Las reformas laborales que plantea el Gobierno con las cámaras de la producción, pretende eliminar los candados que impiden despedir trabajadores, aumentar la jornada según las exigencias de la producción, eliminar la posibilidad de nuevos avances en favor de los trabajadores, bajo el lema de que la producción es primero y dar trabajo lo prioritario

El gobierno del ex “revolucionario ciudadano” Lenín Moreno inició el arduo y complicado proceso de las reformas laborales que, de acuerdo a las agendas de los empresarios, las cámaras de la producción, el FMI, etc. Necesita con urgencia el Ecuador para modernizar su legislación laboral de la “Era de los dinosaurios”, según aquella óptica. Por cierto, en el mundo soplan vientos contrarios a las conquistas obreras de los ciento cincuenta años anteriores, donde en algunos países los trabajadores lograron una situación envidiable, que por sus ingresos los situó plenamente en la clase media mientras olvidaban las banderas rojas de sus padres y abuelos, y se iban aburguesando entre mirar los partidos de fútbol por televisión y beberse cervezas.

En el Ecuador la dicha laboral nunca llegó a tanto, y salvo algunas islas sindicalistas del sector público como el Banco Central, Hidrocarburos, IESS, la situación de los trabajadores si bien mejoró con los contratos colectivos, algunos de ellos un tanto abusivos, en la mayor parte del mundo laboral ecuatoriano, especialmente del sector privado, los trabajadores sudaban la “gota gorda” y su estabilidad era precaria, porque en cualquier momento las empresas cerraban o reducían su plantilla. Hoy, lo de las “conquistas laborales” es un añorado sueño del pasado, y si se trata del trabajo, lo importante es tener uno, en un universo de sub ocupados o simple y llanamente desocupados.

Las reformas laborales que plantea el Gobierno de brazo con las cámaras de la producción, pretende eliminar los candados que impiden en ciertos casos despedir trabajadores; aumentar la jornada laboral de acuerdo a las exigencias de la producción, eliminar la posibilidad de nuevos avances en favor de los trabajadores, bajo el lema de que la producción es lo primero, y que dar fuentes de trabajo, no importa si de mala calidad humana y laboral, es lo prioritario.

Las centrales sindicales, cómo no, han reaccionado al unísono, y preparan huelgas y movilizaciones. Pero de acuerdo a la lógica fría de los tiempo actuales, resulta difícil que vayan finalmente a doblegar la alianza capital, gobierno y Multilaterales Internacionales, sin contar con la geopolítica predominante en América Latina tras la borrascosa gestión de los gobiernos populistas vestidos con el traje del “Socialismo del Siglo Veintiuno”, fracasados en la mayor parte de su gestión, sin desconocer ciertos logros, ciertamente, entre los que estuvo una posición, aunque tibia en el caso ecuatoriano, a favor de los trabajadores y su legislación. La corrupción sin embargo borró y devoró esos aspectos positivos de los populismos siglo veintiuneros, y ahora en el continente queda la realidad escueta de gobiernos con derivas a la derecha, y hasta la extrema derecha.

Moreno siguió su “Camino de Damasco” hacia el liberalismo económico, requisito sine qua non para los préstamos del Fondo Monetario Internacional, y ahora toca apretar las clavijas con el sector laboral. Trabajar más, ganar lo justo, que en la mayoría de los casos no alcanza para llevar ni siquiera a la mitad del mes, y pintar el panorama laboral ecuatoriano con los mismos colores sombríos y deprimentes de las legislaciones laborales de Colombia, Perú, Chile y demás.

Ahora que una nueva y peor amenaza se cierne sobre los trabajadores, es decir la robótica destinada a prescindir de la fuerza humana para ahorrar el capital hiper tecnificado, es ciertamente difícil el panorama laboral. La cuarta revolución industrial es, ni más ni menos, la del desempleo en última instancia, por sobre las maravillas tecnológicas que representa.

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