Cualquier estructura que permita colgar un candado es ideal para el turista o incluso el ciudadano propio que busca dejar huella de su romance. No es extraño ver que muchas tiendas de souvenirs en Europa incluso ofrecen estos candados a la venta en forma de corazón
Una de las cosas que más molesta cuando se puede visitar un sitio de gran atracción, sea por motivos históricos, arquitectónicos, esparcimiento o de cualquier otra índole, es el grafiti que se encuentra como consecuencia de la falta de respeto que muchos visitantes despliegan. En un intento por dejar una huella que mayor sentido no tiene, muchos turistas tienen la mala costumbre de usar marcador indeleble para dejar plasmados sus nombres sobre paredes, puertas, esculturas, etc. Este mal que acecha a muchos sitios de importancia en el mundo, se ha transferido hoy a muchos puentes europeos en forma de candados.
Esos candados se conocen como ‘’candado de amor’’. Su uso se remonta a una historia contada vía tradición oral de la Primera Guerra Mundial, cuando una maestra de escuela llamada Nada, en Serbia, se habría enamorado de un oficial llamado Relja. La pareja se comprometió y el oficial salió a cumplir sus misiones oficiales en Grecia. Allí, se enamoró de otra mujer y rompió su compromiso con Nada, quien jamás pudo recuperarse de tal rompimiento y, se supone, falleció a consecuencia del dolor causado por el amor perdido. Las jóvenes de la localidad serbia comenzaron a escribir sus nombres junto con el de su ser amado en candados que luego cerraban en un acto simbólico en las barandas del puente donde Nada y Relja solían encontrarse.
A partir del año 2000, a alguien se le debe haber ocurrido que esta romántica forma de expresar amor era ideal y la costumbre se volvió ‘’viral’’ en Europa. En la ciudad de París, varios de los puentes que reposan sobre el Sena se llenaron pronto de miles de candados y otras ciudades europeas no fueron la excepción. Esta costumbre ha incluido además esculturas, monumentos, cerramientos, etc. En resumidas cuentas, cualquier estructura que permita colgar de sí misma un candado de este tipo, es ideal para el turista o incluso el ciudadano propio que busca dejar huella de su romance. De hecho, no es extraño ver que muchas tiendas de souvenirs en Europa incluso ofrecen estos candados a la venta en forma de corazón.
La variedad de candados es interminable de describir, pero llama la atención que algunos llevan atadas cintas con la leyenda ‘’divorciados’’; es decir, no parece tan efectiva después de todo la estrategia de dejar un candado para sellar un amor que se pretendía eterno.
La preocupación que han expresado las autoridades respectivas en muchas ciudades se trata no solamente del aspecto estético que, sin duda, se altera enormemente dado el número incontable de candados que se cuelgan cada año. El otro problema es el peso de estos candados sobre estructuras que ciertamente no se hicieron para soportar tal carga. Varias ciudades han tomado ya la iniciativa de remover los candados y de colocar letreros prohibiendo expresamente su uso sobre la estructura.
Pese a todos estos esfuerzos, la gente continúa con esta costumbre y las autoridades siguen en su trabajo de remover los candados. La contrapartida son las ciudades donde, en cambio, la iniciativa ha sido la de apoyar a quienes deseen plasmar su amor dejando un candado en un sitio emblemático. Ejemplos tangibles son las ciudades de Houston y Pittsburg en Estados Unidos, donde las autoridades han denominado a puentes que atraen a parejas enamoradas buscando cerrar su candado, como sitios permitidos y oficiales para desplegar esta muestra de afecto tan vulgar ya dada su expansión y lo cada vez menos original que es. Más aún, en la ciudad de Niágara, donde están las famosas cataratas, un letrero indica a los visitantes que deben adquirir los candados de amor sólo en las tiendas locales, donde se pueden obtener candados de todos los colores y formas, incluida la que no podía faltar -de corazón-; tales candados están hechos a propósito de un material sumamente liviano, preciso para preservar la seguridad de la estructura donde las autoridades han autorizado que sean colocados.
En todo caso, la situación se vuelve crónica justamente en este mes debido a que las parejas celebran en Occidente el famoso 14 de febrero y hacen caso omiso de los letreros en las ciudades que prohíben este tipo de expresión. Quizá un letrero en París es muy decidor de la afirmación popular de que un amor sin libertad es amor destinado a perecer: ‘’Nuestros puentes no soportan vuestro amor… alto a las cadenas’’.