Eso que llamamos la República del Ecuador es nada más que el agregado de unas veinte tribus desavenidas. 

José Edmundo Maldonado, en una conversación.

Correa derrochó el dinero equivalente a unos siete planes Marshall. Hizo obras caras, inconvenientes y disparatadas: el movimiento de tierras de Los Aromos, los aeropuertos sin vuelos de Tena y Santa Rosa, la Ciudad Yachay del realismo mágico. Además, este superpolidoctor en Economía nos hipotecó a los chinos. Caray… Ya dependíamos y nos quejábamos del Tío Sam; y Correa nos ató, también, al Tío Chan

Para abreviar, comencemos con el pasado reciente. Algo se ha logrado. Se dice que, con Yamil Mahuad, llegamos a “tener piel”. Es decir, completamos la delimitación externa, cerramos las líneas fronterizas. Aunque lo hayamos hecho en forma chapucera; negociando mal y cediendo, prácticamente, a todas las exigencias de la cancillería de Torre Tagle; y, además, a las presiones de los Estados Unidos. Asimismo, -- como consecuencia de una viciosa y desastrosa inflación – adoptamos el dólar como nuestra moneda. Nos quedamos, pues, sin el sucre; sin moneda propia; sin la aquilina y brillosa silueta del Gran Mariscal. (Sólo en semejante forma, pudimos librarnos de los pillos y los corruptos; que especularon con el cambio, cuando y como les dio la gana.) Por otro lado, mantuvimos una democracia débil; la que – Correa lo demostró – se puede también manipular a gusto de los caudillos; y frente a la marcada indiferencia de la mayoría de los ciudadanos. Pero, no tenerla, sería peor. Poco más: Unas cuantas obras públicas importantes, unos cuantos éxitos deportivos… Y paremos de contar.

Y las tareas pendientes se han ido acumulando. Claro, natural… Porque hemos dejado para pasado mañana lo que debimos hacer anteayer; porque hasta perdimos algo de lo que tuvimos; porque no previmos nada. Hay que rehacer los partidos políticos. Hay que vigorizar casi todas las instituciones. Hay que reponer la división de poderes. Bueno, y así por el orden… Ya sabíamos, ciertamente, que el país, al fin de siglo, venía desvencijándose. Pero Correa -- que pudo hacerlo – no lo ajustó; sino, más bien, al contrario, terminó destrozándolo. Refresquemos la memoria. Derrochó el dinero, abundante como nunca. (Equivalente – se dice—a unos siete planes Marshall.) Hizo obras caras, inconvenientes y hasta disparatadas. (El movimiento de tierras de Los Aromos, los aeropuertos sin vuelos de Tena y Santa Rosa, la Ciudad Yachay del realismo mágico.) Y, además, este superpolidoctor en Economía -- el que está a mil codos arriba de sus colegas, los pobres “contadores” -- nos hipotecó a los chinos. Caray… Ya dependíamos, y nos quejábamos, del Tío Sam; y Correa nos ató, también, al Tío Chan. (Para la antología de la irresponsabilidad cívica, su comentario: Y si no podemos pagarles la deuda a los extremorientales, allí están Las Galápagos…) Y la yapa que puso el Enemigo Malo: Vinieron los terribles once días de Octubre del 19. Y, así y asado, acabamos de dividirnos y arruinarnos. Quedamos quebrados, torcidos sacudidos y exprimidos… Y, en ésas, estamos.

“Hay inmoralidad y desmoralización. Lo normal: Se dice una cosa y se hace la otra. La típica picardía criolla se ha multiplicado por mil. En el país de las sapadas, la honradez ha quedado definitivamente para los pendejos. Y, con Correa, llegamos a la misma exaltación del cinismo. “ 

Hay inmoralidad y desmoralización. Lo normal: Se dice una cosa y se hace la otra. La típica picardía criolla se ha multiplicado por mil. En el país de las sapadas, la honradez ha quedado definitivamente para los pendejos. Y, con Correa, llegamos a la misma exaltación del cinismo. El caudillo más desvergonzado de nuestra historia entraba, al Palacio Municipal de Cuenca, cantando PATRIA, TIERRA SAGRADA; la famosa y pegajosa marchita de Sánchez y Ballén. Le hacían coro – con una ingenua emoción – los dirigentes de la zurdería. Para mayor abundamiento, ahí están las mañas y triquiñuelas del gran engañador. Y se ocultó mucho. Pero no se puede ocultar todo. Pronto se supo que Correa organizaba a los saqueadores del tesoro nacional. Calcula el FMI que él y sus amigos se llevaron unos 70.000 millones de dólares. (El equivalente de un Plan Marshall; el doble de la suma que los Kirchner le robaron a la Argentina.) Lo más lamentable: Nos hemos acostumbrado a la inmoralidad. Un robo más. Sí, ¿y qué? Cunde el conformismo. Ese tradicional y folclórico así mismo es; así ha sido siempre. Cunde la resignación: No quiera usted curar lo incurable. Comprenda, entienda, dese cuenta; no más… En palabras del propio Mashi Rafael: No sea un sufridor…

Y todas las carencias. No hay empresarios suficientes. (Y, a estos, los socialistoides y los progres los hostilizan…) La intelectualidad es floja, despistada o, hasta, creyente. Es decir, apenas es tal. La Iglesia Católica se ha venido a menos. (Su espacio prestigioso – la educación privada – ha debido reconocer, a regañadientes, la antigua pederastia. Crecen las sectas fanáticas y algunos cultos orientales.) La policía es arbitraria y abusiva; y está sospechada de corrupción y narcotráfico. Las Fuerzas Armadas – a las cuales, Correa casi liquida – parecen debilitadas y con sólo un regular espíritu profesional. La mayoría de las universidades son mediocres; y algunas, francamente, menos que esto. El periodismo – un relevante indicador social, en cualquier parte del mundo – es de baja calidad; ni informa bien, ni explica en forma debida, ni orienta de manera adecuada… Suma de todo lo dicho, de todo lo defectuoso y escaso: El subdesarrollo, rayano en la plenitud.

Las perspectivas. ¿Podrá semejante sociedad – sacando fuerzas de su flaqueza – organizarse y avanzar? Tendrá que hacerlo. Si no lo hace, caminaremos, otra vez, hacia el estado fallido. Estamos, pues, -- como se dice popularmente – ante un sí o sí. Una obligatoriedad mayúscula. Parafraseando a Ortega y Gasset: Ecuatorianos a las cosas… En consecuencia, hay que elegir una estrategia, hay que convenir en un proyecto común. Hay que trabajar; ¡trabajar!… Esa es la cuestión. Y no nos queda otra.

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