por: Ángel Pacífico Guerra
La corrupción, la inseguridad, la delincuencia, la impunidad, aparecen como temas menores frente a los conflictos bulliciosos de las confrontaciones políticas que lo silencian todo
El precio de los derivados del petróleo ha sido siempre un tema social y político muy combustible en el Ecuador, especialmente desde que se convirtiera en los setenta del siglo anterior en país productor y comerciante petrolero.
Desde el gobierno pasado las gasolinas y el diesel, que mueven gran parte de la cotidiana dinámica nacional, han experimentado un incremento mensual constante de valor, medida legalizada oficialmente y ante las amenazas de repetir los horrendos episodios de un año atrás, han obligado al gobierno del Presidente Lasso a congelar los precios para, con el hielo de esta medida, evitar un incendio de fatales consecuencias, a punto de repetirse.
El alza mensual de los precios estaba sustentada en operaciones internacionales según las cuales, mientras más alto era el costo del barril de petróleo en el mercado internacional, más alto era el que correspondía a la venta de sus derivados. Es decir, mientras más ingresos obtenía el Estado ecuatoriano por la venta del petróleo, mayor era el precio de las gasolinas y el diesel para el consumo interno: inconcebible paradoja.
El congelamiento de los precios, que era lo que reclamaban los sectores sociales, especialmente campesinos e indígenas, no ha satisfecho, sin embargo, las expectativas de estos sectores. Pues, la medida fue adoptada luego del último incremento de octubre, lo que ha sido considerado un “paquetazo” contra la economía de los ecuatorianos.
Hay mucha razón en los argumentos para rechazar la forma cómo se ha dictado tal congelamiento. Pero no puede descartarse que el tema del precio de los combustibles, desde muy antaño, está ligado a objetivos económicos y políticos. Económicos para los gobernantes que buscan recursos para la financiación presupuestaria, y políticos para quienes, con las miradas puestas en las controversias de la oposición, en las proyecciones electorales, encuentran motivo, o pretexto, para mantener vigentes sus “luchas sociales”.
Cuando en el país soplan vientos turbulentos que amenazan contra la escasa paz social y política, a seis meses del gobierno del Presidente Guillermo Lasso, es necesario llamar a los líderes de las permanentes contiendas, para que comprendan que el Ecuador necesita recuperar un ambiente que permita sobrevivir sin sobresaltos, temores, amenazas, en busca de mejores días, de trabajo constructivo, de esperanzas de dejar atrás antiguas rencillas y pugnas que han sido escalones para logros personales de pocos que pregonan discursos en nombre del pueblo.
¿Cuándo llegará el día en que los más diversos dirigentes de organizaciones sociales y políticas dialoguen civilizada y patrióticamente sobre la realidad nacional, pensando en el común de los habitantes, en los intereses colectivos, en el bienestar que nadie tiene derecho de impedirlo? Es tiempo de decir ya no más a la beligerancia, a los discursos sobrecargados de malicia, a las malas intenciones con las que se negocian a espaldas del pueblo los temas de interés para ese pueblo.
Tienen razón quienes reclaman y protestan y rechazan los altos precios de los combustibles, pues no hay actividad de la vida diaria que no guarde relación con el consumo de los derivados petroleros, tanto más que el nuestro es un país petrolero. Pero hacer de este tema el pretexto de promoción de otros intereses, no es aceptable, ni conveniente, ni justo.
Las dolorosas experiencias de levantamientos vinculados al precio de los combustibles, son recientes. Y han dejado amargos sabores para todos los ecuatorianos, Nadie quisiera que se repitan, tanto más que nadie responde por sus consecuencias, pues las investigaciones de los daños y pérdidas causadas con la agitación y la violencia, son también motivos de negociación política, de pactos de conveniencia, de usufructos particulares de los impunes responsables.
El país, que defiende la democracia, necesita y quiere vivir en paz. Es obligación de todos sumarse con patriotismo a este objetivo.