Creemos que todavía hace falta en el Ecuador un sistema de educación esmerada, cuyos lineamientos de conducta social sean conocidos por las nuevas generaciones, que partan del principio de la honradez y el respeto a los demás para caminar positivamente por el mundo. Una sociedad sin directrices adecuadas desdibuja las bases morales fundamentales
Siempre creímos que la honorabilidad, la rectitud, la decencia, eran garantía de solvencia moral, y en esa línea hemos sido fieles a la buena conducta de nosotros mismos y de los demás. Pero jamás imaginamos que en nuestro propio sitio de vivienda fuéramos afectados con un “atraco imparable” (así lo hemos calificado) de los amigos de lo ajeno.
Gente que un sábado por la tarde en que estuvimos ausentes, entró en nuestro domicilio y se llevó todo cuanto quiso: dos cuadros de los artistas cuencanos Guillermina Moreno Mora y Dos sillones antiguos que estaban en el hall, una mesa pequeña y un sillón de la época que utilizaba el arte quiteño colonial, adornos diversos.
Una figura de una mujer negra de medio metro de altura, comprada en la República Dominicana. Un marco de plata peruano con el retrato de mi padre que estaba sobre el piano, mi instrumento preferido que sin embargo fue golpeado y maltratado...
El monto de este suceso es considerable, si sopesamos el origen y la condición de los objetos desaparecidos, menos el tesoro de los libros…Por eso creemos que todavía hace falta en el Ecuador un sistema de educación esmerada, cuyos lineamientos de conducta social sean bien conocidos por las nuevas generaciones, que partan del principio de la honradez y el respeto a los demás para caminar positivamente por el mundo. Porque una sociedad sin directrices adecuadas desdibuja las bases morales fundamentales. Un marco de plata peruano, que estaba sobre el piano, con el retrato de mis padres. Dos acuarelas de la artista Ana Tarré de Ponce, gentilmente obsequiadas por ella; un óleo del pintor. Los antisociales también abren mi closet y se llevaron un vestido azul rey comprado en el Perú. El monto de esta pérdidas es considerable aunque, duele más, que se ensañan contra todo aquello que representa afectivamente nobles recuerdos.
Como resultado de este hecho, nuestro espíritu se ha visto sorprendido, conmovido, al pensar que la lucha por la vida arrastra a la gente sin formación moral alguna a recurrir a los más bajos sistemas de conducta, como despojar a quienes hemos logrado un nivel normal de subsistencia, que a veces significan esfuerzos y sacrificios, en base a los estudios, la formación profesional adecuada y, especialmente, la pasión por la cultura.
Con cierto escepticismo hemos cumplido la tarea de recurrir a las autoridades de la Función Judicial, para por lo menos se logre dar con los responsables de este atraco, que nos parece personalmente nada difícil, en pos de su detención y juzgamiento necesarios. Mientras tanto hemos experimentado esa sensación de la indefensión total ante gente que fácilmente atropella a los demás, llevada por esa desmedida ambición “de progresar”, a como dé lugar, sin reparar que los demás llevamos consigo nuestras propias ilusiones y metas definidas; sin advertir siquiera, ni por mal presentimiento, que el hecho condenable del robo pueda ser justificable de alguna manera.
Nuestra filosofía personal nos advierte, entonces, que finalidades y realizaciones que nos hemos puesto como desafío existencial, también participan de aquellas deficiencias y rémoras que la vida del hombre nos opone a cada instante, y que al contrario de lo que parecería afincarse en nuestro fuero interno, y pese a todo, persistimos en nuestras aspiraciones y metas por cumplir, para aportar a la actividad de vivir, sin detenernos a meditar en los tropezones que también acompañan a la imperfecta existencia humana. Por es la escritora chilena Gabriela Mistral expresa: “no es el fin sino los medios que nos llevan a él, los que identifican la moral del ser humano”.