Se alimentaba de sueños que eran su bocado favorito. Tenía en sus ojos la habilidad de hipnotizar a los animales del bosque, quienes caían en sus engaños a cambio de los deliciosos y frescos frutos que daban los árboles

     Amanece en la montaña y el sol con su tibio resplandor da la bienvenida a un día que se repetirá más de mil noches y mil días. Y es que allí, en esa montaña vive un duende que cuida un tesoro muy preciado: la olla de lo sueños cumplidos.  Desde que la memoria tiene rasgos de credibilidad, “El Caminante” como lo llaman al duende de la montaña, cuida a ese tesoro con una dedicación misteriosamente implacable, al punto de entregar su corta y pequeña vida por defenderlo.

   La montaña solía hablarle cada solsticio para recordarle que su deber era cuidar su tesoro y que por sobre todo, debía cuidarse de un enemigo muy particular que buscaría siempre arrebatarle ese bien tan preciado. Era la zorra, quien buscaría por todos los medios engañar al duende y hacerse del tesoro para cambiarlo por comida.

   Era ya el verano y las lluvias habían cesado en la sabia montaña donde vivía el duende.  El alimento escaseaba para una zorra hambrienta que buscaba a toda costa conseguir comida, y quien estaría dispuesta a cualquier cosa para cumplir con su cometido. Incluso buscaría la forma de persuadir a un ser peligroso que contaba con la más grande reserva de frutos que existía a kilómetros a la redonda para que le entregase comida a cambio del tesoro del duende. Era la serpiente, que se alimentaba de sueños que eran su bocado favorito. Tenía en sus ojos la habilidad de hipnotizar a los animales del bosque, quienes caían en sus engaños a cambio de los deliciosos y frescos frutos que daban los árboles. La zorra no sería le excepción.

   Un buen día, la zorra decidió hablar con la serpiente y acordaron que a cambio de una carga de frutos frescos esta última recibiría la olla que cuidaba el duende. La zorra, totalmente hipnotizada, entonces partió a la parte más alta de la montaña donde vivía el duende llevando consigo una espada de pluma de pavo real que le dio la serpiente, para clavársela en el corazón al duende. La luna brillaba en lo más alto del firmamento y las estrellas cubrían la bóveda celeste para ser testigos de lo que esa noche ocurriría.

- Vengo por un trato que te encantará: Tu olla por esta mágnifica pluma de pavo real-  le dijo la Zorra al duende, luego de dar un salto y arrancarle su sombrero de copa con sus garras.

- Te crees astuta y eres tú la vanidosa. Jamás lograrás engañarme, replicó el duende.

   Comenzó entonces una lucha que duró hasta que los primeros rayos de sol volvieron a aparecer en el oriente. La zorra doblegaba al duende y estaba a punto de clavarle la pluma de pavo real en su corazón y ganar la encarnizada batalla, hasta que El Caminante hizo un movimiento final y clavó en el ojo de la zorra un clavel que guardaba en la solapa de su traje de terciopelo. Triunfó, y la zorra se alejó maldiciendo al duende y jurando venganza.

   Tenía entonces la Zorra un gran problema: qué decirle a la serpiente, quien no se conformaría con una simple explicación:

- He de volver mañana para terminar con el duende y esta vez venceré-, se dijo a sí misma la zorra, mientras entraba a la cueva de la serpiente sin fijarse que ella la había escuchado.

- No traes la olla contigo-, dijo en suave y pacífica voz la serpiente. No os preocupéis, mañana yo mismo te acompañaré y mataremos juntas a ese incómodo e iluso duende. Ven, duerme y come un poco, debes estar muy cansada por la batalla.

   La zorra se recostó junto a la serpiente y sintió cómo su cuerpo iba quedándose paralizado poco a poco.

- Qué me pasa-, dijo la zorra, fijándose entre su mirada nublada como la serpiente la iba tragando.

- No me trajiste la olla de los sueños cumplidos, pero la viste al luchar con el duende y los sueños están en tus pensamientos, ahora los engulliré juntos.

   La zorra luchaba por evitar ser tragada por la serpiente y en un intento por liberarse clavó la pluma de pavo real en la garganta de la serpiente, lo que causó que esta se la tragara más rápido.  Murieron las dos y ninguna sació su hambre.

   Los sueños están intactos y la olla sigue bajo el cuidado de “El Caminante”. Y así como en la fábula, en la política, el solsticio nos convoca, nos renueva y nos compromete: un nuevo comienzo.

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