El grupo cuencano Expresión Latinoamericana hace receso por la pandemia, pero sus miembros tienen listos los pasaportes para pronto retomar la difusión del arte, las leyendas y los saberes ancestrales de los pueblos andinos
La gente de Ismalia, en Egipto, miró asombrada explotar la cohetería al ritmo de quenas, rondadores, zampoñas, charangos, bocinas, bombos y más instrumentos andinos. Al estruendo se sumaron aplausos de júbilo ante el espectáculo opuesto al terror del fuego por los bombardeos y las guerras.
Era 2004, en una de las giras internacionales del grupo ecuatoriano Expresión Latinoamericana, de danza y música. Yolanda Neira Alvarado recuerda que han pasado cuarenta años desde que lo fundó en 1981, sin que pueda celebrarlos por la pandemia del mundo.
Aquel Festival organizado por la Liga Árabe lo evoca con emoción, pues en ninguna parte –y el grupo sí ha recorrido el mundo-, hubo tanta seguridad, desde la recepción en el aeropuerto, con resguardos armados hasta hospedarse en uno de doce edificios para los elencos participantes, donde había lo necesario para no salir por nada. Hasta estaban cercados por perros guardianes.
La gente con herencias de cultura milenaria, en la ciudad próxima al Canal de Suez, orgullosa de la esfinge y de las pirámides, admiró a los artistas del ignoto país desplazándose ágiles en danzas ancestrales, la vaca loca vomitando fuego y los cuernos encendidos, al ritmo de música nunca antes oída, alegre como la Chola Cuencana y los saltashpas, o triste como los yaravíes. A Yolanda le premiaron con las llaves de la ciudad.
Expresión Latinoamericana nació inscrito al conservatorio de música de Cuenca, independizándose en 1983, cuando el ministerio de Educación –Claudio Malo era el titular- le dio personería jurídica para una gestión sin ataduras burocráticas. A partir de entonces vinieron muchas actuaciones en el país y el mundo resultó chico.
Las primeras habían sido en el Puente Roto, a orillas del río Tomebamba, donde los desniveles de la escalinata permitían el montaje apropiado para los actores y el público: las tradiciones, la cultura, las leyendas populares con fantasmas y curas sin cabeza, las beatas, la religiosidad popular, escenas de danza y música al aire libre.
La primer salida al exterior fue en 1987, cuando el gobierno de León Febres Cordero apoyó para que el conjunto concurriera al Festival de Palmas de Mallorca, en las islas Baleares, con una exitosa presentación de estampas del folclore de la serranía ecuatoriana y danzas incásicas.
Los danzantes cuencanos en países de otros idiomas
Desde entonces, salieron cada año. El grupo, ya conocido en el plano internacional, recibió invitaciones para festivales como el de Zelenograde en Rusia, de Villach en Austria, de Ostrava en Checa, de Odoorn en Irlanda, en Francia y otros países europeos y asiáticos, donde se divulgó el folclore, los saberes ancestrales, la antropología y la historia del Ecuador y de la América Latina.
Ir a escenarios o sitios públicos en países distantes lleva ajetreos que empiezan por trámites de visas y pasaportes, financiamiento, previsiones de alojamiento para diez y hasta más de veinte personas. Yolanda, que vivió un tiempo en ciudades europeas, aprendió destrezas de autogestión que las puso en práctica. A los bailarines y danzantes debían acompañar músicos con sus instrumentos y también los trajes y utilerías para los escenarios.
Yolanda dirige su escuela de danza que empezó en 1981 con diez jóvenes de ambos sexos y fue creciendo, y también disgregándose por estudios o matrimonios. Del comienzo quedan ella y Roberto Ochoa, quien hizo estudios antropológicos y de saberes ancestrales para incorporarlos a la formación de los integrantes y mostrar al mundo la diversidad cultural de la América Latina, su identidad y su historia, dice la directora del grupo.
La escuela hasta con más de trecientos alumnos ha sido semillero para otros conjuntos, varios con notable éxito nacional y en el extranjero. El conjunto musical Sangre Criolla, de Chordeleg, acompaña los viajes de Expresión Latinoamericana. Lo dirige Saúl Jara, artesano que a más de pentagramas sabe de joyería y de fabricar instrumentos musicales autóctonos.
Las últimas actuaciones del grupo fueron en 2019 y debieron cancelarse proyectos desde el año pasado, por el coronavirus. “Es imposible una actuación de danza con el rostro cubierto con mascarillas”, se lamenta la mujer cuya pasión es el arte del cuerpo en movimiento acompasado a los ritmos musicales que se expresan en gestos de alegría.
Luego de cuarenta años de dar vida a Expresión Latinoamericana, Yolanda Neira Alvarado espera, con los efectos saludables de las vacunas contra la pandemia, retomar los planes pendientes, pues tiene energías para continuar su realización personal a través del grupo cuya trayectoria no está para terminada.
Yolanda Neira, directora y mantenedora del grupo artístico |
La danza de la vida…
La música y la danza han sido más que aficiones, necesidades existenciales para Yolanda, desde la infancia. Todo ha dejado para entregarse a su vocación y pasión.
Tras el bachillerato, cursó dos años de Arquitectura, pero no encontró allí afinidad con el hacer artístico y acabó graduándose de economista porque algunas asignaturas tenían una vinculación social capaz de enriquecer las prácticas incesantes de la danza, que le enriquecían física y espiritualmente a más de ofrecerle vínculos humanitarios.
El matrimonio tampoco fue compatible con la vocación que le empujaba a los viajes que le mostraron la pequeña dimensión del mundo, frente a los grandes caminos que los abría el arte. Tras dos años de experimentarlo, se deshizo la unión que de alguna manera era atadura para quien buscaba realizar libremente su vida.
Ella fue alumna de Osmara de León, artista cubana-española que hizo patria en Cuenca en la segunda mitad del siglo XX y sembró semillas de la danza en un terreno inicialmente árido, que con abnegación consiguió hacerlo fértil: Yolanda es un fruto de ese arte que empezó incomprendido y acabó esparciéndole desde Cuenca, con movimiento, alegría y colorido, por muchos horizontes.
Al revisar el pasado, ella es feliz de lo que hizo y grata con quienes la apoyaron para adelante. Reconocimientos de organismos públicos y privados, de Cuenca, del país y del exterior, dan testimonio de la misión cumplida. Hace dos años un accidente propio de su actividad le causó una lesión que le impide continuar sus destrezas bailarinas, pero las ve multiplicándose con creces en sus discípulos.