Una tragicomedia dolorosa y humillante, intercambio de cantimploras entre Fujimori y Mahuad, posibles sobornos de Vladimiro Montesinos, “eminencia gris” de Fujimori, hoy ambos presos, para aprobar el Tratado de Paz que nos dejó en ridículo al darnos como propiedad sin soberanía un kilómetro cuadrado de territorio

En estricto sentido, una “Victoria Pírrica” no es, como suele común y erróneamente entenderse, un triunfo banal, sino una victoria que a pesar de serlo se convierte en una derrota. La llamada Guerra del Cenepa encaja perfectamente en esta acepción. Hace veinte y cinco años, el Ecuador vivió el último conflicto de su secular diferendo con el Perú a cusa de los límites en la Amazonía. Según las Fuerzas Armadas ecuatorianas, la serie de escaramuzas y encuentros bélicos por tierra y aire que se dieron en enero de 1995, constituyeron una clara victoria para nuestro país, ya que, oficialmente, no se retrocedió “ni un paso” y se infringió graves pérdidas humanas y de equipos al adversario.

Sin embargo de aquella acción de armas, bélicamente victoriosa, aquel episodio histórico constituyó la pérdida definitiva de los reclamos jurídicos y diplomáticos que nuestro país había mantenido desde la fundación de la República, frente a la incontenible expansión peruana en el Amazonas y más ríos de la cuenca amazónica, a pesar de la serie de títulos jurídicos y documentos históricos que demostraban, de manera irrefutable, que aquellos extensos territorios selváticos y de incalculables riquezas eran del Ecuador.

Varias guerras y escaramuzas se sucedieron hasta la firma, impuesta por la ocupación militar peruana de El Oro, del llamado Protocolo de Río de Janeiro (1942), por medio del cual nuestro país perdió su soberanía sobre el Amazonas y más de 250 mil kilómetros cuadrados, aproximadamente lo que hoy es el departamento peruano de Loreto, colonizado de facto por el Perú desde principios del siglo XIX.

El Ecuador tuvo un resquicio jurídico para reiterar su reclamo de acceso al Amazonas, más allá de la crasa y por lo tanto nula imposición bajo las armas del Protocolo de Río de Jaineiro. Este resquicio era el río Cenepa, no identificado en el tratado de 1942, mediante lo cual el Ecuador reivindicó la nulidad de aquel tratado, hasta que la situación se precipitó con los primeros intercambios de disparos en el Cenepa, en enero de 1995, y el posterior desenlace, desairado para el Ecuador, de nuestro gobierno de entonces Sixto Durán y nuestra diplomacia, que inicialmente no reconoció la intervención de los países garantes del aciago e ilegítimo Protocolo de Río de Janeiro, su condición de tales, para finalmente reconocerlo y por lo tanto implícitamente reconocer su validez del Tratado de Río de Janeiro, rechazado por espacio de medio siglo por el estado ecuatoriano.

El resto fue una tragicomedia dolorosa y hasta humillante para el Ecuador, intercambio de cantinploras entre Fujimori y Mahuad, posibles sobornos de parte de Vladimiro Montesinos, entonces la “eminencia gris” de Fujimori, hoy ambos presos, para aprobar el Tratado de Paz de Itamaraty que nos dejó en ridículo al darnos como propiedad sin soberanía un kilómetro cuadrado en el Cenepa. Una página de humillación para nuestro país, que suele pasarse “de puntillas” olvidando los heroísmos históricos por defender los derechos jurídicos e históricos del Ecuador sobre el río Amazonas.

La materia de Historia de Límites desapareció ipso facto desde la firma del claudicante Tratado de Brasilia a finales del siglo pasado. Ahora, los niños y jóvenes ecuatorianos ignoran una parte importantísima de nuestra historia. Tal como si los mexicanos ignoran que California, Nuevo México, Arizona, Texas y Nevada, etc. pertenecieron soberana e históricamente a México, antes de que los yanquis se fueran, por medio de la fuerza, apoderando de aquellos inmensos territorios. Desmemoria ecuatoriana. Y por supuesto, vergüenza histórica.

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