Edificio del colegio Benigno Malo, en la avenida Solano, un bien patrimonial de Cuenca
El 30 de enero de 1864 se inauguró el primer colegio público de Cuenca, llamado San Gregorio. En 1870, regentado por los jesuitas, se cambió a San Luis, hasta 1910, cuando tomó definitivamente el nombre de Benigno Malo
n estos días el colegio festeja 160 años de su fundación. En los antecedentes de su creación hubo impugnaciones regionalistas y políticas, superadas con acuciosas gestiones de legisladores cuencanos. En 1858 el diputado Vicente Palacios consiguió fundar un plantel nacional para Cuenca, pero no funcionó; en 1863 Juan Bautista Vázquez, presidente de la Cámara de Diputados, retomó el tema, y el colegio se inauguró el 30 de enero de 1864 como San Gregorio. En 1870 los jesuitas lo bautizaron San Luis y desde 1910 es Benigno Malo, el famoso Benigno, más antiguo que la Universidad de Cuenca.
Hay en Cuenca decenas de colegios secundarios fiscales y privados, también religiosos, pero el Benigno es único por el renombre del laicismo y rebeldía juvenil propios de su identidad. Notables poetas, políticos, hombres públicos, legisladores, religiosos, educadores, salieron de sus aulas.
La conmemoración de estos días induce a evocar al colegio inconfundible en el blanco y negro del uniforme de gala de sus alumnos, acaso escogido para acoplarse al paradójico nombre del patrono, -Benigno Malo-, diplomático, legislador, pionero industrial y primer rector de la Universidad de Cuenca, contemporáneo de su tiempo y del presente.
Una tradición pedagógica del Benigno ha sido formar personas libres y rebeldes, para proclamar y defender la justicia y la democracia, muchas veces en las calles, pues sus alumnos –épocas pasadas- salían a protestar cuando la gestión oficial lesionaba los derechos públicos o pretendía callar las denuncias sociales. También salían a denunciar la indolencia o ineptitud de sus propias autoridades.
En el centenario del plantel, hace sesenta años, el ex alumno Hugo Ordóñez Espinosa, maestro universitario, periodista y hombre público, exponía a los alumnos un discurso de espíritu benignista: “He dejado al último la mención a vuestro primer deber –sin el cual no podríais cumplir bien ninguno de los otros, y que es el deber de la rebeldía: rebeldía contra la ignorancia, la opresión y la injusticia. Rebeldía contra toda clase de mezquindad. Oídme bien: digo rebeldía, que es virtud juvenil y virtud creadora, y no digo irrespeto a lo que debe ser respetado, ni digo insolencia, ni descaro, ni desvergüenza, que, lejos de ser virtudes, son extravíos a través de los cuales la auténtica rebeldía se malogra. Rebeldes para el servicio a la patria, la justicia y la libertad, eso es lo que estáis obligados a ser vosotros, jóvenes estudiantes. De otra manera –como lo dijo Marañón- seríais indignos de vuestra partida de bautismo”.
También entonces, Efraín Jara Idrovo, maestro benignista, aludía a la actualidad del patrono del plantel y clamaba no aferrarse al pasado: “Menos solemnidad y más dinamia, menos discursos y más planteamientos positivos, menos efusiones líricas y más obras, menos recuerdos y más innovaciones. ¡Chócala, Benigno Malo, ahí le damos! ¡Abajo la rutina!. Ni esta ciudad, a la cual amamos profundamente, como la amaste tú, es Atenas, ni nosotros somos atenienses sino simples cuencanos un tanto holgazanes que, frente a las responsabilidades planteadas por el mundo contemporáneo, confiamos en superar el letargo y nos afanamos por ocupar el puesto que nos compete en la vida nacional. Más que interesarnos por el pasado, nos acucia la urgencia del presente, en el que casi todo está por hacerse: arte y ciencia; explotación agrícola, minera e industrial, sistemas políticos, sociales y jurídicos consonantes con los tiempos en que vivimos. No hay grandeza mas excelsa que la del presente, del cual somos arquitectos y beneficiarios. Un pasado es importante en la medida en que es pasado de un presente magnífico. Benigno Malo, tú, hombre joven y contemporáneo nuestro, ayúdanos en esta batalla contra los predicadores del pasado. Tú, maestro como nosotros, presta tu contingente para enseñar a la juventud de hoy a no envejecer prematuramente. Que construya su realdad con los materiales que brinda esta época auroral y maravillosa en la que les ha cabido la suerte de vivir. Y que la amen apasionadamente, pues constituye su paso histórico, su época, egregia o modesta –todavía no lo sabemos- pero suya, distinta de la de los hombres de ayer y de la de las generaciones del futuro…” La voz y el pensamiento de Efraín Jara no han pedido actualidad.
El Libro de Oro del centenario–de allí son las citas de hace sesenta años- tiene material histórico y vaticinador del papel de la juventud en su destino y el destino nacional. Sus textos de maestros y líderes culturales de entonces, podrían inducir a reflexión a los jóvenes hoy, sobre la necesidad de conocer el pasado para no repetirlo, y para no cegarse en fulgores que ocultan las bases de la realidad presente o truecan en indiferencia la antigua rebeldía.
Las dos primeras mujeres bachilleres del Benigno son de 1938 y desde entonces, esporádicamente, aparecen otras hasta 1955, cuando se gradúa Isabel Moscoso Dávila, para una ausencia femenina hasta 1984, desde cuando se incrementa y en la actualidad de 1.400 estudiantes, 60% son mujeres. En el pregón por los 160 años del colegio, en mayo, fue aplaudida en el desfile la doctora Flor María Salazar, de 91 años, benignista de los 40 del siglo pasado, mujer admirable que ejerció la docencia, profesional farmacéutica y hace dos décadas concejala de Cuenca.
Los estudiantes del Benigno Malo y las promociones de años pasados se tomaron la ciudad de Cuenca, con el desfile por los 160 años de fundación del colegio, el 8 de junio.
UNA AUDAZ AVENTURA PERIODÍSTICA
En 1967 se graduó la promoción más numerosa de bachilleres del Benigno hasta entonces: más de 120 alumnos en las especialidades de Ciencias Sociales, Biológicas y Matemáticas. La de Sociales se propuso hacer un periódico, con el nombre Los Que se Van, alusión remota al grupo literario que en los años 30 alcanzó revuelo en la literatura nacional. Pero, sobre todo, simbolizaba el adiós de los jóvenes que hacían fila para ir por diversos rumbos de la continuidad educativa o de la vida. Los 14 alumnos de la especialidad formaron un Cuerpo de Redacción y decidieron que Rolando Tello Espinoza, promotor de la iniciativa, fuera su Director.
Jóvenes por graduarse de otros planteles secundarios escribieron para el medio y también maestros del colegio anfitrión. Tras dos meses de dedicado trabajo circuló el periódico de 16 páginas, tabloide, impreso en el taller del colegio, de equipos tan modernos como los que sirvieron en 1828 a Fray Vicente Solano para inaugurar el periodismo cuencano con El Eco del Azuay.
Portada del periódico editado en 1967 por los bachilleres de Sociales, para despedirse del colegio secundario.
La página editorial del periódico en el que escribieron alumnos y profesores del Benigno y de otros colegios de Cuenca.
El Editorial dice del afecto al colegio que se deja y la gratitud a los maestros. Un párrafo apunta: “LOS QUE SE VAN: cuatro palabras; más aún, cuatro lacónicos monosílabos. Sin embargo, cuál decidora es una frase cuando está preñada de un simbolismo doblemente significativo. Bajo este titular queremos consignar –ojalá nos permitáis, compañeros lectores-, toda la abundancia de proyectos, la extensión inmensa de los horizontes que se vislumbran al culminar una jornada de seis años. Y a la par que esta intención, queremos también aportar a la tradición cultural de nuestro colegio, el inicio de un periódico estudiantil en el que se puedan retrotraer a la memoria los espectaculares recuerdos de toda la vida estudiantil. Es un periódico ubicado en el tiempo crucial entre el fin de una etapa y la proyección futura de otra posterior”.
Jóvenes cuyos artículos aparecen en Los que se van son Gladys Moscoso del colegio Garaicoa; Mercedes Regalado, del Rosa de Jesús Cordero; Tito Astudillo, del Manuel J. Calle; Dálida Astudillo, del María Auxiliadora; Lucía Lloré, de los Sagrados Corazones; Esthela Ortiz y Elsa Martínez, del Herlinda Toral; del Benigno escriben Lauro Vásconez, Luis Coronel (poesía), Elicio Tello (minicuentos), Rubén Vélez y Esteban Tamariz rinden homenaje al profesor fallecido Hernán Cordero Crespo, con sus discursos en la capilla ardiente el 20 de mayo de 1967; Pablo Crespo escribe sobre el existencialismo. No falta la sección de humor, de Rubén Vélez, con el seudónimo Rasputín, amenas digresiones sobre la juventud cuencana de entonces.
Docentes benignistas que publican en el periódico son Efraín Jara Idrovo, Vicente Salgado, César Iñigues Torres. Dora Beatriz Canelos tiene un artículo deportivo, pues entonces presidía la Federación Deportiva Estudiantil del Azuay.
Al parecer un segundo número habría sucedido años después al experimento periodístico de 1967, pero la primera aventura no pasó de eso, una audaz y fugaz aventura juvenil. (RTE)