Janneth, segunda desde la izquierda, el día de su graduación militar como Sargento, junto con varios compañeros. |
La emigración marca destinos de triunfos o derrotas en la vida de sus viajeros. Las hermanas Janeth y Dayana Abril, azuayas de 21 y 23 años, le sacaron ventaja a su aventura que les abrió nuevos horizontes en la vida
Sus padres se fueron en 1999 tras el “sueño americano”, a manos de coyotes, dejándolas al cuidado de Alejandrina Maldonado, la abuela paterna, en Asunción, parroquia del cantón Girón. Allí iniciaron la primaria en la escuela Alberto Muñoz Vernaza, hoy Remigio Crespo Toral. Ellas ignoran por qué ese cambio de nombre del plantel, con otro patrono, extraño al pueblecito de la infancia.
La madre no logró acoplarse al mundo vertiginoso y desconocido de Nueva York y regresó en 2006, para afrontar sola su destino, pero las niñas siguieron al cuidado de la abuela, la nueva madre, pues la propia se ató a un nuevo compromiso conyugal y borró la historia anterior de su vida.
Dayana y Janneth concluyeron la primaria en la escuela Luisa de Jesús Cordero, de Cuenca, donde cursaron la secundaria por decisión de la madre-abuela. Fue el paso migratorio inicial, avivado por el sueño de ir a conocer a Hugo, el padre que había montado una empresa de jardinería en Nueva York y del que no tenían más imagen que el de alguna fotografía.
Una vez graduadas tomaron rumbo a los Estados Unidos, con papeles en regla, apoyadas por su padre que las esperaba. En 2016, hablando apenas pocas palabras de inglés, estuvieron en Nueva York junto al señor que era su padre. Fue una experiencia de curiosidad y encontrado afecto, de ambas partes, hasta la total familiarizarización.
A la izquierda, Janneth en una competencia militar en Alemania. |
Janneth halló trabajo en una tienda de calzado, ocupación provisoria en la que ascendió a gerente, pues se proponía estudiar, empezando por validar el título de bachiller que no lo reconocían. “Estudié todas las horas disponibles del día y las noches: yo quería ingresar a una escuela militar y me ofrecieron recibir si promediaba el 96% de puntuación. Llegué a 97.4”, dice, y ahora es Sargento Mayor, la mejor graduada en los últimos tres años, en el Brigade Support Batallion Liberty, en la ciudad de Kansas.
Segura de sus capacidades, lideró a los compañeros, conquistando aprecio y fraternidad, y el respeto de los superiores, incluído el sargento que la gritó con despotismo al iniciar los estudios, y acabó disculpándose al premiarle por el mejor estado físico de su grupo. Ella alterna los rigurosos entrenamientos, que incluyen lanzamientos en paracaídas, con prácticas de danza.
Su especialización es la logística militar y con frecuencia es asignada a misiones en Europa y otros continentes o participa en competiciones atléticas internacionales. Marchar y correr le apasionan. Está feliz de realizar el sueño que le obsesionó desde la infancia: vestir uniforme militar, aunque nunca pensó que sería en el más poderoso país del mundo, de cuyo ejército forma parte.
Su meta es cumplir todas las etapas de su formación militar, hasta el máximo escalón, de Commend Seargent Major, que podría llevar veinte años, pero espera acortarlos con rendimiento, disciplina y voluntad de superación.
Entre el 9 y el 17 de enero, las dos hermanas visitaron de sorpresa a su familia, luego de cuatro años de ausencia. Para Alejandrina, la madre-abuela, para tíos, primos y amigos, fue emocionante el reencuentro. Hasta Jonás, el viejo perrito, rubio agringado, estalló en ladridos de alegría, recuperando antiguas caricias guardadas con la fidelidad propia de su especie.
Janneth y Dayana, en la intimidad familiar, con la abuela-madre Alejandrina, el tío Claudio Abril, su esposa y los hijos, con la torta de la bienvenida. Al extremo derecho Ángel Valencia, estadounidense de padre mexicano y madre asiática, novio de Dayana, su compañero de estudios y de viaje.
Dayana lista para embarcarse al avión del que se lanzará en paracaídas desde cinco miel pies de altura. |
La semana de visita pasó volando, pero tuvieron tiempo para desear un feliz año 2020 a parientes y vecinos y disfrutar de los paisajes de Asunción, Rumiloma, Tunaspata y Arozhuma, minúculos pueblecitos a los que se ligan personajes y paisajes de la infancia. Volverlos a ver justifica con creces el apurado viaje.
Dayana, la hermana mayor, también miembro del Ejército estadounidense, está en receso desde que hace un año el paracaídas tardó en abrirse y al llegar a tierra se fracturó las rodillas. Pero ya superó el uso de las muletas y espera pronto reincorporarse a la carrera que quedó en suspenso.
A Jannet y Dayana Abril la migración les abrió caminos y están dispuestas a sacarle todo el provecho. “Realizar los retos más difíciles no es difícil, si una se esfuerza y lucha por conseguirlos”, dice la hermana mayor, que sueña volver alguna vez, definitivamente, a la tierra nativa de sus mayores. ¿Cuál es su otro apellido? Ambas prefieren no llevar otro más que el del padre, al que conocieron ya adultas, y descubrieron su cariño..