La tensión social y política que predomina en los actuales momentos en el Ecuador, no puede permanecer en forma indefinida: hora es de que gobernantes y gobernados, mirando el bien del país y su futuro, convengan en dejar atrás las controversias, subsanables, que agitan más de lo debido el ambiente nacional.

Los pocos meses desde que el Ecuador escogió a su gobernante en las urnas, para cuatro años, no son tiempo suficiente para el cumplimiento de sus ofertas electorales, pero sí es tiempo para ver indicios de que serán cumplidas: hay que darle tiempo al tiempo y colaborar para que los compromisos del candidato tengan éxito y no fracasen.

Con las experiencias, especialmente de una década y media hacia atrás, los ecuatorianos deberíamos estar convencidos de que no es conveniente continuar sobre el propio terreno: hay que mirar y seguir hacia adelante. Naturalmente, sin olvidar ni perdonar a los culpables de perjuicios, corrupciones y acciones dolosas y dolorosas.
Obligación de quienes hacen opinión orientadora de la sociedad es llamar a la cordura, la sensatez, el patriotismo, la civilidad, para que el Ecuador encuentre senderos por donde transitar en paz hacia mejores días, el buen vivir, a los que tenemos derecho todos, en igualdad de condiciones. La buena voluntad debe prevalecer sobre los intereses particulares, las pasiones políticas, los afanes de entrabar la gestión del gobierno democráticamente legitimado.

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