con Gala) con elementos clave de las pinturas (como la rosa representando el deseo romántico).

Además de esa experiencia inmersiva en el domo, el visitante puede acceder a una sala donde utilizará un casco de realidad virtual para interactuar con aspectos de “La Persistencia de la Memoria” y “Los Elefantes”. Sin embargo, lo interesante de la propuesta del museo radica en el hecho de que quien quiera visitar tanto el domo como la exhibición de realidad virtual, debe obligatoriamente comprar la entrada al museo. De esta manera, la administración del museo se asegura de que la obra de Dalí sea conocida por lo que es, a la vez que ofrece un atractivo digital al que no se puede acceder sin haber pasado por las galerías primero.

La idea detrás de esta estrategia va pues más allá de mantener al museo en buen estado financiero, sino que radica en la esencia misma de lo que un museo pretende: mantener viva en la memoria la obra del artista pero hacerlo mostrándola tal cual fue producida. Podría creerse que los visitantes menos ávidos de las galerías con las obras pictóricas son los grupos de gente joven, pues tal población se asocia con la obsesión digital del mundo contemporáneo, pero en realidad hay gente de todas las edades que compra la entrada para pasar lo más rápido posible por las galerías para luego dirigirse a la sala de realidad virtual y al domo. Esto es un síntoma de esa avidez de consumo inmediato y sin fondo que afecta a la población mundial, según los expertos en psicología, sociología, y otras ciencias sociales enfocadas en estudiar el comportamiento humano frente a la predominancia de los dispositivos digitales.

La más famosa de estas exhibiciones inmersivas es la de Van Gogh, que ha visitado ya varios países del mundo desde que fue lanzada en el 2017 bajo la autoría de Stefano Fake; dicha exhibición ha sido reproducida desde entonces por varias compañías de video dado que su potencial para generar lucro es irrefutable.

Como era de esperarse, los expertos han criticado duramente el uso del arte para fines comerciales, a más de la distorsión que sufren las obras pictóricas como tal al ser retocadas para video y, peor aún, cuando hay compañías que inclusive se han dado a hacer representaciones vulgares de las escenas de las pinturas. Un canal de noticias de televisión de hecho entrevistaba a los visitantes que hacían cola en una ciudad cuyo nombre prefiero guardarme; la entrevista consistía en averiguar qué saben los visitantes de Van Gogh y las respuestas eran risibles: ‘es un pintor francés/ es un artista estadounidense’. Al preguntárseles sobre ciertas obras como el Autorretrato en el que el atormentado artista aparece con la oreja vendada, los visitantes respondían que había sufrido un accidente en el que se golpeó la cara o que sufría de paperas. Todo esto para demostrar el poco o nulo conocimiento de un público ávido por experimentar mas no conocer.

No debe sorprender entonces que la iniciativa del Museo Dalí en Florida haya sido no solamente la de adaptarse de alguna manera a la demanda del público contemporáneo, sino de preservar igualmente el valor real del trabajo que un artista invierte al tomar un pincel y plasmar sobre un lienzo. Queda la curiosidad por la pregunta: cuántos creerán hoy en día que ya conocen la obra de Van Gogh luego de haber estado en una exhibición inmersiva. Si bien no se debe quitar valor al trabajo de un diseñador de videos, tampoco se puede negar que es desconcertante la sumersión del público en un estado de éxtasis frente a imágenes provenientes de una pantalla. Aunque la experiencia sea emocionante, las imágenes distan enormemente del trabajo de un pintor emblemático en la historia del arte.

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