Carlos Vásconez, director de Cultura de la Municipalidad de Cuenca.

El Director Municipal de Cultura, Carlos Vázconez, habla del arte, la poesía, la música, la pintura y las expresiones culturales del pasado y del presente de la ciudad que celebra su independencia y el 1 de diciembre cumplirá 24 años como Patrimonio de la Humanidad. El entrevistado es autor proficuo de producción literaria representativa de los escritores cuencanos contemporáneos

¿Cuáles son hoy los indicadores culturales más destacados de Cuenca?

Cuenca se caracteriza por una actividad constante y de nivel superlativo en gestión y producción cultural. No nos hemos dormido en los laureles. A partir de la declaratoria como patrimonio Cultural de la Humanidad, nos hemos portado a la altura, dándole el relieve que merece y concienciándonos de esta realidad. Hoy somos más patrimoniales que nunca. Aquí encaja lo de los indicadores: Cuenca de por sí es un museo viviente, con especial énfasis en el Centro Histórico, cuyo encanto se riega por el resto del cantón. Se puede evidenciar por el turismo; Cuenca genera el principal turismo interno y externo del país. Quien no la conoce, quiere conocerla, y la frase de quien conoce este lugar a sus amistades y familiares es: “Deberían conocerla”. Pero conocer en sí solo se puede en un viaje con sentido cultural. No es lo mismo visitar un sitio para dormir y descansar la mente que ir a un lugar para excitarla, para desarrollarla, para revolucionarla, lo que acontece cuando la ciudad surte de encanto a quien la conoce o reconoce. Los visitantes –la mayoría– son gente que regresa.

El índice sobresale si cuantificamos la producción y gestión cultural. Los eventos y las manifestaciones culturales y artísticas se reproducen a granel. Contamos con músicos, poetas, pintores, artistas conceptuales, dramaturgos, cineastas, saltimbanquis, escritores, grabadores, muralistas y tantos más que producen bajo la consigna de la excelencia. Pero lo principal es el espectador, el veedor, el auditorio. Gente culta y abierta a recibir y dar; recibir las expresiones culturales del mundo y dar a la par su contingente, su creatividad y sentido de emprendimiento.

El mayor indicador es la actividad cultural. Los teatros están colmados, la producción audiovisual es constante y las solicitudes de respaldo a la Dirección de Cultura cunden todo el tiempo. Es inagotable cuánto produce el cuencano y su diversidad compagina con el espíritu que lo habita.

 La ciudad, un museo viviente entre paisajes de ensueño. 

¿Sus proyectos culturales, desde lo municipal?

Los proyectos son variados y múltiples. Un lugar como Cuenca demanda una energía que atraiga a su centro toda la amalgama de propuestas culturales. Esto nos obliga a ser ingeniosos y dialogantes con los requerimientos de la morlaquía.
Proyectos macro involucran a la administración actual. Esto, en consonancia con las 101 propuestas del Alcalde Cristian Zamora, pensadas por el pueblo y un desarrollo orgánico e integral. La cultura es transversal cuando no es de por sí el eje de desarrollo. Por ejemplo, el involucramiento de las ruralidad, que se potenciará incansablemente con investigaciones y documentalización de sus memorias ancestrales o sus inventivas modernas.

Esto se amplía cuando hablamos del catastro de sitios arqueológicos e históricos, algo que, si bien se ha esbozado antiguamente, no se lo ha hecho con una consciencia colectiva, para reproducir la historia de manera fidedigna, con un norte claro. La mayoría de lugares, dígase el Cerro Monjas, están en estado de desolación y deterioro constante, sobre todo por la expansión demográfica. Este catastro se realizará el año venidero.

Sin embargo, no puede existir ningún proyecto verdaderamente sólido sin una ley que lo ampare. Para esto, es consigna, tanto del Alcalde como de esta Dirección, pero aún más allá: de la Comisión encargada de producir las normas, que se establezca el Plan Cantonal de Cultura al 2035, con su correspondiente Ordenanza. Es un objetivo comunitario, no solo institucional, que servirá de base para todo lo que venga, sumado al hecho de que resulta inconcebible que Cuenca, lugar cultural que se precia de ser, carezca de un estatuto de estas características.

Sin apartarse de esto, es básico y elemental que se creen proyectos de difusión masiva, como una Campaña de Lectura valedera, una consolidación de los espacios municipales en las parroquias rurales, para lo cual contamos con ayuda de los diferentes GAD, que saben qué cosas faltan y cómo solventarlas; asimismo, el robustecimiento de la industria cultural a partir de Concursos de Fondos Públicos que apunten a varios costados; la repotenciación de nuestros artistas, dándoles espacios y promoviéndolos; no podemos olvidar la internacionalización de nuestros mayores valores, para que participen, con apoyo municipal, en distintos lados del mundo. Es hora de que despeguemos con todo el talento innato con el que contamos. Pero no solo enviar, sino también traer. Son varios los frentes a cubrir, y no podemos olvidar la renovación del Sistema de Bibliotecas y de la Red de Museos y Casas Patrimoniales, que urgen de una atención inmediata, sobre todo en cuanto a su modelo de gestión.

¿Qué refleja la tecnología o la inteligencia artificial en la cultura?

Toda nueva herramienta es en esencia un aporte a la humanidad. La Inteligencia Artificial no es ajena a ello. Su aporte puede apreciarse desde varias perspectivas, como la de una información veraz y segura casi de inmediato, lo que puede agilitar respuestas acuciantes. En cuanto a la cultural local, esta Inteligencia serviría para detectar parámetros no del todo sencillos de apreciar, como las tendencias musicales –para citar un ejemplo– de la sociedad y las necesidades que de estas tendencias se desprenderían; o acaso de inclinaciones lectoras y falencias en las enseñanzas o adquisiciones por la ciudadanía. En Cuenca se lee, pero no hay nada que nos dé una señal clara de cuál la tendencia y cuál la necesidad, las falencias a llenar.

La creatividad humana no será reemplazada por la artificial, porque hay algo que no puede transmitir una máquina: el sentimiento, la emoción, la pasión, el nervio, el vértigo, el deseo o el amor, esa cosa que nadie sabe qué es pero es lo que importa y que solo entre pares se comparte. La cultura es el summum de las emociones y pensamientos humanos. Una máquina no podría producir cultura sino solo replicarla o generarla para otra máquina. El detalle radica en no volvernos máquinas, y ese es otro tema, recurrente en el debate filosófico y literario, no tanto en las dinámicas culturales.

La Casa de la Cultura, la municipalidad, la academia: ¿duplicidad, competencia?

La gestión cultural, esté donde esté, es la manera de crear un nuevo mundo, aunque a veces sea idéntico. Es natural que variarán las cosas, dependiendo en gran medida de la óptica desde la que se las aprecien o desde el ángulo desde el cual se las mire. La Casa de la Cultura tiene una forma de existir que casi es de por sí rebelde y contradictoria, ya que acata los parámetros legales nacionales pero, mientras lo hace, está en búsqueda de lo que corrompa toda ley, incluso las naturales. La academia tiene un pulso que es de legar y no tanto de apoyar. La Municipalidad piensa concretamente en el pueblo, en la sociedad. La competencia es de todos, incuestionablemente, cada una dentro de su mirada y parecer. No considero que exista duplicidad, aunque quizá se crucen responsabilidades y efectos, positivos o negativos, que vendrían después.

La juventud: una visión cultural distinta del pasado reciente y más aún del no reciente: ¿nuevas esperanzas?

Toda juventud inspira esperanza, pero no siempre significa innovación. Así como vejez no implica de por sí experiencia o sabiduría. Eso sí, la mayoría de las veces sucede así, que la esperanza viene con lo nuevo y lo establecido y sabido, con lo añejo.

La juventud (y Cuenca es joven, se trata de un lugar universitario) nos ronda y propone novísimas formas de atravesar la vida, de compactar el tiempo y detenernos ante el asombro y la expectativa que generan las manifestaciones culturales. No considero que toda juventud se distancie tangencial o radicalmente de los cánones establecidos, por el simple hecho de que no todo lo antiguo está mal, y porque es necesario conocer lo anterior para podernos catapultar al porvenir. No existe otra esperanza que la de adivinar, vaticinar lo que se viene, y evitarlo con presteza cuando se trata de algo negativo o nocivo. Esa es la auténtica esperanza: ver hacia atrás con atención para que lo que nos toca al frente sea tratado con entusiasmo y cuidado a la vez.

Es simbólico que nuestro legado cultural repose en seres humanos con una categoría impresionante. Los cuencanos hemos hecho cosas magníficas; para muestra está nuestra poesía o nuestra cerámica. Dos manifestaciones que siguen reproduciéndose de manera continua y con el objetivo presto a que se manifiesten de formas raras, de maneras en que no estamos acostumbrados a contemplar. Eso es innovación, imaginación, creatividad. Mal estaría simplemente discutir con el pasado, y en Cuenca sabemos que eso es cerrarse a múltiples visiones humanas, lo que no nos lo permitiríamos, ni en cien vidas. La vida, por lo tanto la cultura, es un cúmulo de fusiones. Y esas mezclas no pueden sino darnos esperanza.

La cultura local tradicionalmente se asoció a lo literario ¿escasean hoy los poetas?

Es un debate que he venido llevando por años. En primer lugar, no escasean, abundan. Hay poetas por todo el cantón, cantamos por antonomasia. Tengo la dicha de conocer en primera persona a los poetas de la novísima generación. Hay voces contundentes que poseen una clase poética, diferente a las de antaño, con una solidez que las estatuye como voces de verdad y fuertes.

No sé si me inclinaría a resolver que definitivamente la cultura cuencana se asocia a la poesía, únicamente. Incluso en la literatura hay novelistas y cuentistas de jerarquía universal. Basta revisar un poco el recorrido de nuestras letras y también más allá. De lo que estoy seguro –y lo he mencionado incluso en mi ensayo sobre la poesía de cambio entre los siglos xx y xxi– es que gozamos de mucha salud poética.

¿Qué manifestaciones culturales identificadoras de Cuenca se aprecian en el siglo XXI?

Sobre todo, los festivales. Tenemos para todos los gustos en todos los géneros. Está el Festival de la Lira, la Bienal, Escenarios del Mundo, la Feria de Artesanías del CIDAP, el Encuentro sobre Literatura, festivales de música de toda laya… El listado es enorme. Y a cada rato surgen nuevas voces y proyectos que renuevan la escena artístico-cultural. Sin embargo, la principal está en la calle. La ciudad como museo no es concepto nuevo, pero en Cuenca se está afincando. La belleza intrínseca nos puede anonadar. Este enorme museo exalta nuestra imaginación y perspectiva.

¿Algún indicio o respuesta cultural a la delincuencia e inseguridad?

Cultura y más cultura. Las ciudades seguras son ciudades cultas. Por eso Cuenca es la más segura de la nación, por su cultura. Si esta sigue en pie de guerra, las cosas incultas tendrán que culturizarse para derrotarla. Entonces, perderán. La cultura enseña a reaccionar, a diferir y entender.

Puede sonar a lugar común, pero es fundamental que se comprenda la importancia de los lugares comunes. Su importancia es que es justamente común, es decir, que está por doquier y con presencia. Hay que fortalecer a los barrios con movimiento cultural, para diezmar, quizá destruir, la inseguridad. Un lugar hermoso es respetado y cuidado por la mayoría. Si nos protejemos mutuamente, se logrará que las cosas no se descalabren.

Los jóvenes consideran la edad adulta anticuada. ¿Han crecido distancias entre jóvenes y mayores?

Curiosamente, considero al revés. Se han estrechado, y gracias, en gran medida, a la tecnología. La gente de edad madura ha tenido y tiene que estar al día, además de que a la mayoría les atrae la sofisticación de la tecnología. Los jóvenes aleccionan en eso a los mayores.

No me parece drástico que haya una distancia, pero es natural que se dé. La gran consigna está en pelear contra lo natural. Lo natural implica dejarse llevar por los instintos. Y, si bien los instintos son de mucha utilidad en múltiples ocasiones, es muy cierto que son contraproducentes cuando no se encarrilan de maneras útiles y renovadoras. El ser humano debe renovarse a diario, y esta frase de autoayuda sirve para comprender que nuestra hermosa misión es contar con un laberinto y un hilo. El laberinto está forjado por la vida temprana, y el hilo nos lo tejen y dan nuestros mayores.

¿La mirada cultural urbana y rural en ojos municipales?

Hay una mirada unificadora en esta administración. Para el Alcalde Cristian Zamora la ruralidad debe potenciarse con, sobre todo, actos que la dignifiquen. No hablaré en sí de equidad, pero sí de equilibrio en el concepto y en los hechos. Por fortuna, gran parte de las 101 propuestas, que vamos cumpliendo, están dirigidas a la ruralidad y no se desatiende, ni un ápice, a lo urbano. Esperemos que esta manera de mirar se multiplique, se amplíe y se contagie a otros sectores y urbes del país. Sobre todo al Gobierno Central.

¿La migración y sus efectos, más allá de las remesas?

Esto da una visión de lo que el ecuatoriano, y no tan solo el cuencano, aspira. Un mundo más amplio. En ese sentido y en esta globalización que ya es incluso anticuada, dadas las muchas formas ahora de vivir, con una comunicación inmediata de todo lo que acaece en el orbe, la migración trae causas y efectos culturales de todas las latitudes, pero, venturosamente, tenemos la certeza de que sabemos fusionarnos sin perder nuestra identidad. El cuencano está orgulloso (en el mejor sentido del término) de su procedencia y su futuro.

¿Algo que quisiera añadir?

Las puertas están abiertas de par en par. Tenemos la seguridad de que a nuestro bello cantón hay cómo hermosearlo todavía más. Cuenca es uno de los lugares más hermosos que cualquier ser humano puede conocer. Contamos con tanto talento y tanta materia intangible, casi imposible de contar. Al pueblo pedimos que confíe en esta administración y colabore. Que recuerde que el amor es la mayor fuerza de la naturaleza, y que lo que esta ciudad necesita es una buena dosis de ese mismo amor. Y eso sí, que jamás olvidemos que Cuenca es su cultura, y que la cultura se forja con paz, imaginación y conocimiento, tres palabras sagradas.

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