Al ex Vicepresidente Jorge Glas le negaron el pedido de cambiarse de la prisión de Latacunga. ¿Acaso se temió que fuese a pasar una temporada de vacaciones en Río de Janeiro, a ritmo de samba carnavalera?
¿O acaso a acompañar a su entrañable socio Fernando Alvarado que se encuentra disfrutando de su libertad en Caracas, al amparo democrático del dictador Nicolás Maduro?
¿O que fuera a Estados Unidos a solidarizarse con los hermanos Isaías, que coincidentemente han caído en prisión y corren riesgo de ser repatriados al Ecuador para que respondan por desfalcos bancarios?
El Presidente de la República, por cadena nacional, dio sonriente una buena noticia a los ecuatorianos: un préstamo de más de diez mil millones de dólares para robustecer la economía del país. Quizá fuese la última de las “buenas” noticias sobre la temible deuda.
Cada vez el mandatario habla con cariño de “mis viejecitos”, para referirse a los jubilados a los que no paga por la jubilación. ¿No será mejor que diga “mis finados viejecitos…?
La plaga dela pederastia es abordada en las más altas esferas del Vaticano. Se ha probado que el hábito no hace al monje. Y peor sin hábito…