Fernando Mora se graduó en la Universidad de Cuenca en 1983 , tiene un diplomado en Micología en el Instituto Pasteur, de París, he hizo pasantías de MedicinaTropical y Salud en el centro hospitalario universitario Pitie Salpetriere, vinculándose a la organización francesa Médicos del Mundo, que le encomendó misiones emergentes en países pobres
En 1997 estuvo en la región de Rwanguba Nord Kivu, República Democrática del Congo, con un equipo de profesionales que detectaron tres casos de ébola, en el caserío Jomba. “El ébola es una filovirosis cuya morfología no semeja a la de ningún otro virus, con epidemias desde 1976 y letalidad del 87% tras una incubación de cuatro a nueve días: produce fiebre, dolores musculares, cefalea, faringitis y diarrea. Le sigue bradicardia, un pavoroso síndrome hemorrágico y la muerte entre el octavo o noveno día”, comenta.
El médico Fernando Mora en el Instituto Pasteur. |
Para el tratamiento se usaba suero del convaleciente e interferón, medicamento que mejoró a un enfermo y los otros murieron. La misión no pudo seguir en la zona por incursiones armadas, la inseguridad y las rutas minadas. “Días después –dice- supimos que el pequeño poblado donde brotó el ébola desapareció y los sobrevivientes huyeron”.
Esa región se consideraba una de las más peligrosas del Congo, con bandas armadas de las antiguas milicias FAZ del régimen de Mobuto y los conflictos étnicos entre hutus y tutsis, milicias ruandesas con los guerreros Maï-Maï, y un ambiente de conflictos bélicos permanentes.
En 1991 Fernando fue asignado a Iquitos, en Perú, en un programa de lucha contra la tuberculosis, salud tropical y apoyo a las poblaciones nativas, cuando el equipo fue llamado por el Ministerio de Salud por una epidemia en Chimbote y Chancay, donde cientos de personas sufrían diarreas severas, con vómitos irrefrenables que los llevaba a la muerte entre 48 y 72horas. Con la laboratorista francesa Annette Billeaut recorrió hospitales de la región bajo la amenazante presencia del grupo terrorista Sendero Luminoso.
“Fue un trabajo conjunto con médicos peruanos, donde aplicando experiencias obtenidas en Mozambique sembramos una muestra en una gelosa TSBS y puesta a la estufa del hospital a 37 grados centígrados, en12 horas observamos al microscopio bacterias móviles en forma de coma e inmediatamente, a las cuatro de la mañana, anunciamos al Ministerio, en Lima. Era el cólera, que por primera vez había llegado a la América Latina”, recuerda.
No había pasado mucho hasta que le llamó de París el profesor A. Dodin del Instituto Pasteur, pidiendo información de las muestras de laboratorio. Era un afamado investigador del cólera, con quien Fernando fue a trabajar en París, junto con personal de salud del Perú, logrando en pocos meses controlar la epidemia. “Viene fresca a la memoria nuestra logística, el laboratorio, los equipos, los jepps movilizándose entre los hospitales Daniel Carrión y de Callao, los barrios marginales con bases instaladas en Márquez, Ventanilla Alta, Haya de la Torre y otros lugares”, recuerda el médico.
El médico ecuatoriano y la laboratorista francesa Annette Billeaut, en Perú. |
La laboratorista Billeaut tuvo ocasión de comentar sus experiencias sobre el cólera en la Facultad de Medicina de Cuenca y los dos mostraron que su investigación encontró una peligrosa mutación del cólera y hacía temer de la eficacia de la inmunidad permanente de los sobrevivientes de la enfermedad. Sobre esto en una publicación de la Facultad, en 1991, con temas de actualización médica, consta: “Es posible que la cepa de vibrión que afecta al Perú sea un mutante menos virulento que los anteriormente conocidos, quedando el peligro hipotético de una alteración de plasmide, que debe tomarse en cuenta. Los estudios de biología molecular suministrarán datos en algunos meses.....”
Dos años después se confirmaría esta hipótesis en una publicación de la Organización Mundial de la Salud: “Una nueva forma de cólera apareció en febrero pasado, en la India y Bangladesh, particularmente agresiva amenaza con extenderse al mundo entero. El microorganismo o vibrión, probablemente un mutante, golpea en forma indiscriminada, incluidas las personas normalmente inmunizadas contra el cólera tras haber sido infectadas por primera vez. Explicó el Dr. Ron Waldeman, responsable del sector epidemiológico del cólera de la OMS. En abril informaciones publicadas por responsables de la Salud en Bangladesh daban cuenta de 1.500 muertes por esta nueva forma de cólera”.
Otra experiencia profesional emergente de Fernando Mora fue en 1998 en Chinandega, Nicaragua, por el huracán Mitch y la epidemia de leptospirosis que repletó hospitales: la gente sufría dolor y fiebre a la semana del contagio, volviéndose amarilla, los riñones dejaban de funcionar, tenía grandes hemorragias, convulsionaba y moría. La epidemia era muy contagiosa y se disponía de poco tiempo para controlar la propagación. Y simultáneamente llegó una epidemia de paludismo, obligando a un trabajo médico incansable.
“Trabajamos en el control de epidemias desplazándonos por San Pedro, San Francisco, Cinco Pinos, Santo Tomás, Somotillo y más poblaciones, bajo el inmenso peligro de pisar una de las 75 mil minas antipersonales del tipo PP.MI-SR-II, dejadas por los “Contra” en los conflictos de los 80, acarreadas por las lluvias e inundaciones del Huracán Mitch”.
Pasados los años, el médico que por razones familiares se ha desvinculado de la organización francesa Médecins du Monde, se pregunta ¿Porqué lo hicimos? Y se responde: “Luchamos contra todas las enfermedades, incluso la injusticia. Somos médicos. Nuestra primera misión es curar. Pero, en Médicos del Mundo sabemos que para las víctimas de la violencia no existe curación sin justicia, que para los más pobres no hay ayuda durable sin leyes sociales. Para ser más eficaces en nuestra misión ésta va más allá de la atención médica: curamos y luchamos contra toda forma de injusticia. De donde provenga.
Luchamos contra lo que deshumaniza al hombre, contra su sufrimiento, por su dignidad”.
El médico ecuatoriano ha sido coordinador de misiones humanitarias en el Congo, Uganda, Nicaragua, San Salvador, Guatemala y en varios países suramericanos. Se desvinculó de la organización francesa para cuidar de Liuba, la hija menor de edad a su responsabilidad y cuidado.