Los resultados electorales son una lección para el gobierno, el único perdedor, por la poca aceptación de sus candidatos en las nuevas administraciones seccionales y el triunfo de sus opositores en ellas. También por la derrota en la consulta con la que las respuestas afirmativas las hubiera tomado como espaldarazo a su gestión.
La lección va por enmendar errores. Oxigenar el gabinete es indispensable, pues varios ministros no solo no dejan obra pública visible y pasarían inadvertidos si no fuera por su afición a posar para fotos o videos. En el austro ecuatoriano ninguna obra importante del gobierno existe, pese a las emergencias en vialidad o seguridad y a que en el gabinete no faltan ministros de la región. También una renovación en provincias es necesaria.
Otra lección, política, es valedera para todos los ecuatorianos. Un partido de oposición ha triunfado en varias ciudades y provincias, como evidencia de que la proliferación de tendencias ideológicas compite con una sola, el correísmo, pese a que sus principales líderes, procesados o con sentencias ejecutoriadas, están exiliados, prófugos o cumplen penas carcelarias. La dispersión debilita, pero robustece al adversario.
El resultado electoral obliga a la unificación, a la suma de fuerzas y no a la división. Los acuerdos debe propiciarlos el Ejecutivo, cuidándose de los pactos con el demonio. Cuál es el demonio?: Lasso y el país lo saben. Y al parecer pensó en él, deprimido por las cifras adversas de su consulta, como apareció en cadena 24 horas después de conocer las cifras de las urnas. Juntarse sí, pero no con la corrupción, el crimen organizado o el narcotráfico.