Dada la necesidad del distanciamiento social, esta vez los restaurantes de Dubai han tenido que abstenerse de preparar tales menús que, por cierto, representan una de las mayores ganancias del año para los restaurantes en general.

Este año, el mes sagrado de los musulmanes (Ramadán) empezó el 23 de abril, cuando la ciudad de Dubai tenía ya alrededor de 8.000 contagiados con coronavirus. Como todas las otras ciudades del mundo, los negocios cerraron en días previos al inicio de Ramadán y las universidades no fueron la excepción, obligando a los docentes a trabajar de manera virtual. Dada la época, mi esposo y yo, pese al virus, hicimos lo que hacemos cada año: enviar a nuestras amistades musulmanas una tarjeta de salutación deseando que la paz reine en los hogares y que el Ramadán traiga el gozo espiritual al que todo musulmán aspira durante este mes.

Parte de las celebraciones es que, al final de cada día de ayuno de Ramadán, los musulmanes suelen asistir con sus familias luego de la última oración del día a cualquiera de los restaurantes que en la ciudad ofrecen variadas opciones de buffet, puesto que de esa forma se rompe el ayuno en un acto que se denomina ‘’iftar’’. Sin embargo, dada la necesidad del distanciamiento social, esta vez los restaurantes de Dubai han tenido que abstenerse de preparar tales menús que, por cierto, representan una de las mayores ganancias del año para los restaurantes en general.

Así pues, todos nuestros amigos han respondido a nuestros saludos lamentándose acerca no solamente de la imposibilidad de celebrar su ‘’iftar’’ en un restaurante en familia, sino de las mezquitas cerradas, puesto que cada oración del día congrega a cientos de hombres que acuden a la mezquita más cercana a orar; ello implica la imposibilidad del distanciamiento social, con el agravante de que las oraciones suelen decirse a veces a susurros y, por lo tanto, un potencial contagio habría sido parte del acto de oración.

Por tradición, las mujeres oran en casa a no ser que haya mezquitas en su barrio destinadas a mujeres solamente. Pero esta vez, la oración le ha tocado a cada quien en la intimidad de su hogar, obviamente siempre apuntando hacia La Meca y los hombres no han sido la excepción. Es interesante que las amistades que practican el Islam y son muy tradicionales, sienten mucho pesar al tener que aceptar la opción de orar en casa y no poder ingresar a una mezquita. Las mujeres, por su parte, dado que están ya acostumbradas a orar en casa, han sentido esta exigencia de la emergencia sanitaria como algo normal.

 Una de las vías desoladas de Dubai, por la cuarentena

Igual que ocurre en todo el mundo, pese a la emergencia sanitaria prevalece la necesidad alimentaria. Por lo tanto, los supermercados se han visto abarrotados de gente en Dubai particularmente durante el mes de Ramadán, ya que las familias igual cumplen con la tradición de que sus empleados domésticos preparen grandes festines todos los días porque el ‘’iftar’’ es tan sagrado como el ayuno mismo. Así pues, nuestros amigos musulmanes nos han agradecido contándonos además sobre la odisea que ha resultado ir a hacer las compras diarias, puesto que el rompimiento del ayuno debe ser, en lo ideal, con comida preparada incluyendo ingredientes frescos; caso contrario, en cierta manera se rompe la esencia de esa pureza que se busca lograr durante el mes de Ramadán. Lo interesante es que esta visión del Ramadán es propia de Emiratos Árabes, porque hay países donde la pobreza y otras condiciones no permiten a los musulmanes la compra de ingredientes frescos todos los días.

Para un país relativamente pequeño como Emiratos Árabes, no es de extrañar que haya un total de 35.000 casos de Covid-19 al momento, pues quizá el movimiento en torno a la necesidad de comprar comida a diario no ha contribuido de la mejor manera a que se contenga el contagio. A la postre, Ramadán culminó el 23 de mayo y la fiesta de Eid, previa al cierre del Ramadán, fue esta vez diferente para los amigos musulmanes porque, conforme nos han contado, se les permitió asistir a las mezquitas pero con mascarilla y guardando una distancia de dos metros entre cada persona, lo que implica que no todos pudieron ingresar a las mezquitas abiertas porque las oraciones deben hacerse a la hora precisa y en un lapso determinado.

En tiempos de coronavirus, resulta que la fe, para quienes la ejercen en toda su plenitud, se ve afectada sin importar la religión, porque lo ideal resulta ingresar a ese templo y no es lo mismo que orar desde casa. Es decir, la fe se unifica en tiempos de crisis y el Ramadán en tiempos de coronavirus no ha sido la excepción.

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