No sólo están exhibidos ladrillos removidos de la zona cero, trajes incinerados o réplicas de las sombras humanas revelándose en las paredes debido al calor intenso que causó la bomba: están los documentos oficiales de la decisión global que rodea a los terribles acontecimientos

Agosto es un mes que, como humanidad, nos obligó a recordar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, eventos que pusieron fin a la II Guerra Mundial. Este agosto, en particular, es interesante debido a que en el contexto de memoria histórica, se ha visto en cines a nivel mundial la película Oppenheimer, una visión interna a la vida profesional y académica de quien es llamado ‘el padre de la bomba atómica’, y al juicio que enfrentó Oppenheimer posteriormente a los bombardeos. Sin embargo, la exhibición final que puede observarse en el “National WWII Museum”, en la ciudad de New Orleans, es probablemente una de las documentaciones más objetivas que se hacen de estos terribles sucesos.

La objetividad de la exhibición como tal radica en que no se escatiman esfuerzos para impactar al visitante con la realidad horrorosa de una bomba atómica, pero a la vez se exhiben los documentos clave que llevaron a los bombardeos como tal. Esto es un aspecto que hay que recalcar porque, como seres humanos, somos propensos a sacar de contexto las historias según el argumento que queramos defender. En el caso de los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki, la clara postura del museo es la imposible justificación de los hechos frente a las vidas perdidas y, también, las circunstancias que como raza humana llevaron a esta tragedia. En este sentido, el museo es abundante igual en documentos que dan testimonio de la postura japonesa frente al fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa; así pues, allí se exhiben los comunicados oficiales del gobierno japonés, negándose a aceptar dicho final y, por lo tanto, proclamando su decisión irreversible de continuar con la guerra.

Para cuando los comunicados oficiales japoneses ya ponían al mundo sobre aviso de la continuación de la guerra, otro tipo de bombas japonesas diferentes a la atómica habían cobrado ya la vida de al menos 300.000 japoneses. ¿Cómo puede entonces la humanidad pensar que la bomba atómica como tal puede sacarse de contexto? A la final, olvidar los antecedentes es lo mismo que negar la realidad total que rodea a los hechos, y eso es parte del cuestionamiento que debemos hacernos.

Allí es donde el visitante encuentra el impacto mayor al visitar este pabellón sobre los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki, pues no solamente están exhibidos ladrillos removidos de la zona cero o trajes incinerados o réplicas de las sombras humanas revelándose en las paredes debido al calor intenso que causó la bomba. Están los documentos oficiales de la decisión global que rodea a los terribles acontecimientos.

El pabellón es además muy crudo en cuanto a la colección de fotografía que exhibe, pues tampoco escatima en mostrar los horrores de los bombardeos, reflejados en el dolor humano que causaron. Más allá de los objetos exhibidos en esta sala, el museo continuamente lleva a cabo conferencias y auspicia lanzamientos de libros de autores dedicados a documentar las consecuencias nefastas que van en cadena incluso décadas después de los bombardeos como tal. Una de las exhibiciones no permanentes más relevantes en este sentido es la creada para hacer conciencia sobre la necesidad de enfocarse en la real búsqueda de la armonía mundial, un complemento clave de la necesidad de desarme nuclear.

Este museo es un recorrido espectacular de la Segunda Guerra Mundial porque, aparte, le obliga al visitante a hacer su recorrido siempre llevando en mano una tarjeta con el nombre de un soldado en particular, de forma que el visitante sigue no solamente el transcurso de la guerra, sino además el recorrido del soldado que le toca en la tarjeta.

No es de extrañar pues que mucha gente rompa en llanto al llegar a la exhibición final pues, si por coincidencia le tocó el nombre de uno de los soldados que se encontraba en tierra al momento del bombardeo, el visitante siente como personal esa pérdida debido al conocimiento previamente adquirido sobre ese soldado con nombre.

Viene entonces el cuestionamiento como humanidad y ello debería referirse como nuestra obligación de pensar en si la bomba como tal es un hecho aislado producto de la ciencia y el poder, o si en realidad la ambición desmedida y la crueldad son el verdadero escenario tras el telón de las bombas; pareciera a veces que la humanidad actual no ha aprendido nada de la historia que le antecede.

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