Los zapatos y maletas amontonados desordenadamente evocan a seres humanos esfumados sin más razón que el racismo y la histeria del poder nacista que pretendió poner a sus pies el mundo.
Seis millones de judíos europeos fueron exterminados en centros de genocidio, bajo la inspiración demencial de Adolfo Hitler, que provocó la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) pretendiendo que el racismo alemán de entonces dominara el mundo.
La historia del holocausto ha sido contada de muchas maneras, en forma espeluznante, con la crudeza de fotografías descarnadas de humanos caminando desnudos a los hornos crematorios, en relatos literarios, en producciones cinematográficas. En Washington un gran museo exhibe sobrecogedores testimonios de esa inhumanidad.
Hernán Illescas, con más de cuarenta años de oficio en la pintura, es uno de los artistas ecuatorianos contemporáneos más prolíficos. Aspira internacional cada vez más su obra por países y continentes. Tiene varios premios nacionales y ha exhibido en el exterior |
El pintor cuencano Hernán Illescas presentó en julio su versión, en veinte y cuatro cuadros de gran formato, en el Museo Naim Isaías, de Guayaquil, con el nombre Apologías de la Barbarie. Le llevó diez años el trabajo y el encierro por la pandemia entre 2021y 2022 fue decisivo para completarla. El artista no exhibe seres torturados, el apiñamiento de víctimas con ojos desorbitados o cuerpos esqueléticos esperando en jaulas el traslado a las cámaras de gas: pone a la vista montones de zapatos, sandalias, maletas con nombres de los dueños, o brazos con marcas de identificación antes de ir al horno. Las alegorías remueven la conciencia y evitan la escenificación chocante.
El pintor pretende rescatar la memoria –concepto constante en su trayectoria-, a través de detalles para comprender los hechos y recordarlos. En el caso del holocausto, para que no se repitan. “Es mi memorial sentido a la libertad, a la vida y al respeto a los demás. Plasmado con la minuciosidad del cirujano y la conciencia del profeta del color que aventura mejores días para la humanidad”, dijo al abrir la exposición.
La curaduría hizo Hernán Pacurucu, actual director de la Bienal de Cuenca. Al referirse a la obra, señaló: “Opera en una suerte de giro hacia el sujeto, centrando su atención en los artífices de los hechos violentos, más que en las víctimas. Por ello en su obra el humano casi es nulo, pues no requiere esa suerte de foto postal de la víctima a punto de ser victimizada; más bien el artista recurre a los espacios vacíos y los objetos acumulados como manera de contarnos la violencia sin desencadenar violencia, dejándonos claro que el sujeto y su sufrimiento están omnipresentes como espíritus que gritan desesperados por justicia. Illescas apela a la autorreflexión…”
El proyecto aún no ha terminado el artista, pues tres cuadros más prepara para la exposición en Quito el año próximo y luego vendrá a Cuenca, antes de llevarla por el mundo en 2026, con quince cuadros adicionales de la memoria de sobrevivientes que escaparon de los campos de concentración, de los laboratorios de experimentación humana y del genocidio. También los trenes para el traslado masivo de las víctimas hacia su destino final, la muerte.
EL ARTISTA
Hernán Illescas Coronel (1962) pinta desde la infancia, estimulado por su padre, Gonzalo, amante del arte. Se graduó bachiller en el colegio nocturno Francisco Tamariz, alternando con cursos artesanales del antiguo CREA, en el parque de San Blas, sobre policromado, repujado en cobre y cerámica.
Identidad se llama este mural en uno de los corredores de la Gobernación del Azuay. A través del arte el autor hace historia y evoca el trajín humano de tiempos remotos hasta el presente. |
Luego fue a la Escuela de Bellas Artes y en 1980 empezó a mostrar sus cuadros en exposiciones, integrándose a grupos de pintores jóvenes y a la Asociación de Artísticos Plásticos, con apoyo del Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (CIDAP), cuya sede es Cuenca. También se sumó a los artistas del movimiento Puente Roto, con exposiciones a orillas del río Tomebamba.
En los 90s enseñó Dibujo Artístico en el colegio bilingüe Interamericano y por la época llevó sus obras fuera del país, a Canadá, y participó en salones nacionales de Guayaquil y Quito, logrando premios y menciones: la intención era probar sus aptitudes y se sintió estimulado.
El rescate de la memoria ha sido una constante en su creación artística, en temas indigenistas, precolombinos, del medio ambiente, el calentamiento global, la deforestación, los glaciares, la migración. La presencia de peces está en casi toda su obra, como elemento generador de vida y del universo marino del que queda mucho por descubrirse.
Los murales son otra expresión de Illescas en el arte, con mosaicos de cerámica en alto relieve en Tarqui, en un enorme arco del ingreso a Sígsig, en uno de los portales de la Gobernación del Azuay y en la Corte de Justicia de Cuenca, en Galápagos y en Gualaceo.
Experimentado y seguro de que vale mostrar fuera su arte, proyecta ir con sus obras por Europa y otros continentes, en años próximos. Además, en permanente capacitación, incursiona en soportes no tradicionales vinculados a la informática y la inteligencia artificial. Se abre campos con gestión propia, pues esperar de organismos oficiales del país, sería perder tiempo y oportunidades.