por: Ángel Pacífico Guerra
El gobierno, con su ministro cuencano de Transporte y Obras Públicas, Marcelo Cabrera, despierta esperanzas para dejar atrás el maltrato con el que en el pasado antiguo y reciente se defraudó al Azuay y al Austro ecuatoriano en la conexión con el país.
Es recurrente, hasta el hastío, pero inevitable, afirmar que la región Sur del Ecuador –Azuay, Cañar, Morona Santiago y Zamora- ha sido secularmente desatendida en vialidad. Ningún gobierno, desde que en 1979 el país recuperó la democracia, como los anteriores de la historia nacional, ha dejado saldos positivos en esta parte de la geografía patria. Esta segregación se ha repetido en otras actividades, pero como en vialidad, nada es más evidente, notorio y deplorable.
El Presidente Guillermo Lasso y el ministro de Transporte y Obras Públicas, Marcelo Cabrera, cumplido un año de su gestión, anunciaron el “Plan Vial Nacional 2025”, con la inversión inicial de 5.700 millones de dólares, suma de la cual en este mismo año se invertirán 161 millones para obras emergentes a nivel nacional.
El presidente Lasso ha prometido unir Cuenca a Guayaquil con una autopista. La oferta trae a la memoria la oferta de León Febres Cordero, al cerrar su campaña presidencial de 1984, de que su gobierno construiría la autopista Cuenca-Molleturo-Guayaquil, proyecto demagógico para conseguir aplausos y votos. Por eso, habría que tomarle la palabra al señor Presidente en funciones, para que su anuncio sea efectivo. La presencia de un cuencano en el Ministerio de Transporte, será importante para que se concrete la iniciativa gubernamental del mandatario a cuyo gabinete está integrado.
El “Plan Vial Nacional 2025”, en cuanto al Azuay y al austro se refiere, incluye proyectos esenciales y urgentes, de los cuales ya hubo anuncios anteriores. En 2017, otro cuencano en ese ministerio aseguró que el gobierno de entonces construiría distribuidores en la vía Cuenca-Azogues; la vía de cuatro carriles, con un túnel por el paso de la Josefina, a los cantones Paute y Gualaceo, entre otros proyectos vueltos a apuntar en el plan actual en referencia. Que estas obras, y otras, apremiantes, se cumplan, dejaría un buen recuerdo del actual gobierno para Azuay y la región sur del país y justificaría la presencia de Marcelo Cabrera en el ministerio a su cargo.
La conexión del austro ecuatoriano con el resto del país es deplorable y no solamente las deficientes carreteras impiden la conectividad. El tren, que llegó tarde a Cuenca y se fue temprano, podría rehabilitarse para una competencia saludable con los camiones pesados, para traer y llevar cargamentos hacia y desde los puertos marítimos que mueven importaciones y exportaciones. Además, activaría proyectos turísticos de pueblos y paisajes con singulares atractivos en el trayecto.
La conexión aérea es otra deficiencia en la relación de Cuenca con el resto del país y el ministerio del Transporte tiene injerencia decisiva para resolverla. Hace más de un siglo Cuenca inauguró la ruta aérea de conexión con Guayaquil, pero la intrépida hazaña de un solitario piloto italiano sigue siendo una rememoración romántica, pues en la realidad la aeronavegación, para esta ciudad, es en pleno siglo XXI un viejo sueño incumplido.