por: Ángel Pacífico Guerra
La temporada es propicia también para reflexionar sobre la necesidad de ordenar temas fundamentales que afectan la rutina cotidiana y ocasionan molestias que entorpecen las actividades diaria o deslucen la fisonomía urbana
Cuenca celebra los cuatrocientos sesenta y siete años de su fundación española con festividades programadas por la Municipalidad e instituciones representativas del quehacer cultural, artesanal y artístico. Son días en los que desfiles y programaciones populares rompen la rutina de la vida diaria.
Pero es tiempo también que debería dar motivo a la reflexión sobre problemas básicos que aquejan a la tercera ciudad más poblada del Ecuador y patrimonio cultural de la Humanidad, por declaratoria de la UNESCO. Hay problemas básicos de los que depende el buen convivir, que desde años atrás se mantienen desatendidos.
La organización del movimiento vehicular de Cuenca es una necesidad impostergable. La empresa municipal responsable de la movilidad motorizada no está presente en la calles de la ciudad sino con fines sancionadores a los que han parqueado mal sus vehículos o contravienen alguna norma vigente. La ausencia de personal de la EMOV para regular la circulación es total. Hay constantes momentos en los que el entorpecimiento de la circulación paraliza la ciudad.
Son bonitos los desfiles por el centro histórico, las marcha de ostentación popular de las autoridades de la ciudad y la provincia, con cualquier motivo. Pero son actos que traban el movimiento y no hay agentes de tránsito para encontrar soluciones. No es justo, conveniente ni patriótico permitir semejantes atolladeros: estas molestias afectan a todas las actividades de la rutina diaria que dependen del transporte por las calles de la ciudad.
Otro tema que amerita abordarse es el uso y abuso de calles y barrios enteros convertidos en mercados públicos. Aceras llenas de productos de expendio de productos agrícolas y puestos improvisados de comidas al paso, están en la calle Vega Muñoz y en otras adyacentes próximas al mercado Nueve de Octubre. Y no sólo eso, pues hasta la amplia acera de la calle Sucre, al pie de la majestuosa Catedral que es símbolo patrimonial de la arquitectura cuencana, es cada vez más un vulgar mercado de baratijas de toda naturaleza.
La culpa no es de los dueños de las mercancías en oferta pública, sino de autoridades y dependencias públicas encargadas de velar por el orden y el ornato de la ciudad Patrimonio Cultual de la Humanidad. Aunque estos comentarios pueden incomodar a los priostes de las fiestas conmemorativas de la fundación de Cuenca, no es posible silenciarlos, precisamente, porque en fechas como éstas es cuándo más se incrementan estas arbitrariedades frente a las cuales hay actitud de exagerada tolerancia de quienes están llamados a evitarlas.
En todo caso, pese todo, bien por la gestión de las autoridades que se empeñan en promover actos de recordación histórica y de celebración cívica y popular con motivo de las fechas conmemorativas. El propósito de nuestro comentario es poner un punto de orden en casos en los que el orden, precisamente, es lo que menos se aprecia en importantes actividades y en la debida presentación de Cuenca y sus valores en todos los días del año y de la vida de la ciudad. ¡Viva Cuenca en sus 467 años de fundación española!