Daniel Pinos Guaricela, hombre de múltiples oficios, muy popular en Cuenca hasta hace una década, falleció camino a los 98 años, el 18 de febrero. Radiodifusor, periodista, músico, poeta y maestro, cumplió iniciativas y emprendimientos, especialmente culturales

A estas alturas del siglo XXl fue el último vivo de los primeros radiodifusores de Cuenca: hacia 1950 adquirió los equipos de una de las estaciones que aparecían y desaparecían desde 1937, cuando empezó a funcionar la primera emisora local, La Voz del Tomebamba. Le puso por nombre Radio Cuenca, la voz de los Cuatro Ríos, identificándola como una estación destinada a distraer musicalmente a los oyentes, a la vez que a propalar información e inquietudes culturales y sociales de la comunidad.

El hombre de inquietudes culturales en su estudio y biblioteca particular, en una jornada de trabajo.

Fue una de las pocas emisoras con larga duración, pues casi hasta los 90 años se dedicó a ella, con pasión periodística y vocación de artista identificado con inquietudes populares. En los primeros tiempos promovió concursos de mascaradas en tiempo de inocentes y fin de año, iniciativa de la que tomaron la posta entidades sociales y periodísticas –Amistad Club y la UPA-, que la han mantenido hasta que vino la pandemia que desmanteló muchas cosas por todas partes.

Daniel Pinos incursionó en la poesía y publicó los poemarios La Batalla del Portete, Retorno a mi Sangre, Anclados en la Niebla, Tierra Irredenta y Trasplantados, con auspicio de la Casa de la Cultura o por su propia cuenta. Al ritmo poético le ligó la vocación musical y compuso melodías populares, algunas de las cuales obtuvieron éxito y permanencia, como el pasillo Dos Lágrimas, al que le dio fama el dúo Benítez y Valencia. También integró conjuntos musicales que, con diferentes nombres, eran muy apreciados. El trío Los Campiranos, buscado para las serenatas, grabó algunas de sus selecciones.

Al extremo izquierdo, Daniel Pinos, en 1964, durante la presentación de un grupo de música mexicana, en su emisora Radio Cuenca.

Para el cantón Girón, la tierra de sus mayores –él nació en Zaruma y pasó joven a vivir en Cuenca-, compuso la letra y la música del himno oficial que desde hace más de setenta años lo entonan los niños, jóvenes y adultos del lugar con unción patriótica.

La Radio Cuenca funcionó en la planta baja del edificio de la Asociación de Empleados del Azuay –calles Gran Colombia y General Torres-, hasta ir junto a la residencia familiar en la calle Bomboisa, en el barrio de El Vado. El local del centro histórico tenía un auditorio donde artistas locales y nacionales ofrecían espectáculos aplaudidos por el público entre los años 60 y 80 del siglo pasado.

Otros hermanos de Daniel tenían emisoras en Girón, Santa Isabel y El Oro. Con humor, alguien refiriéndose a Radio Cuenca, la Voz de los Cuatro Ríos, dijo La Voz de los Cuatro Pinos.

La faceta de Daniel Pinos como periodista fue también intensa. El micrófono de la emisora era su instrumento para informar, comentar y criticar sobre los hechos importantes de la vida cotidiana, así como para largas entrevistas con los protagonistas de los hechos más notables de la vida diaria. La radiodifusión la alternó también con su afición por el cine, que le llevó a administrar el teatro al que puso por nombre México, pues las películas del país azteca eran las que prefirió exhibirlas.

Uno de los discos de carbón, de un lote que había adquirido cuando desapareció la emisora “La Voz del Tomebamba”.

Entre los años sesenta y ochenta del siglo XX Don Daniel –así era conocido con afecto por su público-, en cada agosto se impuso la costumbre de cumplir una inspiración social: recorrer Cuenca en su vehículo equipado con altavoces, invitando a que la gente diera su contribución para los enfermos de lepra en el sanatorio Mariano Estrella, a extramuros de la colina de Cullca, donde los internos llevaban una penosa vida, socorridos por religiosas dominicanas. Y también presentaba allí a artistas que protegidos al extremo del miedo al contagio, regalaban momentos de alegría y tristeza a los pacientes.

Hasta cerca de los noventa años, el travieso y entusiasta radiodifusor continuó frente al micrófono de la radio. Su espacio noticioso Antena Informativa Nacional, mantenido por más de 40 años, de 12h00 a 14h00, de lunes a viernes, tenía acogida popular, como los mensajes musicales que se habían vuelto escasos y de alguna manera obsoletos. La emisora, bajo la responsabilidad de sus familiares, continuó al aire hasta poco antes de la pandemia que vino a cambiar la suerte del mundo, apagó sus viejos equipos y silenció su voz y su música, como él, para siempre.

 

 

Una de las varias producciones
literarias de Daniel Pinos.

Daniel Pinos se dio tiempo para todo. Identificado con la tendencia socialista, fue elegido concejal municipal de Cuenca y consejero provincial del Azuay. Por añadidura más de treinta años fue profesor de literatura en el colegio Antonio Ávila Maldonado, de horario nocturno, para educar especialmente a mayores después de las jornadas laborables para su sustento.

Su muerte ha vuelto a traer la imagen del personaje al que los años y la vida ya le habían cerrado el telón de su dramático trajín por la cultura, la música y la radiodifusión, principalmente. Su desaparición ha dado motivo para volver sobre sus pasos y advertir que se ha ido alguien que representaba una actitud y una posición humana en un lapso determinado de tradición, cultura y sensibilidad de una comunidad en cuya conciencia quedan sus personales aportes, lo que valió de su camino por la tierra.

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