Por: Rolando Tello Espinoza
Fotos: Eduardo Carrasco Carpio

Una alerta sobre el riesgo de extinción de especies en la reserva ecológica próxima a Cuenca, donde el hombre ataca y compite contra la vida silvestre rompiendo la milenaria cadena de biodiversidad de la que es parte y dependerá su propio futuro

 José Esteban Torracchi,
biólogo de la Universidad Católica

El Parque Nacional Cajas, reserva natural milenaria, es cada vez más depredado por la mano y las herramientas del hombre. Pero aún hay tiempo para demorar su supervivencia, de la que depende la provisión de agua y salud a Cuenca y sus alrededores, ahora y en el futuro.

Una exposición fotográfica de flora y fauna del sitio –insectos, aves, musgos, arbustos, árboles- en el Museo de Arte Moderno, es un espectáculo de color y belleza que a la vez advierte el riesgo de extinción de su gran riqueza ecológica, a poca distancia de Cuenca, una de las ciudades más pobladas del Ecuador. Una iniciativa de la Universidad Católica, con apoyo del Rector Enrique Pozo Cabrera, nominada Bichos en Red.

Si en Cuenca viven seiscientas mil personas, en El Cajas incontables millones de animales microscópicos o de tamaños pequeños, medianos y mayores, conviven con las plantas desde hace millones de años. La vida de los vegetales depende de los insectos o aves del medio, y la de éstos de las plantas polinizadas para germinar semillas, flores y frutos. Por mutualismo y complementariedad nacen, viven y coevolucionan, desde antes de la ciencia y la historia.

La exposición provocó un diálogo con José Esteban Torracchi, biólogo de la Universidad Católica. “En la naturaleza todo está sincronizado, en forma perfecta –dice-. Planteamos la alerta para defenderla de daños irreversibles y mantener la vida en estado puro, aunque el medio está alterado por la acción antropocentrista de la que aún se libra el fondo marino, porque allí no hay acceso humano”.

La biodiversidad de El Cajas ha roto su cadena milenaria con diferentes intervenciones: la carretera Cuenca-Molleturo, el turismo descontrolado, deportes motorizados, incendios forestales, la ganadería, los cultivos y las romerías religiosas en sus parajes de misteriosa belleza, causan deterioro indetenible si no se aplican políticas públicas para frenarlo.

Las posibilidades mineras son más que una tentación en zonas de protección ambiental de El Cajas, que de concretarse sería una acción depredadora atroz. “Está bien que se haga minería, pero en los sitios donde se la debe hacer, en tierras desérticas, como ocurre en Chile”, dice el docente e investigador ambiental.

En El Cajas hay incontables especies animales y vegetales que son parte de un ciclo milenario de supervivencia de insectos, hormigas, moscas, abejas, animales menores, aves, musgos, hierbas, plantas de diversa altura como quinua, guabisay, romerillo, podocarpus, sauces, en los que, de las raíces a la copa, está el hábitat donde nacen y se reproducen otras especies de vida silvestre.

 El multicolorido de las mariposas e insectos que habitan en los parajes de El Cajas como dueños de su naturaleza

La sabiduría de la naturaleza es más antigua y real que la de la ciencia y la tecnología que, más bien, han aprendido de ella, pero no la han comprendido ni aplicado. A los tractores que rompen la montaña y derriban los bosques, se contrapone –por ejemplo- la pezuña de las llamas que viven en esos parajes sin estropearlos, porque a diferencia de los vacunos allí trasplantados y peor los rodillos mecánicos, tienen una almohadilla para suavizar sus pisadas en el pasto.

La naturaleza tiene sus recursos de defensa, pero es indefensa frente a la letal intervención humana. Hay plantas que se protegen con espinas, con sustancias venenosas o que causan brotes alérgicos en la piel de los intrusos que invaden su territorio. La ortiga, por ejemplo, pero el hombre ha aprendido a usarlos para el contraataque, como las fumigadoras que exterminan las plantas o las sierras eléctricas para derribar los árboles madereros.

La exposición Bichos en Red, estará hasta marzo próximo, para admirar la vida diversa en el estado más puro que puede aún verse cerca de Cuenca, entre 3 100 y 4 450 metros sobre el nivel del mar, la belleza natural, la admirable morfología de insectos artísticamente fotografiados, y advertir el peligro de que puedan extinguirse seres con los que la especie humana en vez de competir en desigual poderío, debería congeniar, convivir, coevolucionar, para defender su propia permanencia. Una exposición de formato estético y contenido sugestivo, a través de la cual la academia urge a preservar los recursos ecológicos que todavía quedan, para continuar la cadena de vida en todas sus manifestaciones.

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