…las ciudades se relacionan entre sí mediante las funciones que cumplen.
James H. Johnson
Las ciudades necesitan dejar de extenderse en anillos concéntricos y refuncionalizarse, para permanecer dentro de las medidas adecuadas
Quito se ha vuelto una ciudad invivible. Dicha – en varias formas y con diferentes matices – esta afirmación, hace años, que se repite. Y lo peor es que, ciertamente, responde a una dura realidad. La capital ecuatoriana es una ciudad de montaña; que se escalona en una amplia franja altitudinal, que va, más o menos, desde los 2.300 hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar. Esto significa que es demasiado alta, en sus partes más altas. Y se extiende, horizontalmente, entre muchos cerros, quebradas y pequeños valles.
Un sitio difícil… Cuyo escogimiento se explica por una originaria razón militar: Se había construido allí una fortificación. Un mal comienzo. Lo que, por otra parte, nos lleva a lo obvio: De haberse proyectado un centro administrativo, habría debido buscarse otro lugar. Pero, claro, el pasado ya fue, es inmutable; y, hoy día, sólo cobra su precio.
Detallando, Quito sufre por sus varias desventajas. En primer lugar, es demasiado alargada. Por ello, -- siendo nada más que una ciudad mediana, en una escala continental – tiene distancias muy grandes. Y, tal condición, complica y encarece el transporte. En segundo lugar, los avatares naturales son frecuentes: temblores, deslaves, inundaciones… En otro orden de cosas, – por el centralismo nacional – la ciudad es demasiado burocrática. Alberga a mucha gente improductiva…
Como consecuencia de todo lo anterior, el tráfico motorizado es abundante; y, en algunos puntos, casi caótico. Así, estos últimos se convierten en oprimentes “cuellos de botella”. Sus entradas norte y sur son muy pobladas, tienen calles estrechas y carecen de vías perimetrales. El problema es complejo. Por eso. una obra muy costosa – el metro – ha resultado, apenas, una solución parcial. La conclusión: No habría, en realidad, que insistir en mejoras; en ponerle parches a algo que va de mal en peor, irremediablemente. La verdadera solución – radical y perdurable – sería detener el crecimiento de la ciudad; reorganizar el funcionamiento actual; e ir cambiando, paulatinamente, sus funciones.
¿De qué estamos hablando? Vayamos, directamente, al meollo de la cuestión: Hay que fundar una nueva capital del país. ¿En dónde? Quizás en algún lugar costanero y más o menos céntrico y bajo. (Al pie de la Cordillera Occidental; a unos 600 metros sobre el nivel del mar, como Santo Domingo de los Sáchilas.) Y esto sería uno solo de los cambios de todo el sistema urbano. Es que ya hay varias ciudades grandes en el Ecuador. Guayaquil -- lo sabemos bien – es un problema abultado y muy especial. Y, aun Cuenca, va haciéndose demasiado grande. (Ponerla como capital del país – lo propuso alguna vez Osvaldo Hurtado Larrea – no es una solución.) Lo adecuado, y preciso, en este escenario, sería refuncionalizar a todas las ciudades; para hacerlas mejores y más vivibles.
Algo para recordar. Hoy, se dice, que el Fordismo – el automóvil, con sus exigencias – transformó a las ciudades. Y, quizá, para mal… Éstas – seculares y anticuadas – se adaptaron, defectuosamente, a la novedosa e invasiva máquina. Y, así, fueron perdiendo, en forma rápida, su condición humana. Los urbanistas más prestigiosos sostienen, hoy, que la ciudad óptima es aquella de la “walking distance”; los recorridos de unos quince minutos. Estamos hablando, pues, de los centros, en los cuáles, la gente se moviliza, sobre todo, a pie o en bicicleta. Para lograr esto, las ciudades deben dejar de extenderse en anillos concéntricos; y refuncionalizarse, para permanecer dentro de la medida adecuada. Luego, deberán crecer, formando unos rosarios de pequeños centros, convenientemente espaciados. (A fin de ir alternándose con las áreas agrícolas y las áreas verdes.) Ordenamiento del espacio… Buen trabajo para los planificadores.
En el Ecuador, los cambios urbanos señalados deben darse en el marco de una reforma general y casi total. (La red urbana que tuvimos – y que fue bastante aceptable – ya no funciona bien; y debe reemplazarse.) Nuestros más decididos reformadores hablan de un país federal; un gobierno parlamentario; una educación descentralizada y diversificada; una seguridad social personalizada (no, de reparto); etc.
Una nueva organización del espacio, una nueva sociedad, una nueva cultura… ¿Grandes proyectos, grandes tareas, grandes esfuerzos? Ciertamente. Se trata, pues, de preparar el futuro. Y, luego, de empezar a realizarlo. Nada menos.