El Plantel conmemoró su fundación premiando a docentes que dedicaron lo mejor de su vida a formar profesionales en diversas disciplinas y la ocasión llevó a reflexionar sobre el papel de la ciencia en el destino del país en estos tiempos marcados por cambios profundos y también de corrupción
El Congreso Nacional creó la Universidad de Cuenca el 15 de octubre de 1867 y el Presidente de la República Jerónimo Carrión lo aprobó tres días después. El 1 de enero del año siguiente fue la inauguración de la entonces llamada Corporación Universitaria del Azuay.
Arturo Carpio Rodas, maestro, científico e investigador médico, recibe la distinción de manos de la rectora María Augusta Hermida. |
El 14 de octubre pasado se conmemoró los 155 años en una sesión solemne inaugural del auditorio del campus de Balzay, local equipado con moderna y elegante tecnología. La presidió María Augusta Hermida, primera mujer en el rectorado luego de treinta y dos varones en la dirección del plantel universitario, cuyo primer rector fue Benigno Malo Valdivieso.
Lo sobresaliente de la ceremonia fue el reconocimiento, por primera vez en la Universidad de Cuenca, de la calidad emérita de seis maestros jubilados que continuarán desarrollando proyectos de investigación y docencia. Sus conocimientos, su sabiduría y su experiencia, aportarán en beneficio académico y al mejoramiento de la sociedad a través de la educación y la ciencia.
El médico Arturo Carpio Rodas, la filósofa y crítica de arte Cecilia Suárez, el músico Wilmer Jumbo, la filósofa y crítica cultural María Augusta Vintimilla, el arquitecto Fernando Cordero y la historiadora Alexandra Kennedy, recibieron el reconocimiento: tres varones y tres mujeres, en matemática aplicación de la igualdad de género.
En el programa se entregó también la presea Benigno Malo a los egresados con las más altas calificaciones, en cada una de las especialidades universitarias del curso lectivo anterior. Esta distinción se mantiene desde octubre de 1926, por resolución del Consejo Universitario, hace 94 años. En 1940, el organismo universitario creó las preseas Remigio Crespo Toral y Honorato Vázquez para premiar los mejores aportes literarios y científicos de cada año, pero la resolución no ha llegado a cumplirse.
Arturo Carpio Rodas, médico neurólogo destacado en el ámbito nacional e internacional por sus investigaciones y publicaciones científicas, vinculado a tiempo completo a la Universidad de Cuenca desde las aulas estudiantiles y la cátedra, intervino por los docentes eméritos en la ceremonia, para agradecer a las autoridades universitarias por el reconocimiento.
“La Universidad de Cuenca ha sido y es parte de mi vida, mi segundo hogar- dijo en su discurso-, puesto que la mayor parte del camino recorrido, lo he transitado durante más de 50 fecundos años en esta ilustre institución. Primero, como estudiante; luego, como docente; y ahora, como investigador. Es muy conocido y repetido el concepto de la investigación científica como instrumento para lograr el desarrollo social y económico de la sociedad. Sin embargo, la verdad de esta aseveración depende de qué se investiga y para quién se investiga. Por ejemplo, en el área de la salud, es vital investigar tal o cual tratamiento que beneficie a la población, pero sin traspasar los límites del interés comercial. En este marco, la política de investigación científica en nuestra Universidad ha estado dirigida a resolver los problemas de salud de nuestra población. Desde esa perspectiva, las investigaciones que hemos realizado en la Universidad de Cuenca, han abordado por ejemplo la epilepsia y la cisticercosis cerebral, la denominada enfermedad de la pobreza, producto de la insalubridad que afecta a los sectores más vulnerables de la sociedad”.
Cecilia Suárez, crítica de arte. |
Wilmer Jumbo, músico. |
Hijo de María Augusta Vintimilla, recibe el pergamino, en representación de su madre. |
En 155 años de la Universidad |
El doctor Carpio aludió a la crisis política y social que sufre el Ecuador, lo que es motivo para reafirmar el valor de la institucionalidad, la ciencia, la democracia, la justicia, la equidad, la tolerancia, la honestidad, pilares del correcto accionar de una sociedad libre y soberana: “Vivimos –sostuvo-, una época de trascendentales cambios científicos y gigantescos avances en la tecnología, gracias justamente a la investigación científica; pero paradójicamente, sufrimos una alarmante crisis social, manifestada por la pérdida de valores y principios, que nos empuja a impredecibles consecuencias que van desde la violencia colectiva que actualmente sufrimos, hasta la vergonzosa corrupción que, desde los poderes económico y político, han contaminado a toda la sociedad. Sin duda, los Profesores Eméritos que hoy hemos sido nombrados y los que vendrán, hombres y mujeres de ciencia, de vocación humanista, aportarán con su experiencia, madurez y clara visión del futuro, uniéndose a la comunidad universitaria, a la ineludible cruzada, para recuperar los valores democráticos y morales, tan venidos a menos en nuestro país, en los últimos tiempos”.
El Alcalde Pedro Palacios; el Gobernador Matías Abad; la Prefecta Cecilia Méndez, acompañaron en la mesa directiva a las autoridades de la Universidad en la celebración, que propicia algunas evocaciones del plantel: la Revista Científica y Literaria, con 21 ediciones de marzo de 1890 a diciembre de 1892, publicó la Universidad en la imprenta donada en 1883 por el presidente Plácido Caamaño; en 1897 la Corporación Universitaria pasa a llamarse Universidad del Azuay; entre julio y octubre de 1925 fue clausurada por el gobierno militar para reorganizarla y reabrirla con el rector Remigio Crespo Toral; el plantel funcionó inicialmente en una casona junto al templo de Santo Domingo y en los años 20 del siglo pasado pasó a su local junto al parque Calderón (actual Corte de Justicia), hasta 1964, cuando fue a orillas del río Tomebamba. Desde el año 2020, tiene un nuevo campus, en Balzay, al occidente de la ciudad.