Nuestro país ha enfrentado muchas crisis políticas. Decimos o escuchamos que somos ingobernables, un ex Presidente increpó que él hubiese querido un mejor pueblo para gobernarlo. En ocasiones, por acciones u omisiones del poder Legislativo o del Ejecutivo, sus relaciones de coordinación desaparecen y se convierten en adversarios

A nivel personal, familiar, como grupo y nación, enfrentamos diversos tipos de crisis, las evaluamos y procuramos encontrar las mejores soluciones, queremos que los efectos no trasciendan y estamos dispuestos a ejecutar acciones que permitan minimizarla y termine en el menor tiempo posible. Nos enfrentamos a eventos que surgen repentinamente, provocan un cambio brusco, en ocasiones no logramos o no queremos ser conscientes de lo que está ocurriendo, preferimos ignorarla esperando que pase lo más pronto, pero al contrario, sus efectos van escalando y nos lleva a situaciones inmanejables, necesitamos entonces apoyo y rodearnos de gente buena que nos permita superarlas, a grandes problemas, grandes soluciones.

Nuestro país ha enfrentado muchas crisis políticas, con frecuencia decimos o escuchamos que somos ingobernables, un ex Presidente de la República increpó que él hubiese querido tener un mejor pueblo para gobernarlo. En ocasiones, por acciones u omisiones del poder Legislativo o del Ejecutivo, sus relaciones de cooperación y coordinación desaparecen y se convierten en adversarios que lo único que quieren es demostrar hasta donde alcanza su poder, y ha sido el Legislativo el que terminó con períodos presidenciales en forma abrupta, todavía está en nuestra memoria, diputados del Congreso Nacional convertidos en médicos decretando la incapacidad de un Presidente de la República, o el caso del oficial del Ejército que apoyado por sectores de la población se tomaron las instalaciones del Congreso Nacional que dio paso a la formación de un triunvirato y luego al orden que correspondía para remplazar al presidente; a continuación, al oficial del ejército le tocó vivir la misma experiencia.

Parece que los políticos de nuestro país no han aprehendido las lecciones de la historia y por eso estamos condenados a seguir repitiendo situaciones de crisis e ingobernabilidad, desatender derechos básicos de la población conlleva a tener que enfrentar serios cuestionamientos de cómo se ejerce el poder; la macroeconomía es importante, pero sin una visión humanista y persistir en no atender demandas sociales básicas, provocan -qué duda cabe- el ambiente de descontento en el que surgen expresiones populares como: que se vayan todos. Las crisis requieren una respuesta contundente, nos debe motivar minimizar los efectos, de por medio está garantizar mínimos derechos y permitir que la gente siga desarrollando sus actividades con el menor impacto, lo contrario podría significar situaciones graves que afecte en forma potente la vida de los ciudadanos.

La nueva Constitución, tiene innovaciones jurídicas y políticas, se amplió el catálogo de derechos, construyó una nueva estructura del Estado, y entre otras primicias, implementó una institución que luego de 15 años de vigencia se la aplicó por primera vez, la muerte cruzada, que permite la anulación institucional mutua entre dos funciones del Estado: Ejecutivo y Legislativo. Se sostiene que esta facultad constitucional permitiría terminar con las pugnas, porque puede ser ejercida una sola vez en los primeros tres años de mandato; implica un freno y contrapeso, si la Asamblea quiere destituir al Presidente, en aplicación del artículo 130 de la Constitución, provoca al mismo tiempo su autodisolución, y si el Presidente quiere que los asambleístas se vayan a su casa, en aplicación del artículo 148, la consecuencia es similar, él también debe terminar su mandato en forma anticipada, con la diferencia que se queda en funciones por seis meses expidiendo decretos-leyes de urgencia económica, previo dictamen de la Corte Constitucional.

La advertencia sería que los dos poderes del estado deben colaborar y complementarse, los expertos ven en esta herramienta un mecanismo de procesamiento de los conflictos político-institucionales, que la solución no se la improvise y no este cargada de subjetivismos, que recurran a un marco jurídico constitucional que permite encontrar una solución política-institucional. Ojalá recordemos esta lección de la historia, que terminen los chantajes y condicionamientos, y a la par, seamos coherentes con los planes de gobierno que propusimos y nos preocupemos de lo importante, y no únicamente de lo que nos conviene.

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