Por: Rolando Tello Espinoza
Gonzalo Córdova Rivera (1863-1928), cuencano, asumió la presidencia del Ecuador el 1 de septiembre de 1924 y permaneció diez meses en el cargo. |
Poco conocido en Cuenca, su tierra, es personaje interesante, casi novelesco. El 1 de septiembre de 1924 asumió la presidencia del Ecuador. Por una crisis de su salud y complicaciones políticas y económicas fue derrocado en julio de 1925. Vale recuperar su memoria, cien años después
Nació el 15 de julio de 1863, hijo de Joaquín Fernández de Córdova y Cobos y de María Teresa de Rivera y Cortázar. Él abrevió tantos nombres y apellidos en Gonzalo S. Córdova, desde que un compañero de igual apellido alardeó de auténtico Fernández de Córdova, y él respondió: “Soy Fernández de Córdova, pero no necesito serlo”.
Tras cursar primeros estudios en Cuenca – discípulo preferido de Federico González Suárez- estudió en la Universidad Central de Quito, se graduó de doctor en Jurisprudencia y se dedicó a la vida pública, admirador de Eloy Alfaro y de la Revolución Liberal de 1895.
En 1888 casó con Victoria Monsalve, con quien tuvo cinco hijos y enviudó. En 1904, ministro de gobierno de Leonidas Plaza, se opuso al retorno de los frailes capuchinos expulsados a Colombia por actos conspirativos. Ante la protesta de las beatas, los conservadores y el clero, él promovió la Ley de Cultos, para revertir a bienes públicos propiedades religiosas, y recibió excomuniones.
El 24 de mayo de 1906 contrajo segundas nupcias, con Elena Moscoso Borrero, de 17 años, y tuvo seis hijos más. Córdova pertenecía a una logia masónica y su matrimonio civil, oficiado por el jefe político Ramón Calisto, en el concejo municipal capitalino, sería el primero con la Ley de Matrimonio Civil. Luego, la pareja fue a la catedral, ante ojos curiosos, en el día conmemorativo de la Batalla del Pichincha. Los casó el cura del Sagrario, de apellidos Jijón Bello, por orden del Nuncio, pues se negó a oficiarlo el obispo González Suárez, amigo del novio, por no pedir que le levantaran las excomuniones. Y habría otra curiosidad matrimonial: los recién casados iban de luna de miel a una hacienda del Valle de los Chillos y un traspié del caballo echó al suelo a la joven que, asustada y contusa, volvió a treparse a la montura.
En el partido liberal hubo disidencias entre alfaristas y placistas y Córdova intentó unificarlos, discrepando a veces con Alfaro, padrino de bautizo de su hijo Carlos Emilio Córdova Monsalve. En 1906 se alió a una sublevación del partido conservador liderada por el coronel Antonio Vega Muñoz contra Eloy Alfaro, para lo cual ofreció ayudas y prestó su hacienda de Ayancay, como base del operativo. El movimiento fracasó, pues el general Ulpiano Páez, leal a Alfaro, tomó la hacienda y fueron capturados Vega Muñoz y sus complotados. Cuando Vega llegaba detenido a Cuenca el 10 de diciembre, un tiro explotó en su cabeza y se duda si fue suicidio o asesinato.
Las calles Gonzalo Córdova y Luis Cordero convergen en una esquina del centro histórico de Cuenca. Llevan los nombres de dos expresidentes oriundos de esta ciudad, que no terminaron su mandato. |
Córdova mantuvo su posición liberal y varias veces fue ministro del interior, de asuntos exteriores y plenipotenciario en Venezuela y en 1914 en Estados Unidos, con delegados de América, por temas de la primera guerra mundial. Destacó por sus dotes oratorias en la legislatura, su formación académica y conocimiento de la realidad nacional. En 1920, candidato liberal a la presidencia, perdió con José Luis Tamayo, que tuvo 126.945 votos, frente a 722 que alcanzó él.
En 1924 repitió la candidatura –apoyado por el gobierno de Tamayo- y tuvo un gran triunfo en las urnas: 173.773 votos (93,2%), frente a Juan Manuel Lasso Ascázubi, con 9.175 (4,9%) y Federico Intriago, con 3.454 (1,8%). El Ecuador tenía 1´669.705 habitantes y el padrón electoral 186.538 votantes.
Asumió la presidencia en un ceremonia fastuosa, pero enfrentó problemas desde los primeros días, cuando se objetó el resultado electoral y una revuelta conservadora liderada por Jacinto Jijón intentó derrocarlo, pero fracasó, en la hacienda Yambi, con pérdidas humanas.
Entonces estaba fresca la represión del gobierno liberal de Tamayo a los primeros brotes de organizaciones laborales y campesinas. El 15 de noviembre de 1922, alrededor de 15 mil obreros protestaron en Guayaquil por sus miserables condiciones de vida. La fuerza pública disparó a la multitud y murieron alrededor de 1.500 trabajadores; en la sierra, campesinos que reclamaron tierras y mejoras salariales recibieron brutal represión en la hacienda Leyto, Tungurahua, donde el 13 de septiembre de 1923 unos 150 labriegos fueron asesinados.
Otras adversidades se sumaron contra su gobierno, como un riguroso invierno que en 1925 afectó al sector agrícola del país; en Chanchán un derrumbe destruyó siete kilómetros de la red ferroviaria hacia la costa. La prensa hizo dura oposición al gobierno y en respuesta hubo censura e irrespeto a la libertad de expresión.
Una dura crisis económica causó la devaluación monetaria y la presión de la banca en las decisiones gubernamentales. El Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, fundado en 1895, tuvo peso decisivo en los gobiernos y quiso mantenerlo con Córdova, víctima de deudas acumuladas. A la oposición conservadora se sumó el ala socializante del liberalismo, liderada por Napoleón Dillon, empresario de la industria textil La Internacional.
En lo internacional, recayó en su gobierno un episodio de 1922, cuando los plenipotenciarios de Colombia, Perú y Brasil habían firmado en secreto el tratado Salomón-Lozano, entregando al Perú territorio que cedió Ecuador a Colombia en 1915, lesionando los intereses nacionales. Este hecho, ajeno al gobierno de Córdova, se sumó a la ola adversa que le acometía.
A cinco meses de su administración, una dolencia coronaria afectó su salud y por prescripción médica fue a Guayaquil, encargando el poder a Alberto Guerrero Martínez, presidente del senado. Terco de carácter, Córdova desestimó las insinuaciones de renuncia. “Renunciaré –dijo - cuando mis médicos me digan que estoy verdaderamente enfermo, cuando me digan que es una enfermedad crónica, que tengo lo que se llama imposibilidad física. Si esto llegan a decirme mis médicos, no sería tan disparatado para continuar en la presidencia”.
Pero en mayo de 1925 una liga de militares jóvenes inspirada en la revolución rusa de 1917 y el nacionalismo de Mussolini en Italia, decidió encarar la crisis nacional. Entonces Córdova fue a Quito a poner pecho a la conspiración que venía “con el mayor sigilo y el general descontento”.
El 9 de julio oficiales de Guayaquil, al mando del mayor Ildefonso Mendoza Vera, apresaron a las autoridades civiles y formaron una Junta Militar, sin derramar una gota de sangre ni la resistencia de militares de alto rango. El movimiento coordinó en Quito Francisco Gómez de la Torre, único general de la conspiración.
Esa noche, el presidente tenía un consejo de ministros cuando el capitán Carlos Guerrero llegó a notificarle que cesaba en sus funciones. “Esto es una traición”, gritó Córdova, y el ministro de Guerra, Leonardo Sotomayor, sacó una pistola, que debió guardarla, cuando el militar le dijo que era inútil esa arma, “pues abajo hay una fuerte escolta que al oír el primer tiro procederá a hacer de usted la primera víctima”.
El presidente y los miembros de gabinete quedaron custodiados en la casa presidencial hasta perfeccionar la formación del gobierno militar surgido de lo que se llamó Revolución Juliana. El general Leonidas Plaza y Francisco Urbina Jado, gerente del Banco Comercial y Agrícola, fueron desterrados. Urbina moriría en Chile en 1926.
Al otro día de cesar al gobierno jefes de las unidades del ejército, presididos por el mayor Juan Ignacio Pareja, organizaron una Junta Suprema Militar para cuya presidencia se eligió al teniente coronel Luis Telmo Paz y Miño. Esta Junta entregó el gobierno a una Junta Provisional que el 13 de julio se amplió a siete miembros, cada uno encargado de un ministerio, mientras la presidencia se turnaban cada semana. El 24 de agosto de 1925 el ex presidente Gonzalo S. Córdova al partir de Guayaquil al destierro en Chile, expresó: “Pido que con el mismo rigor que se ha usado conmigo, se castigue a esa cáfila de bandidos que han robado a la Nación a la sombra de mi nombre”.
El presidente Córdova (izquierda) en un pasillo del palacio de Carondelet. |
El 13 de abril de 1928, en Valparaíso, el mal coronario incurable le causó la muerte. Al otro día hubo un homenaje en la catedral de la ciudad chilena; el presidente Isidro Ayora decretó tres días de duelo y anunció que asumiría los gastos de repatriación de sus restos, pero no aceptó la esposa del personaje, que pidió no rendirle honras militares en el sepelio. Una multitud despidió en el cementerio quiteño al personaje cuencano.
Una aureola enigmática nubla su memoria. Una calle de Cuenca, nominada en 1820 San Carlos, en 1920 se la bautizó 5 de Junio, en homenaje a la Revolución Liberal; en 1962 se la cambió a Gonzalo S. Córdova, liberal por excelencia y, en los años 70 del siglo XX su nombre pasó a la calle José María Vázquez de Noboa, prócer independista, borrado sin explicación de la nomenclatura del centro urbano de Cuenca. A cien años de su posesión presidencial, un velo de histórico olvido cubre al personaje.
Después de la presidencia constitucional de Gonzalo S. Córdova el Ecuador ha alternado gobiernos plurales, gobernantes elegidos, interinos e inestabilidades hasta 1979, desde cuando vive el más largo período constitucional en la vida republicana iniciada en 1830. En este agosto son 45 años de democracia continua.
ALGO DE LA REVOLUCIÓN JULIANA
La Revolución Juliana, pese a sus fracasos, abrió un nuevo ciclo histórico en el Ecuador, aunque aún persistan problemas legislativos, ambigüedades jurídicas, conflictos sociales, corrupción moral, política y económica, en las funciones del Estado y sociedad del siglo XXI.
Alfredo Pareja Diezcanseco, en su “Historia de la República” (1974), reconoce el fracaso de la Revolución Juliana, pero también ideas que generaron cambios positivos. He aquí unos párrafos:
“De la revolución del 9 de julio emana la convicción de reorganizar técnicamente las finanzas del Estado y de orientar la economía nacional. Las importantes realizaciones que consiguió Isidro Ayora, todas, todas ellas son una consecuencia del 9 de julio. Ya sabéis que se estableció el Ministerio de Previsión Social: pues bien, desde entonces se dio atención a los conflictos de trabajo y se estudiaron leyes que más tarde se expedirían. La fundación del Banco Central del Ecuador, hecho también por Ayora, proviene sin duda de las teorías julianas.
Fue el 9 de julo el gran impulso para entrar en la vida contemporánea. En ese período se fundó el Partido Socialista Ecuatoriano, y la acción política pasó del plano de la recitación teórica retórica al del estudio de los problemas vivos y urgentes.
Si os interesa, contaremos que los antecedentes del Partido Socialista se hallan principalmente en estos hechos: 15 de Noviembre de 1922, organización de la Confederación Obrera del Guayas en Guayaquil, formación del Partido Social-Demócrata de Quito, el 20 de julio de 1925, y, por fin, la gran asamblea constituyente del Partido Socialista, que se inauguró en la Universidad Central el 13 de diciembre de 1925.
La inteligencia joven del país colocó su fe en el nuevo partido. El conservador y el liberal fueron tenidos como estáticos, incapaces de comprender la vida moderna y los vertiginosos cambios que traía un mundo en angustia. Estas fueron las esperanzas de 1925…”