Los dos siglos de independencia, proclamada el 3 de noviembre de 1820, no son para fiesta –mortal pandemia angustia al mundo-, sí para resaltar la valentía de quienes la proclamaron, y para la interrogante: ¿Es realmente Cuenca independiente? Enojosa es, pero inevitable, la queja por el centralismo administrativo y económico que afecta a la zona azuaya y austral, parte de una misma Patria, disminuida en obra pública, vialidad, conectividad aérea y desarrollo general.

El discrimen viene de gobernantes que limitan a las grandes metrópolis su visión nacional y los recursos, con enfoques electorales. Cuenca ha dado pasos gigantes para ser modelo de urbanismo, de vigencia cultural, de soluciones eficientes y honradas de sus necesidades básicas, con su propio esfuerzo. El centralismo no frena su desarrollo y bienestar, pero es lamentable que al trato injusto del poder central respondan con indolente aceptación quienes lideran las instancias administrativas locales: ¡Cuenca no tiene quién la defienda!

Es actual el discurso del 3 de noviembre de 1920 del Presidente del Concejo, Alfonso Cordero, día del centenario: “…Enmendemos del pasado lo que sea de enmendarse, mejoremos el presente; sonriamos al porvenir, y haga el destino que nuestros sucesores, en el segundo Centenario de la Independencia azuaya, conmemoren también el primero de su liberación moral y política, intelectual y económica: liberación de la que bien podemos ser, si el arresto no nos falta, los apóstoles resueltos, los mártires abnegados o los triunfadores gloriosos”.

Esta edición bicentenaria destaca temas históricos, en paréntesis, en homenaje a Cuenca, de los de corrupción, impunidad, política o candidaturas. Mucho queda por conocer de la hazaña independentista por el extravío de documentos que, quizá, motiven un esfuerzo para recuperarlos. Alberto Muñoz Vernaza, Honorato Vázquez, Ezequiel y Ricardo Márquez, Víctor Manuel Albornoz, Antonio Lloret, rescataron mucha historia y son fuente de varios temas aquí tratados.