Las casas colgadas de la pendiente que llega al río Tomebamba, atractivo de singular belleza de la ciudad patrimonial.

La belleza de este espacio urbano se impone pese a la incuria en la preservación de varias edificaciones patrimoniales e impertinentes construcciones levantadas con la connivencia de la autoridad, cuando las lógicas del mercado no respetan el lugar

Soy engendro, gestado y nacido en El Barranco, de caprichosa topografía con olor a tierra mojada. Mi raíz del signo Acuario se nutre del Tomebamba, de su histórica creciente de la noche del 3 de abril de 1950, cuando apenas tenía 2 meses, del flujo del agua que es la transición entre sonido y silencio, entre despertar y dormir, y de la sangre verde que circula por el frágil cuerpecillo del colibrí, profesor de vuelo del canario y el gorrión, mis incondicionales aliados naturales.

 Fachada de una casa del barrio con un mural que evoca las panaderías de El Vado.

Y desde la rotundidad de mi interior lo invento como paraíso de mi infancia con imágenes oníricas para el desborde de la fantasía y la felicidad. Mis registros de impresiones merecen en esta orientación, siguiendo al filósofo Gaston Bachelard, que lo nombre como un lugar para la Topofilia. Es decir, de imágenes para el vínculo afectivo que aspira a determinar lo más profundo de la posesión y la imaginación que supera el mero espacio indiferente entregado a la medida y a la descripción del geómetra.

De antaño, de leyendas de duendes, gagones y aparecidos, la calavera de la Cruz y el cura sin cabeza. De gente sencilla, personajes populares y lavanderas. De años viejos con castillos, globos, palos encebados y juegos de ollas encantadas. De juegos de trompos, bolas, cahuitos y carros de madera.
De cantinas y tiendas de media cuadra. Con olor a pan recién salido del horno de mama Delicia. Desde 1954 el buen vecino Mercado 10 de Agosto ofrece, para el disfrute de los sentidos, pirámides de frutas y trincheras de verduras frescas.

Hoy, no podría descubrir El Barranco si antes no lo hubiera engendrado y concebido en algún lugar de mis entrañas como lo hemos descrito. Resbalaría ante mis ojos, no podría reconocerlo, no podría verlo, ni escribirlo, describirlo, si antes no lo hubiera in – ventado.

Ahora, desde la vecindad de El Ejido, y luego de varias décadas, quiero recordar, “volver a pasar por el corazón” El Barranco para capturar sus cualidades energéticas y mirar la verdadera y estética arquitectura que invita a relatar historias pasadas y el deseo de imaginar el porvenir. (*)

Y también para desdeñar la incuria en la preservación de varias edificaciones patrimoniales y la presencia de las impertinentes construcciones que se han levantado en los últimos años con la connivencia de la autoridad, en las que dominan lógicas del mercado sin un entendimiento sistémico y respeto por el lugar.

 El palo encebado y al fondo la Cruz del Vado, elementos característicos del barrio tradicional.

La Geografía reconocida como un campo de fuerzas, el Río como una línea enérgica y dilatada de la vida, y la arquitectura de casas colgantes que se encajan en la caprichosa topografía mirando al Ejido y a las montañas de Turi en lontananza, que hacen honor al lema de la Gestalt que “el todo es más que la suma de las partes”, con los primeros rayos de luz del alba, crean un duende-volumen blanquecino impresionista, jaspeado de manchas verdes y amarillas.

Se inicia de esta manera la presencia del accidente natural-humano de mayor densidad y espesor de la ciudad. Y en las distintas horas del día la brillante luz confina y define una vibrante y variante multitud de colores, sombras, volúmenes, siluetas, planos y texturas.

Ya por la tarde grises sacos de nubes se cuelan en el cielo como preámbulo de la pronta visita lúgubre del manto de la noche y súbitamente, de nuevo, se crea otro duende-volumen, pero esta vez, oscuro, hasta que su contextura desaparece.

Mientras tanto el primer lucero se ha instalado al oeste del cielo para anunciar la noche inmediata y guiar la procesión de luces artificiales tachonada por la arquitectura.

El alquímico rito iniciará el siguiente día ¿Hasta cuándo? La geografía con sus flujos ecológicos, el río de Heráclito y la luz ecuatorial siempre recrearán la vida, indefectiblemente, por lo demás, a la voluntad de sus designios….

 

 

(*) “Recordar” etimológicamente viene del latín “recordare”, formado de re (de nuevo) y cordis (corazón).Lo recordado, para los romanos, era aquello que se encontraba al volver a pasar conscientemente por el corazón, entendido no como el músculo físico, sino el centro del ser humano.

 

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