Como todo en la vida y en el universo, la visión de una posición político-ideológica, también tiene su ciclo y la hora del cambio de rumbo se acerca vertiginosamente, en consecuencia, un nuevo norte
El mundo no será el mismo”: esta frase tan repetida en estos tiempos de pandemia supone que muchas cosas cambiarán en nuestra llamada rutina diaria. Definitivamente las cosas serán diferentes en el mundo debido a un cambio de “polaridad” en la brújula.
Al igual que la brújula, el mundo, desde siempre, ha funcionado bajo los principios básicos del magnetismo: atracción y repulsión. Polaridades en cuanto a visiones de la humanidad y dependiendo del lado que se vea, generan aliados y enemigos en materia política, económica, religiosa y social. Para unos está bien y para otros mal. ¿Es el norte de esta brújula el verdadero norte, o simplemente es un nombre impuesto por la fuerza de las circunstancias? No. La respuesta cae por su peso: los grandes imperios han dominado a los pueblos durante siglos.
Como todo en la vida y en el universo, la visión de una posición político-ideológica, también tiene su ciclo y la hora del cambio de rumbo se acerca vertiginosamente, en consecuencia un nuevo norte.
El éxito de ese nuevo norte debe ser un sur renovado y no basado en dogmas o fanatismos. Donde el llamado Estado de Bienestar implementado en la post guerra a mediados del siglo pasado, no sea tampoco un tibio y pálido manejo sin resultados.
Son miles las voces que se suman al fortalecimiento del llamado nuevo progresismo basado en la equidad e igualdad, solidaridad con fraternidad y una libertad sustentada en la aplicación de la justicia en el marco de la democracia y la paz social.
El nuevo norte de la brújula no debe basarse en la pelea intestina de visiones, sino en la lucha porque el pensamiento del otro sea respetado, por más opuesto que sea. Ninguna democracia post crisis sanitaria del Covid 19 puede generar la imposición de visiones, basada en venganzas o revanchas por el poder. Las democracias progresistas del nuevo mundo, deben entender que la libertad de pensamiento no reviste amenazas, sino oportunidades. De grandes mentes individuales, podemos otorgar ciencia y conocimiento a la humanidad y también de las tradiciones de convivencia comunitaria, sacar lo más hermoso del sentimiento humano: la fraternidad, donde el consumismo, la vorágine diaria y la producción en masa no nos extermine, pero que tampoco pretendamos terminar con lo que por siglos nos han conducido a generar riqueza, inequitativa muy posiblemente, pero necesaria. Allí está la clave del nuevo pensamiento: la equidad con respeto a la diversidad.
A lo mejor los postulados de la revolución francesa con frescos matices, se vuelven más vigentes que nunca!