A partir de mayo se van secando poco a poco hasta dejar sólo la huella de su paso en forma de un camino arenoso que pareciera incapaz de llenarse de agua nuevamente. Sin embargo, desde fines de noviembre y hasta marzo, las condiciones climáticas con temperaturas primaverales permiten que el agua vuelva a emerger

En el emirato de Abu Dhabi, una de las atracciones naturales que se debieran disfrutar a plenitud son los llamados ‘wadis’, cuya traducción más apropiada al español es, probablemente, ‘riachuelos’. La presencia de estos riachuelos es de gran importancia en un territorio desértico como el de Emiratos Árabes Unidos. En el emirato de Abu Dhabi, excepto por la ciudad capital del mismo nombre, existen localidades que se encuentran al interior sin salida al Golfo Pérsico. Dichas localidades, al estar rodeadas de desierto en su plena extensión, tienen un grado de resequedad en el ambiente que, en días extremadamente calurosos, llegan a ser amenazantes para la salud de una persona que no vaya preparada a explorar las dunas, puesto que la deshidratación es cuestión de una hora o dos en las condiciones adecuadas.

Ahora bien, no todo el desierto de dicho emirato es de dunas, sino que también hay zonas desérticas rocosas, donde crece una vegetación agreste. Justamente a través de esas rocas, es que la naturaleza se ha ideado desde hace millones de años para permitir que emerja el agua dulce y fresca que sale de las entrañas del subsuelo. El recorrido de esas corrientes de agua es, precisamente, lo que se conoce como ‘wadi’. En estricto sentido, no existe el oasis como nos lo describe la literatura en un arranque de fantasía, pero los wadis son lo que más se acerca a ello porque, de entre extensas planicies resecas y rocosas, se puede divisar una zona donde el verdor promete frescura.

Naturalmente, ese verdor proviene generalmente de arbustos espinosos que se alimentan de la humedad que el wadi produce y, de hecho, no requieren mayor grado de humedad ya que son plantas propias del desierto y pueden sobrevivir meses sin provisión de agua. La otra planta característica que se beneficia de la presencia de un wadi es la palmera datilera, sobre cuyos frutos ya hemos conversado a través de este espacio.

Durante los meses calurosos, que comienzan justamente a ponerse cada vez más intensos a partir de mayo, los wadis se van secando poco a poco hasta dejar solamente la huella de su paso en forma de un camino arenoso que pareciera incapaz de llenarse de agua nuevamente. Sin embargo, desde fines de noviembre y hasta marzo con un poco de suerte, las condiciones climáticas con temperaturas primaverales, permiten que el agua vuelva a emerger. Además, si se tiene suerte con los vientos que llegan desde Europa hasta atravesar el Oriente en su totalidad, Abu Dhabi puede incluso experimentar unas cuantas lluvias, mismas que contribuyen a aumentar el caudal de los wadis.

Con un buen jeep y paciencia, es posible recorrer el desierto rocoso y encontrar wadis sin mayor dificultad. Son los extranjeros quienes nos solazamos al encontrar uno y hasta nos permitimos el lujo de sumergirnos en esas frescas aguas cuando el temporal lo permite durante esos pocos meses en que el desierto no parece tan inhabitable.

En algunos wadis, se ve ya la presencia de la gente propia del país que acude en familia. Pero, sobre todo, se ve a hombres disfrutar de esta riqueza natural porque las mujeres no se atreven a salir de sus abayas para ponerse un traje de baño. Además, muchos árabes jóvenes han comenzado ya a pintar grafiti en las rocas que rodean los wadis, robándole la belleza natural a estas preciosas fuentes que, en tales condiciones climáticas, debieran ciertamente ser apreciadas y protegidas.

Sin embargo, Emiratos Árabes es sin duda un país concentrado en promocionar sus productos de cemento con sus edificaciones al mejor estilo occidental; poca conciencia o interés existe en el gobierno real para llevar a cabo la iniciativa de implementar políticas de protección ambiental. Se espera que, a futuro, los wadis sean una de las iniciativas que cambie la mentalidad del país entero en cuanto a la necesidad del cuidado ambiental. Mientras tanto, hay que maravillarse con la posibilidad de ver agua en un desierto, términos que en apariencia no coexisten y que, sin embargo, la naturaleza misma se ha encargado de unir para ofrecer un paisaje sin igual. Dicho paisaje es, en esencia, agreste, caliente, casi monótono por falta de color, en apariencia infértil y, de repente, fluye con una frescura inesperada a través de los wadis que lo habitan. Esos wadis son pues los oasis que no amenazan con la decepción de un espejismo.

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