Gualaceo, cantón del Azuay en donde el tiempo y la modernidad no han quebrado la sonrisa espontánea de sus bellas mujeres y el saludo fraterno del hombre en la calle.

Gualaceo, algo más que telares, tejidos y orfebrería. Más que el arte culinario que guarda las recetas de la abuela y que recorre el universo enseñando una imagen purísima y cristalina del país ecuatorial.

Gualaceo continuará siendo el paisaje de siempre, la eterna lisonja del Azuay.

Gualaceo, el primer cantón del Azuay, ha sido y continuará siendo la expresión del paisaje en nuestra región. Sus condiciones físicas, la bondad y las cualidades de su clima, la producción agrícola y frutal, su artesanía inigualable, la naturaleza de sus pueblos circunvecinos, la idiosincrasia de sus habitantes y una suma mayor de sus atributos con los que le dota la Creación, han hecho siempre de este hermoso cantón azuayo uno de los mejores del territorio nacional, a donde acude la gente para solaz de sus afanes viajeros, si viene de lugares alejados o acude de paseo desde las ciudades cercanas.

Gualaceo, ciudad patrimonio cultural del Ecuador, de casas solariegas, con campos de quebrada geografía, donde viven y tejen decenas de comunidades, es también ciudad de pájaros. Una antigua leyenda cuenta que “donde hay golondrinas y donde estas eligen su parque de recreo y vuelo, no existe el mal”. Y Gualaceo es uno de esos lugares. Toda su geografía es un gran vuelo de pájaros y golondrinas que atraviesan por entre los hombres, se elevan y hacen nido en sus iglesias, bajan a sus parques cada día y se remontan a las laderas donde danzan cada atardecer.

En su contorno está un manojo de pueblos con nombres de tierra: Gúlag, Jadán, Zhidmad. Es un valle. Por estos paisajes cruzan regándolo ríos como el Santa Bárbara, el San Francisco de aguas límpidas, el Shío, el Guaymincay, con aires de río vacacional, el Gúlag, el propio Jadán. Todo lo cual contribuye a su fertilidad y a la abundancia de sus frutos, a la variedad de sus productos.

En efecto. Se ve eso y mucho más en un lugar privilegiado, con sauces llorones, capulíes y duraznos, humedad de bosque y ruido de viento y ramas quebradas, para una paz que sólo puede ser delicia de un turista que sabe de verdad qué es y qué vale la naturaleza cuando no ha sido depredada, donde el olor de la tierra no se ha perdido. Es una historia larga de contar y que seguirá contándose en la memoria colectiva.

Pueblo de ancestros, antiguo pueblo. Su nombre antiquísimo herencia chibcha, quiere decir guacamaya ... Para hablar de su paisaje hay que detenerse en parte, en las palabras de los Cronistas castellanos, que vieron en el valle gualaceño, una región de la bética: todo está hecho como para el deleite, el agua de sus ríos, los campos de labranza, los huertos, los riachuelos, los cañadulzales, sus caseríos, la flor del durazno, en fin, la mayor expresión de la Creación. Gualaceo, la tierra nativa, la nuestra, es un encanto de ciudad y paisaje.

“Gualaceo -dijo Remigio Crespo Toral- es la villa del interior más pintoresca, un oasis de los Andes ecuatorianos, una graciosa sonrisa de la Naturaleza en los intrincados repliegues de la cordillera”. Es -dijo en el siglo XVIII Joaquín de Merizalde- que “Gualaceo es más lisonjero que todos para la vida humana”. Y, la proverbial belleza de su geografía es ensalzada por un verso popular: “Gualaceo es un manojo / de flores que Dios lo hizo / añorando los jardines / del que fue su paraíso / y también por su himno popular que dice “Gualaceña flor del alma, flor del durazno mi amor / En tus ojos el paisaje y en tu río la canción ...”.

Gualaceo muestra una arquitectura sencilla y particular que se guarda aún, en forma predominante, y que apenas ha sido alterada, exhibe una gama infinita de balcones, canecillos, ventanas, puertas, dignas de estudiarse de uno en uno; el corazón urbano de Gualaceo ratifica lo expuesto en estas líneas. Gualaceo es un monumento nacional, como es en España Santillana del Mar o como es en Colombia Villa de Leiva.

Gualaceo, la campiña y jardín, cuna de ilustres jurisconsultos, médicos, militares, escritores y poetas, sacerdotes, músicos y artistas visuales que trascienden y figuran por méritos propios.

Gualaceo, también conocido como Jardín Azuayo, tiene como eje fundamental el turismo y dispone de los recursos naturales, técnicos y humanos para que se consolide esta moderna industria de la hospitalidad; dotado de instalaciones, sitios de exhibición, ventas y una cadena de restaurantes de primera calidad. Y, es que Gualaceo tiene condiciones para ello. En sus alrededores se combinan diversas posibilidades de distracción, pero todos coinciden en ofrecer entretenimientos que canalicen lo mejor del espíritu y cuerpo de los hombres que buscan la salud y la belleza, sin cosméticos ni artificios.

 

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