A estas alturas del tercer milenio fieles cristianos pregonan los poderes milagrosos o mágicos del agua, sobre todo si está bendecida por los sacerdotes en liturgias católicas

El agua es esencial para la vida en todas sus manifestaciones. Si la ciencia la descubre en otros planetas del universo, se probará que hay vida –o la hubo- en esos lugares. La misma tierra y el ser humano están compuestos mayoritariamente de agua.

 El frasco de agua bendita tiene fecha de elaboración y caducidad, pero carece de registro sanitario. ¿Perderá los efectos milagrosos al vencer la fecha?

Su importancia es tal que desde inicios de la humanidad se la ha asociado a poderes divinos o mágicos para purificar el cuerpo y el alma. La religión cristiana, en sus primeros siglos, bendiciéndola, la adoptó como sacramental con poderes para curar enfermedades, evitar accidentes y ahuyentar a los demonios.

A la entrada de los templos hay piletas donde los fieles mojan sus dedos para entrar con espíritu purificado. El bautismo es el ritual cristiano que limpia al ser humano al inicio de la vida. Y cuando muere, el sacerdote le despide rociando chorros de agua bendita sobre el ataúd que le llevará al entierro. También otras religiones asignan poderes sobrenaturales a este elemento de la naturaleza.

¿Magia, superstición, fe, ignorancia, engaño? En la religión cristiana el agua está presente en el bautismo de Jesús o cuando él hizo el milagro de convertirla en vino en las Bodas de Canaán. Pero oficialmente el Papa Alejandro (106-115 d.C.) sería el “inventor” del agua bendita con los poderes que la Iglesia le confiere hasta hoy, casi dos mil años después.

El agua de los ceremoniales religiosos ha resistido a la evolución de la sociedad, tradiciones y costumbres, como fuente de espiritualidad. Hay comunidades, conventos y templos donde en la actualidad se entrega a los fieles botellas de agua bendita a cambio de limosnas o está a la venta, con etiquetas, estampas religiosas y explicaciones sobre su uso cotidiano para proteger personas y bienes, espantar al demonio o sanar dolencias y enfermedades. Tener a mano el agua bendita tendría el efecto de perdonar los pecados veniales.

En las botellas de material plástico en las que se envasa el agua bendita para uso público, hay hasta fechas de elaboración y caducidad del producto que, seguramente, perderá sus propiedades milagrosas si se la aplica en destiempo. Hay gente que hasta la ingiere, convencida de sus efectos curativos en el organismo.

Lo que no hay es un registro sanitario, pero a simple vista son visibles corpúsculos extraños que flotan, acaso sal, pues esta sustancia se la diluye en el agua para bendecirla. Según análisis de laboratorio, realizados en diversas partes del mundo, en las piletas de agua bendita hay patógenos infecciosos capaces de provocar serios problemas sanitarios en la piel y el organismo humano.

En la etiqueta de un envase de agua bendita obtenido recientemente en un templo cuencano, se publica: “El agua bendita es un sacramental que nos recuerda el Bautismo, la gracia y el perdón de los pecados ¿Para qué sirve? Su efecto más importante es alejar al demonio, que ronda como león rugiente, buscando toda especie de mal, como nos advierte San Pedro (I Pe 5,8). Los espíritus malignos, cuyas misteriosas y siniestras operaciones afectan incluso las actividades físicas del hombre, quieren ante todo inducirnos al pecado grave, que conduce al infierno.
Además, el agua bendita es un sacramental que nos alcanza el perdón de los pecados veniales, puede liberarnos de accidentes (tránsito, asaltos, caídas), y ayuda hasta a curar enfermedades”.

En estos tiempos de masacres en las cárceles ecuatorianas, podría ser apropiado que los policías que tan dificultosamente controlan los sangrientos ataques que dejan muertos y heridos, junto con los gases lacrimógenos, usaran chorros de agua bendita para expulsar los demonios del cuerpo y del alma de los criminales que lideran mafias de la corrupción y del narcotráfico. También tendría efectos prodigiosos en las borrascosas sesiones parlamentarias y en las irreconciliables pugnas políticas.

El agua bendita tiene, pues, poderes de exorcismo sobre los seres humanos, según los mensajes sobre sus usos y propiedades. Las fotos que acompañan a esta nota, incluida la etiqueta en un envase obtenido recientemente en un sitio religioso, comprueban que a estas alturas de los tiempos, el agua bendita y sus supuestos poderes mágicos deberían inducir a reflexión sobre rituales cuyo origen se remonta a casi dos mil años y serían anacrónicos hoy, cuando han perdido crédito los hechizos y los hechiceros.

Para muchos lectores este tema será sorprendente o increíble, pero está presente y hasta conduce a la ironía y el humor. El agua es vital para la permanencia de la humanidad, aunque los rigores invernales, como el reciente, hayan causado destrucción de cultivos, carreteras, inundaciones, accidentes y pérdidas de bienes públicos y privados, que podrían conjurarse con aguas bendecidas.

El valor fundamental del agua para la vida es percibido en su verdadera dimensión por los movimientos que la defienden ante la agresión ecológica. Un reciente candidato presidencial, vinculado al sector indígena, es incansable defensor de las fuentes de agua y hasta cambió el nombre de Carlos que le impusieron en la pila bautismal, por el que en quichua significa Agua. ¿Quién no conoce en el país al popular líder político Yaku Pérez Guartambel?, posible candidato a una dignidad en la ciudad de los cuatro ríos, defensor del agua en su estado puro, en la Naturaleza.

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