¿Impone el relato del dolor humano universal un estilo narrativo también universal? El breve estupor nos asalta al concluir la lectura de Paraíso¸ de Abdulrazak Gurnah, Premio Nobel de Literatura 2021, en una versión traducida directamente del inglés al español
Recordemos que ochenta años después de la revolución quiteña de 1809, Carlos R. Tobar publicó Relación de un Veterano de la Independencia (1891). Los acontecimientos habían quedado demasiado lejanos para que el autor, que había nacido en 1854, los contara. Se valió para ello de un narrador testigo, Antonio Mideros, quien desde la niñez participó en los hechos, hasta el triunfo de la gesta libertaria. De los recuerdos y de las conversaciones que escuchó o sostuvo en el ambiente social y en el campo de batalla, va brotando un relato vibrante, equilibrado, armonioso y dramático.
Asimismo, ochenta años habían transcurrido desde la penetración europea en territorios africanos, en vísperas de la primera guerra mundial, cuando Gurnah, nacido en 1948, publicó Paraíso (1994). Los acontecimientos quedaban distantes para que el autor los contara. Encargó, pues, la descripción del África salvaje, deslumbrante y tenebrosa, y la narración de los hechos a Yusuf, un muchacho que entre los 12 y los 18 años participó en las acciones que va relatando como narrador testigo, según las recuerda o a través de los diálogos que escuchó o que entabló, entre otros personajes, con Khalil. ¿Ha ganado el texto en vehemencia, musicalidad y dramatismo en su versión al español?
Por Khalil, se enteró Yusuf de que el tío Aziz no era tío, sino un comerciante próspero que exigía a sus acreedores la entrega de los hijos adolescentes como garantía de deudas impagables. Disponía, así, de operadores gratos para el manejo de los negocios. En largos viajes, impresionó a Yusuf el misterio que se ocultaba en el esplendor del ocaso, y en el silencio pavoroso de la noche, interrumpido por el eco de lamentos lejanos. Era el África sagrada, ya en extinción por el pillaje europeo: los belgas despiadados; los alemanes, sobre todo, masticadores de hierro. Esclavizaban a los nativos e imponían leyes cuya máxima expresión era el patíbulo. Al final, cuando reclutaron a los habitantes de la zona donde Yusuf habitaba, se desvaneció la ilusión del paraíso, y también él se puso en la columna.
Hasta aquí el similar esquema narrativo: el encanto, en dos obras culturalmente tan distantes, proviene del estilo. Llama la atención en Gurnah, al tratarse de una versión del inglés, el esmero en el uso del lenguaje, talvez porque, desde otra lengua se aprecia mejor, por ejemplo, la riqueza expresiva del sistema verbal de nuestro idioma en cuanto a la gradación temporal de las formas del pretérito, y en la precisión del condicional perfecto como futuro del pasado. Y no vacila en emplear un tiempo que anda hoy en retirada: el pretérito anterior, que expresa una acción pasada inmediatamente anterior a otra pasada, lo cual se percibirá mejor en este espigueo que remite a los contextos:
“Cuando los hombres se hubieron sentado, Yusuf entró con un jarro de latón y un cuenco” (p.18). “-Es un ignorante -comentó Hamid más tarde, cuando el hombre se hubo marchado” (p. 94). “Cuando se hubo marchado, Kalasinga continuó con su oda a la lujuria”
(p.108). “Cuando se hubo bañado, mudado de ropa y perfumado, resultaba difícil creer que llevaba meses en la carretera” (p. 115). “No te sientas mal –le dijo Hamid a Yusuf cuando el crescendo de su horror hubo alcanzado el punto máximo” (p.124). “Cuando el barquero se hubo marchado, Simba Mwene dijo: -Aquí hacen magia” (p. 178). “Una vez que se hubo lavado y hubo rezado sus plegarias, el mercader llamó a Yusuf” (p.191). “Nadie me dijo nada, yo no era más que un chiquillo, pero escuché cómo hablaban de él cuando se hubo marchado” (p. 248). “Cuando sólo se hubo alejado unos pasos, Amina retrocedió” (p. 267). “Cuando el muchacho se hubo sentado, ella le tomó la mano y se la puso en la herida”. (p.270). “-¿Por qué fuiste a la casa tan a menudo? –preguntó el tío Aziz cuando Khalil se hubo ido a abrir la tienda” (p. 292).