por: Rolando Tello Espinoza
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Ernesto Arias, a la izquierda, con Eliécer Cárdenas, literato con quien mantuvo intensa amistad y le estimuló en su oficio de escribir. |
Descendiente de abuelos libaneses, incursionó en la literatura tras ejercer la profesión y cargos públicos hasta jubilarse, alternando hoy las letras con una pequeña industria doméstica que evoca la vocación comercial de sus antepasados
A la vejez, novelas: Ernesto Arias Deidán las ha publicado siete, desde el 2000, después de pasar de los cincuenta. Ahora, a los 74 años, un blancor ceniciento brilla en sus cabellos y barbas abundantes, en contraste con el rostro ensombrecido, sobre alta corpulencia.
Siente pasar el tiempo cada vez más raudo y se empecina en burlarle con el tardío oficio literario: “estoy armando una novela de la zaga de la migración que abordé en dos obras anteriores, con personajes emparentados con los libaneses Kuffó”, dice, recordando a los viejos de medio oriente trasplantados a inicios del siglo XX en la región andina ecuatoriana.
Su reciente novela, “In-Discreciones”, se ambienta en un hotel de la serranía –tácitamente es Cuenca-, donde el abuelo fue pionero en hotelería, cuando hace casi un siglo el tren era novedad aprovechada por los migrantes en pueblos como Alausí, Chunchi o Biblián, pero llegó tarde y desapareció en Cuenca. “Somos memoria: siempre escuché atento a mis abuelos venidos de Líbano a Guayaquil, desde donde sentaron su desarraigo en pequeños pueblos dispersos, dedicándose al comercio”, comenta.
En el hotel El Álamo ocurren episodios triviales que van subiendo de tono en intrigas de negocios o citas sexuales que culminan en el asesinato de una mujer, crimen cuya investigación propia de la novela negra, prende al lector. Un camarero ha horadado pisos para fisgar a parejas amándose en las habitaciones, a veces con actores del mismo sexo.
Esta última novela motivó para arrancar al autor información sobre su trayectoria, sus secretos existenciales y de los fantasmas que excitan su cerebro, a los cuales quizá pueda espiárselos, como a través de los agujeros sobre los cuartos del hotel donde Ernesto vivió su infancia y donde vio morir a su padre, capítulo inicial que acaso en lo literario es de lo mejor logrado en la obra.
Las seis novelas anteriores publicadas por Ernesto desde el año 2000.
“Fue la primera vez que vi morir a alguien y mi corta existencia quiso que ese alguien sea mi progenitor. Entonces pensé que la vida es indiferente cuando se trata de abrir heridas en el alma de los hombres. No mide edades, ni sexo, ni estatus, solo llega sigilosa y marca el destino de cada uno… Levanté la mirada y vi los punteros de un reloj de pared, en mueble de madera tallado a mano. Marcaba las seis con cinco minutos de la tarde. Nunca olvido esa imagen: es la hora en que murió mi papá…”
La reciente novela “In-Discreciones”, que el autor presentó en Libri Mundi, a inicios de abril del año en curso |
Ernesto, economista, aparentemente pasaría por profesional ajeno a la literatura, pero ya estudiante leía a Vargas Llosa, Juan Rulfo, García Márquez, Cortázar, Onetti, así como a los ecuatorianos Ubidia, Egüez, Pérez Torres y más tarde a Eliécer Cárdenas, con quien compartiría diálogos literarios y amistad hasta su muerte en septiembre de 2021. “La Economía es ciencia aplicada a lo social y humano y no es incongruente con la literatura” –dice-, recordando que Marx plantea el fin supremamente humano de la economía que trasciende lo mercantil a través de la economía política y la lucha de clases.
En tiempos universitarios escribía secretamente cuentos y pequeños relatos, sin interesarse por la publicación, por timidez e inseguridad. Pero fue, precisamente, Eliécer, quien acogió sus travesuras literarias en los años 80, dándolas a luz en el periódico vespertino El Tiempo, donde el premiado autor de Polvo y Ceniza ejercía de periodista.
Entonces cobró impulso la afición literaria, alternada con el ejercicio profesional y cargos burocráticos afines. Los pequeños cuentos en los que de golpe se sorprende al lector, parecieron susceptibles de hilvanarse en capítulos que a través de un hilo conductor y la especulación permitan ir al centro del interés entramado en las ficciones novelescas. Y eso ha hecho en las obras publicadas y otras en proyecto.
La producción literaria cada vez tiene menos lectores, especialmente en la juventud alienada en redes sociales y la informática. Ernesto cree que el fenómeno es pasajero; las facultades de letras intentan rescatar lo humanístico de lo técnico y comercial dominante en las carreras universitarias. “Yo concuerdo con Humberto Eco –dice-, quien afirma que jamás desaparecerá el libro físico, porque mantiene la memoria. Lo virtual es efímero, lo que perdura en lo literario es su profundidad y el olor a imprenta”.
Por añadidura, pese a los riesgos, le gratifica escribir y realizar una vocación cuyos frutos los valora a través de los lectores, sin importar si fueran pocos o muchos. Además, la Literatura no es oficio para vivir, pues generalmente al escritor cuesta sacrificios publicar y las librerías captan altas comisiones. “Es un oficio quijotesco, de sueños, de esperanzas de transmitir algún mensaje. Recuerdo que el escritor Alfonso Reyes aludiendo a las librerías dijo que la mejor competencia que les puede hace un autor es regalando sus libros. A diferencia de lo que ocurre con los productos comerciales, muy pocos pagan para leer”
Las novelas que ha publicado, en orden cronológico de aparición, son Un Extraño Tras la Puerta, Agitadas Sombras Bajo un Nuevo Sol, Rojo Umbral, Hienas, Amanecer de Fuego, El Rostro e In-Discreciones. Las últimas cinco, con el sello de Editorial El Conejo.
El otro oficio: el literato alterna sus jornadas cotidianas con la pequeña industria de moler café, en instalaciones montadas en su residencia. |
Ernesto Arias fue político socialdemócrata, cuando a postrimerías de las dictaduras militares ecuatorianas (1978-1979) Manuel Córdova y Rodrigo Borja fundaron el partido Izquierda Democrática y él estuvo entre los primeros militantes en Cuenca. Hoy, desencantado de la política, padre y abuelo, tiene tiempo y jubilación para hacer lo que gustó desde épocas estudiantiles: escribir. En sus obras de alguna manera protesta contra la injusticia social, la ambición que lleva a la traición, a la corrupción, la venta de conciencias o al abuso del poder político y económico, con la esperanza de que lleguen cambios profundos y transformen para bien la realidad social, cultural y humana del presente.
La aparición de In-Discreciones fue ocasión para el diálogo con su autor. Los críticos literarios son los encargados de analizar la producción de Ernesto Arias, como especialistas en estudios de Literatura. Él vive tranquilo, en paz consigo mismo y con la sociedad, alternando el arte del lenguaje con una pequeña industria doméstica para moler granos de café y entregar el aromático producto al mercado, leal a la vocación comercial de los antepasados que impulsan su sangre libanesa entreverada a partes iguales con la sangre andina.