El gobierno ofrece 20.000 dólares a quien informe sobre el paradero del sospechoso del horrendo crimen
del que al parecer fue víctima María Belén Bernal

En lo que va del año más de mil personas han sido asesinadas en la provincia del Guayas por bandas delincuenciales más provistas de capacitación y recursos que la Policía. La desaparición de la abogada Belén Bernal, en Quito, estremece al Ecuador y genera desconfianza en la fuerza pública: un reto institucional…

Las primeras y las últimas noticias de cada día en el Ecuador son sobre violencia, criminalidad, asesinatos. Hasta diez personas son acribilladas a tiros diariamente –principalmente en las ciudades de la costa-, mientras las acciones oficiales para detener semejante ola mortífera quedan cortas frente al “profesionalismo” de los malhechores que no se detienen pese a los estados de excepción y la fallida respuesta de la fuerza pública.

El fenómeno se extiende cada vez sobre ciudades y provincias generalmente consideradas de paz y seguridad, hasta cundir por el territorio. Cuenca, considerada “ciudad para vivir”, ya no goza de la tranquilidad que imperaba en ella hasta no hace mucho y el miedo empieza a crecer entre la población, pues diariamente bandas de expertos asaltantes irrumpen en domicilios para vaciarlos luego de amedrentar a los propietarios con armas de fuego. Las crónicas de todos los días son rojas y terroríficas.

Lo grave, gravísimo, es que han ocurrido hechos delictivos perpetrados por elementos pertenecientes a los organismos policiales, cuyos elementos son llamados a precautelar la seguridad y dar protección a los habitantes. Prácticamente ya no hay en quién confiar cuando de defender la integridad y vida de las personas se trata.

La corrupción, el fracaso consuetudinario de la institucionalidad en el ámbito legislativo, en el ejecutivo y hasta en el judicial –con jueces que liberan sin pensar dos veces a delincuentes sorprendidos in fraganti-, va convirtiendo al Ecuador en un territorio invivible en el que cunde el miedo, las frustración, la desesperanza. Es el imperio de la quiebra moral, de la impunidad.

El estado de inseguridad ha llegado a los extremos más insólitos de la historia ecuatoriana. La desaparición de la abogada María Belén Bernal Otavalo, en Quito, es el último motivo de escándalo nacional porque ocurrió en la Escuela Superior de Policía y un oficial que está prófugo, esposo de la víctima, es más que sospechoso de un horrendo crimen.

 María Belén Bernal Otavalo, desaparecida desde la Escuela de Policía, el 11 de septiembre

La abogada habría ido a visitar al esposo, teniente Germán Cáceres, en la Escuela de Policía, donde estaba de guardia, quedó registrado su ingreso y no hay registro de su salida, conociéndose por versión de testigos que aquella noche ella pedía auxilio a gritos, porque la querían matar. Se conoce que Cáceres extrajo de su habitación un bulto envuelto en cobijas y lo colocó en su carro para abandonar el local de la Escuela de Policía. Al otro día denunció la desaparición de su esposa y tras permanecer ocho horas detenido, fue puesto en libertad por Fiscalía, porque terminó el plazo para retenerlo y no llegaba un parte policial que pudiera mantenerlo retenido. Desde entonces está prófugo.

Funcionarios del gobierno y de la Policía han declarado que investigarán a fondo para que el caso sea esclarecido y no quede en la impunidad. Pero en sus declaraciones de prensa ha prevalecido el criterio de defender la institucionalidad policial, aduciendo que un caso aislado no se puede generalizar en perjuicio de la institución. Sus intervenciones, evasivas, quedarán como muchas anteriores de casos delincuenciales, en palabras vacías, si no se llega a la verdad total de lo ocurrido.

Mientras tanto, Elzabeth Otavalo, madre de la abogada desparecida, reclama a su hija, de 34 años, una profesional del Derecho con una carrera límpida de ejercicio, acusando de negligencia a la Policía, que demoró sus primeros informes que hubiesen impedido que el sospechoso del delito fuese puesto en libertad. ¿Hubo espíritu de cuerpo?

En el vehículo de Germán Cáceres y otros sitios se encontró evidencias de sangre; en la misma Escuela de Policía se encontró prendas de vestir y el celular de la abogada desaparecida, materiales que llevan a colegir que ya no sería un “supuesto” crimen, sino un crimen de verdad.

 Elizabeth Otavalo, madre de la víctima, decidida a luchar hasta conocer la verdad.

Lastimosamente, la legislación protege a los culpables hasta que lleguen las sentencias condenatorias a través de los años… , tras dramáticas, impacientes y angustiosas esperas de los familiares de las víctimas, luchando contra expertos abogados capaces de demostrar en plena noche, que es de día.

El gobierno nacional ha ofrecido veinte mil dólares de recompensa para quien diera información que permita dar con el paradero del teniente de policía Germán Cáceres, que no puede estar prófugo sin motivo, a la espera de “comprobar” su inocencia merced al trabajo honrado y profesional de abogados y jueces.

Al cierre de la presente edición continuaba la búsqueda de la abogada María Belén Bernal por quebradas y arrabales suburbanos de Quito, pues mientras no aparezca el cuerpo del delito, ella legalmente continuará con vida. Asimismo al cierre de esta edición, la mañana del 18 de septiembre, el fiscal Edgar Escobar, de la Unidad de Garantía Penales de Guayaquil, fue asesinado a tiros en pleno centro de la ciudad. Así vivimos y morimos los ecuatorianos…

Pocas semanas atrás, en otro caso, dos policías entraron en Cuenca en la madrugada al domicilio de un migrante recién llegado con dinero de los Estados Unidos y tras asesinarlo salieron horondos y se embarcaron en el patrullero. Ventajosamente, fueron grabados por cámaras de la calle y están tras las rejas. ¡Qué señores policías…!

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