Mientras unos porfían en el error de pronunciar carnet (francés, carnet), otros vacilan ante el plural, entre carnets, carneses y carnetes, cuando lo sencillo y correcto es carnés, hayan sido expedidos legal o ilegalmente
Antes de la pandemia, hablábamos acerca del género; ahora lo intentaremos sobre el número, ya motivados por ella. Resulta que muchas personas, de probada soltura en el lenguaje oral, entrenadas en proferir por televisión, de un solo impulso espiratorio, los nombres más enrevesados que abundan en los protagonismos de diversión social (deporte, farándula, política), desaciertan en el empleo del singular y el plural en vocablos que el virus ha hecho cotidianos.
En los noticiarios se difunden, de la mañana a la noche, secuencias silábicas de difícil articulación, casi impracticables por el común de los hablantes. Series abigarradas de consonantes y vocales se emiten, sin titubeo, en combinaciones nunca escuchadas: Wray, Altamaint, Isch, Sonnenholzner. Pero se relaja la fluencia ante el recelo de decir con claridad carné y su plural, carnés, según lo hacen en español los nombres terminados en “é”: corsé (francés, corset) / corsés; chimpancé / chimpancés; café / cafés (nunca cafeses). Así, pues, mientras unos porfían en el error de pronunciar carnet (francés, carnet), otros vacilan ante el plural, entre carnets, carneses y carnetes, cuando lo sencillo y correcto es carnés, hayan sido expedidos legal o ilegalmente.
Un problema similar afecta al plural de ciertos nombres incorporados al idioma desde la informática: casete (del francés cassette), disquete (del inglés diskette), para cuyos plurales ha de agregarse “s”: casetes, disquetes. De modo que no hay para qué fatigarle a la lengua con unos complicados y tortuosos casets y disquets que al parecer se niegan a girar dentro de la boca. Es muy diferente el caso de cabaré -también del francés-, admitido en doble forma, a gusto de los usuarios (de la lengua), la españolizada, cabaré, y la original francesa, cabaret. En consecuencia, es aconsejable no desechar esta doble posibilidad de elección si se tiene que acudir a los plurales cabarés o cabaretes, ambos correctos, y no a cabarets.
Otras dubitaciones se dan en vocablos ingresados al caudal léxico español directamente desde la antigua lengua madre: superávit, déficit, hábitat, ultimátum. Si los escolares de antaño aprendieron que tales términos eran invariables en el plural, que debía expresarse por el artículo o el adjetivo: los déficit, los superávit, etc., deben saber que hoy admiten el plural en “s”: hábitats, memorándums, ítems. Pese a no ser latinismos, se benefician de este procedimiento nombres originarios de otras lenguas, entre ellos: complot / complots; mamut / mamuts; cómic / cómics; esnob /esnobs; chip /chips; récord / récords (viene por buen camino la adaptación récor / récores); pero no el anglicismo fan (acortamiento inglés de fanatic), cuyo plural debe hacer fanes (igual que can / canes) para referirse a los fieles seguidores de algo o de alguien, afectados de un virus que corre paralelo al que nos tiene sumidos en la incertidumbre.
Mas, si al pluralizar se junan tres consonantes en el tramo final de una palabra, la situación puede tornarse embarazosa, porque es una combinación ajena a la cadencia musical de nuestra lengua, la cual se predispone a defenderse. Ocurre esto con el anglicismo test, muy en boga en español para designar una prueba que se aplica en diferentes áreas, más comúnmente -entre nosotros- en las evaluaciones médicas y educativas. Si se agrega “s” para formar el plural, se obtiene el grupo tests, impronunciable, por más que se lo ensaye dos mil veces. En cambio, si el hablante añade “es”, designará el plural de una palabra cuyo significado nada tiene que ver con las evaluaciones. La estrategia consiste, entonces, en dejar que el artículo o el adjetivo se hagan cargo del plural: los test, innumerables test.
Una duda adicional, de otra índole, surge cuando se tiene que expresar la acción de aplicar un test, puesto que el hablante se tropieza de entrada con el verbo testar, cuyo significado originario es hacer el testamento, operación muy loable en este penoso instante, pero que no viene al caso. A fin de evitar confusiones, en países de nuestra América, incluido el Ecuador, se generaliza el verbo testear para atender a la necesidad de nombrar, con la premura que impone la pandemia, lo concerniente al uso y aplicación de los test.