Alternabilidad es democracia. Simón Bolívar, al renunciar a la Jefatura Suprema de Venezuela y entregar el mando al Congreso, dijo el 15 de febrero de 1819 en Angostura algo actual para hoy: “Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar por largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
Guillermo Lasso inició su mandato presidencial con promesas de cambios sociales y políticos. Desde 1979 los discursos de posesión presidencial recibieron más aplausos que críticas dentro y fuera del país, pero los hechos dijeron –y dirán- más que las palabras.
El flamante mandatario anunció el fin del caudillismo en la política nacional y llamó a la Presidenta de la Asamblea, dirigente indígena que le tomó la promesa, a una minga por la unidad del país, pues su gobierno será del encuentro entre ecuatorianos, en una nueva etapa histórica, como en 1979, del fin de las dictaduras.
Recibimos un país con niveles históricos de desempleo, aludió al gobierno anterior, acusándolo de incapacidad para enfrentar la pandemia del Covid 19, y refutó a Lenín Moreno que dijo hubiera querido como presidente un pueblo mejor: “Los ecuatorianos son el mejor pueblo al que un presidente puede aspirar”.
Con dos derrotas en candidaturas anteriores (2013 y 2017), Lasso identificó las aspiraciones de la mayoría de ciudadanos, para trabajar y vivir en paz, con igualdad, sin violencia política. Con madurez, proclamó democracia, democracia y más democracia, insistiendo en que quiere ser presidente y nada más que presidente.
Justificó la alianza política con Pachakutik en la Asamblea, rompiendo un pacto con el correísmo y el Partido Socialcristiano: “No he venido a saciar el odio de algunos, sino el hambre de muchos”, y resaltó lo que nadie se hubiera atrevido a imaginar, al encontrar propuestas de gobernabilidad con el sector indígena. Pero no faltaron las ambigüedades: dijo que en su gobierno no habrá persecución. “Yo no traigo una lista macabra”, señaló, pero también que respetará la independencia de la Justicia.
Los discursos inaugurales de los presidentes ecuatorianos desde 1979 han sido, en mucho, lugares comunes y vueltos a revisar muestran aciertos, errores, previsiones o ironías. Jaime Roldós dijo que sería utópico “modernizar el país sin vulnerar esquemas conceptuales y sistemas organizativos, a fin de erradicar la lentitud, la corrupción y el despilfarro. Es inaceptable que los ecuatorianos tengamos que estar sometidos al despotismo, la arbitrariedad y la coima… Tenemos el compromiso de echar a andar un paralítico: así queda el país luego de tres dictaduras… Un país con una economía desequilibrada y más allá de la metáfora tecnocrática, es una realidad de la que no es fácil escapar”.
Roldós reconoció que “buena parte de la aurora que hoy renace en el horizonte nacional, debemos a la opinión pública… No hay un pueblo más fuerte que un pueblo informado y orientado y un gobierno democrático depende, entre otros factores, de la prensa, pero la prensa no puede depender del gobierno”.
Rafael Correa, al asumir la presidencia el 15 de enero de 2007, dijo: “La institucionalidad política del Ecuador ha colapsado, algunas veces por su diseño anacrónico y caduco, otras por las garras de la corrupción y las voracidades políticas. El reparto que refleja la Constitución vigente, a través de la politización de autoridades de control, tribunales, etc., ha desestabilizado e inmovilizado al país”.
Sobre la corrupción –que tanto dejó la década a su paso- apuntó: “El segundo eje de la revolución ciudadana es la lucha contra la corrupción, mal enraizado en nuestra sociedad, exacerbado por modelos, políticas y doctrinas que ensalzaron el egoísmo, la competencia y la avaricia como el motor del desarrollo social… Para esa lucha hemos buscado los mejores hombres y mujeres que con manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes por la Patria, dirijan las diferentes instituciones del Estado, y, desde ahí, con todo el respaldo político de la Presidencia de la República, eliminen, con su ejemplo y su consagración ciudadana, este nefasto mal”.
Correa entonces ya anunció que influiría en otras funciones: “(...) con la garantía de nuestro irrestricto cumplimiento de la ley, tenemos la autoridad moral para demandar la misma transparencia en las actuaciones de las diferentes instancias de poder”.
El discurso de posesión del presidente Lenín Moreno tuvo acertijos sin precedentes. Él triunfó de manos del correísmo, con el que marcaría adversidades. El 24 de mayo de 2017, dijo: “Muchas gracias por acompañarnos hoy, cuando se une la herencia del pasado con el presente y el futuro que estamos construyendo desde hace diez años. Hoy concluye una época que deja al país con realidades y objetivos más claros: Diez años de educación y salud. De entregar una nueva institución educativa cada 12 días y una infraestructura médica cada 10 días. Un decenio en el que forjamos las bases para vivir con energía limpia y propia, principalmente gracias a la gestión del querido amigo Vicepresidente de la República, Jorge Glas.
“Son diez años de haber sido testigos de la construcción de caminos, de puentes, puertos y aeropuertos, de proyectos multipropósito. Diez años de la recuperación de la autoestima, el orgullo y el sentido de pertenencia de los ecuatorianos. Y mucho, muchísimo más. Este proceso tiene un pueblo entero y tiene un nombre: Revolución Ciudadana. Los pueblos hacen la historia, pero los líderes aceleran los procesos. Esta revolución tiene un líder: Rafael Correa Delgado. Gracias Rafael. Hasta siempre, hermano querido, Rafael Correa Delgado.
“Este proceso también tiene una leyenda: la de la Revolución Ciudadana. Algún día y óigaseme bien, podremos narrar con orgullo a nuestros hijos y nietos. Decirles que fuimos testigos presenciales de esa leyenda. Más aún: que con tesón fuimos parte de ella. Que al igual que hace más de 100 años hubo quienes cabalgaron junto al General Eloy Alfaro, ahora podemos decir que Cabalgamos –bueno...algunos rodamos—junto a Rafael Correa Delgado”.
Entonces Moreno anunció “una cirugía mayor contra la corrupción”. Sus pacientes resultaron ser los cabecillas y miembros de asociación ilícita que, con Correa a la cabeza, están prófugos, en la prisión como Jorge Glas y otros asilados en el exterior o con grilletes. A poco de iniciar su mandato, Moreno asistió a un acto en Lima y en diálogo con periodistas salió el tema de que en Perú dos ex presidentes estaban presos. “Nosotros aún no perdemos la esperanza”, dijo con humor, pero al fin de su gobierno no vio cumplida su esperanza…