Apenas elegido sucesor de Juan Pablo II,
su primera aparición pública como pontífice.

Su muerte derrocó el muro que contenía los bloques entre tendencias conservadoras y progresistas de la Iglesia Católica. Llevó a la tumba secretos sobre las crisis teológicas y escándalos sexuales que han tomado cuerpo en altas y bajas jerarquías eclesiásticas, de las que se salvan honrosas excepciones…

Joseph Ratzinger, alemán nacido el 16 de abril de 1927, fue sepultado el 6 de enero de 2023 como Papa Benedicto XVI en la basílica romana de San Pedro. Menos de ocho años fue Papa en funciones y más de nueve años Papa Emérito. El próximo abril hubiera cumplido 96 años.

Su vida religiosa y pontificia llegó a punto culminante el 28 de febrero de 2013, cuando renunció al papado, que lo ejerció desde el 19 de abril de 2005, entre conflictos de bandos conservadores y progresistas de la iglesia católica y escándalos de pedofilia de curas, obispos y cardenales.

“Después del gran Papa Juan Pablo II los cardenales me han elegido a mí, un sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor”, dijo en la primera salida pública, luego que la humareda blanca se elevó por la chimenea de la basílica vaticana. Fue el primer papa alemán en 500 años y, con 78 años, el de mayor edad en tres siglos.

En contraste con la humareda blanca de su inicio papal, al anunciar su retiro desde Castel Gandolfo, sorprendió a más de mil millones de católicos con estas palabras: “Soy simplemente un peregrino que comienza la última etapa de su peregrinación en esta tierra”. En autoexilio vitalicio como emérito, su trono pasó a Jorge Bergoglio, de Argentina, el Papa Francisco, elegido el 13 de marzo de 2013.

 Con el vestuario pontificio, Benedicto XVI en la ceremonia oficial del inicio de su papado. 

Joseph Ratzinger, hijo de un policía rural y una cocinera de pequeñas posadas cerca de Baviera, perteneció a las Juventudes Hitlerianas, de las que se alejó antes de ordenarse sacerdote junto con su hermano mayor, George, el 29 de junio de 1951, para una carrera religiosa ascendente, así como una gran formación teológica que le llevó en 1962, de 35 años, a ser asesor del cardenal Joseph Frings, de Alemania, en el Concilio Vaticano II, donde tuvo sus primeras influencias en la iglesia católica y marcaría su posición conservadora, opuesta al declive de la fe y al mundo secularizado.
En aquel Concilio se suprimió el latín de las “misas arqueológicas” como las llamaba Ratzinger, en cuya trayectoria hay etapas que contrastan con criterios posteriores, cuando consideró que debía ser opcional el latín en las liturgias. En 1968 fue criticado por sus divergencias con la Revolución de Mayo de la juventud francesa. En 1977 fue nombrado Arzobispo de Munich y luego Cardenal.

 
 Libro que en más de 600 páginas presenta entrevistas a cardenales, sacerdotes y religiosos que aluden a la crisis moral al interior de la Iglesia Católica.

En 1981 el papa Juan Pablo II le nombró Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, función que le llevaría a pronunciamientos polémicos sobre el aborto, la igualdad de las creencias religiosas, el uso de preservativos, la Teología de la Liberación, el islamismo, sobre el celibato sacerdotal y la oposición a que se les diera la comunión a los divorciados.

Estos fueron temas reiterativos en su pontificado, provocando aprobación o rechazo entre los sectores tradicionales y progresistas de las jerarquías eclesiásticas. En sus salidas del Vaticano, dio discursos provocadores de polémica, como en Brasil, donde minimizó las crueldades de la colonización, lo que produjo protestas indígenas ante las cuales corrigió el sentido de sus palabras.

También fue polémica la rehabilitación de obispos cismáticos defensores del holocausto nazi o que afirmaron que los atentados del 11 de septiembre los promovió el gobierno de los Estados Unidos. La canciller alemana Angela Merkel criticó al pontífice por su alusión al holocausto y le pidió aclaraciones.

En una visita a África proclamó la oposición al uso de preservativos frente a los contagios del sida, causando reacciones mundiales de desaprobación a su discurso, considerado anacrónico ante la trágica realidad que sufría el pueblo africano por la enfermedad.

El pensamiento papal sobre los conflictos contemporáneos de la humanidad, ahondó las divergencias entre bandos conservadores y modernos de la iglesia católica, al punto que ya en 2010 Benedicto había insinuado la posibilidad de su abdicación, por su edad y “por el bien de la Iglesia”.

 Camino a la sepultura en la basílica de San Pedro, su cuerpo es recibido por el Papa Francisco que presidió la homilía fúnebre.

Acaso lo que aceleró su renuncia fue lo de los abusos sexuales de religiosos católicos del mundo, que pese al silencio pontificio tradicional, se había convertido en escándalo mundial en 2010, sobre lo cual el cardenal Ratzinger aludió a la “suciedad de la Iglesia” y pidió perdón a las víctimas.

Estos abusos venían de largos tiempos anteriores y Benedicto estaba enterado. Un caso grave fue el del sacerdote mexicano Marcial Maciel Degollado, fundador de la Congregación de Legionarios de Cristo en 1941, cuando aún era seminarista y fue conquistando espacios que le llevaron a ser personaje familiar en el Vaticano desde Juan Pablo II, apareciendo como benefactor y experto en el manejo y acumulación de economías con las que ofreció apoyo a programas pontificios.

 El joven Joseph Ratzinger en 1943 luce el uniforme de las juventudes hitlerianas

En 1997, cuando el Cardenal Ratzinger dirigía la Congregación para la doctrina de la fe, víctimas de Maciel enviaron a Juan Pablo II una carta que decía: “Somos varios hombres cristianos, doblemente víctimas en dos claras épocas de nuestra vida: primero durante nuestra adolescencia y juventud, y luego, en nuestra madurez, por parte de un sacerdote y religioso muy allegado a Vos, que repetidamente abusó, antaño, sexualmente y de otras maneras de nosotros, indefensos, lejos de nuestros padres o tutores, en países lejanos y diversos del nuestro”. La incógnita es si la carta llegó al Papa o se perdió en el séquito de poderosos jerarcas del entorno, entre los cuales ocupaba el primer lugar el cardenal Ratzinger.

En 2004, Juan Pablo II le llenó de alabanzas a Maciel: “Sus sesenta años de vida sacerdotal, Reverendo Padre, han estado señalados por una significativa fecundidad espiritual y misionera con diversas obras y actividades apostólicas como el Movimiento Regnum Christi, la red de escuelas denominada Mano Amiga, las numerosas instituciones educativas y caritativas –presentes hoy en 16 países de los 5 continentes- que tienen el objetivo de promover los valores de la familia y de la persona humana, los centros universitarios de estudio y de formación. Y ¿qué decir, además, del apostolado de los sacerdotes Legionarios de Cristo así como del compromiso de toda la congregación a favor de la formación integral de los futuros sacerdotes diocesanos?”.

 Los hermanos Georg y Joseph Ratzinger en su ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951.

En 1999 el director de la Congregación de la Doctrina de la Fe tuvo en sus manos una denuncia del ex sacerdote Álvaro Athié, pidiendo castigo por abusos que él y otros seminaristas sufrieron de Maciel. En respuesta el Cardenal Ratzinger lamentó que “el caso de Marcial Maciel no se puede abrir porque es una persona muy querida del Papa Juan Pablo II y además ha hecho bien a la Iglesia. Lo lamento, no es posible”.

En 2006, cuando Ratzinger ya era Benedicto XVI, pidió a Maciel que renuncie al ministerio público del sacerdocio y se retire a una vida de penitencia, lo cual cumplió en la Casa de Retiros de los Legionarios en Cotijo, su ciudad natal, acompañado de dos mujeres de su confianza: Norma Baños y su hija adolescente, Normita Rivas Baños. La primera había sido su amante desde la adolescencia y, la segunda, hija de los dos, apellidada con una de las identidades con las que el cura mexicano hizo hijos y familias en diversos países.

Maciel había conseguido tanta influencia en el Vaticano que puso en trámite la beatificación de sacerdotes familiares suyos, así como de su madre, Maura Degollado Guízar, presumiéndose que quedaron truncos cuando cayó en desgracia, hasta morir en 2008. Estos casos no los habría ignorado Benedicto.

Muchos secretos pontificios suyos y de sus predecesores llevó Benedicto XVI a la tumba, no solo sobre conflictos de pedofilia o de crisis en el seno de la Iglesia Católica, sino de la gestión vaticana y de su banco, de los más grandes del planeta. Pero dejó, para enriquecer el pensamiento religioso de la humanidad, decenas de libros y publicaciones, frutos de su fecundo trabajo teológico, en el que fue uno de los mayores exponentes intelectuales y filosóficos en el último siglo.

El 5 de enero de 2023 el Papa Francisco presidió la ceremonia religiosa de los funerales de Benedicto XVI, en la plaza de San Pedro, ante millares de fieles y representantes de países del mundo. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, destacó en su homilía, replicando las palabras de Cristo en el calvario. Agradeció la sabiduría, la delicadeza y dedicación que Benedicto supo esparcir a lo largo de los años, calificándole como el maestro que lleva sobre sus hombros el desgaste por su pueblo, más allá de las incomprensiones que puede acarrear. El funeral tuvo la suntuosidad propia de la jerarquía pontificia, pese al pedido de Benedicto XVI de ser sepultado con sobriedad.

La muerte del papa Benedicto XVI parecería haber derrocado el muro que contenía posiciones teológicas diferentes entre líderes tradicionales y progresistas de la Iglesia Católica, previéndose que empiecen a marcarse más diferencias. El arzobispo alemán Georg Gänswein, secretario del papa emérito, publicó a una semana de muerto Benedicto XVI el libro “Nada más que la Verdad”, en el que expone las discrepancias teológicas y otras entre los dos papas y las malas relaciones entre ellos.

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