Un lugar de recogimiento, mezclado con un sentimiento espiritual y de aspecto turístico. Desde el mirador se observa la extensión abrumadora del territorio desértico que se conoce como la ‘Tierra Prometida’ en la que, como narra la tradición bíblica, se guarda la promesa de Dios a su pueblo siempre y cuando sea merecedor de entrar en ella
Cuenta la tradición cristiana que el profeta Moisés fue enterrado en algún espacio del Monte Nebo, conocido también como Siyagha, situado al oeste de Jordania, en las afueras de Madaba. Este monte es de fácil acceso a pie, pues se eleva a poco menos de 1.000 metros sobre el nivel del mar. Dado que hoy es un lugar muy visitado por los turistas que exploran Jordania, la subida se ha facilitado gracias a una vía que acerca por transporte terrestre a quienes no deseen subir a pie.
Como suele suceder con sitios a los que rodea una historia mística, el Monte Nebo es casi un lugar de recogimiento y, para ello, se ha edificado en la cima una iglesia en memoria de Moisés. Digo ‘casi’ un lugar de recogimiento porque, mezclado con un sentimiento espiritual, está el aspecto turístico del lugar. Desde el mirador en dicha cima, se observa la extensión abrumadora del territorio desértico que se conoce como la ‘Tierra Prometida’ en la que, como narra la tradición bíblica, se guarda la promesa de Dios a su pueblo siempre y cuando sea merecedor de entrar en ella. Ese terreno desértico que se observa desde el mirador se conoce hoy como ‘Valle del Río Jordán’, e incluye una franja del Mar Muerto, cuyo reflejo azul claro no cambia, a no ser que el día no esté soleado, cosa que ocurre pocas veces dado el clima característico de la zona. En un día claro sin arena en el ambiente, se puede incluso observar Jerusalén en el horizonte y hay quienes dicen que hasta se pueden ver las colinas de Jericó y Belén.
La autora del reportaje, y detrás un panorama de la Tierra Prometida |
En el camino que lleva desde el mirador hacia la iglesia, se observa en el suelo una roca esculpida a manera de lápida, recordando que el Monte es sagrado no solamente porque allí recibió Moisés la revelación divina sobre la Tierra Prometida, sino porque en ese mismo monte, el profeta murió. El hecho de la revelación divina sobre la Tierra Prometida a Moisés tiene gran significado para el sionismo, que es la ideología judeo-cristiana que, segura de haber interpretado bien la revelación, asevera que la tierra se la ofreció Dios a los israelitas. Sin embargo, esta interpretación, como también es de nuestro conocimiento, ha dado lugar a las disputas con Palestina sobre quiénes realmente merecen estar dentro de ese territorio y quiénes deben quedarse fuera. Dado el matiz que ha tomado dicha interpretación y que, hasta hoy, no se resuelve pese a grandes esfuerzos diplomáticos, es imposible no reparar en el contenido político e incluso de división racial que existe en el fondo.
La iglesia edificada en el Monte Nebo es una sólida construcción que data del siglo IV pero que habría sido extendida en el siglo VI por la cultura bizantina, lo que explica la presencia de mosaicos hermosos cubriendo el piso, bien conservados gracias a los esfuerzos del gobierno local de Madaba; esos mosaicos bien merecen ser descritos con detalle en un texto independiente de este. En sí, el monte Nebo ostenta varios símbolos de la necesidad de unidad a la que llama la iglesia cristiana, pues su iglesia no solamente es un lugar abierto a los fieles que en ella quieran orar, sino que además se erige afuera una figura estilizada de Cristo. Esta figura, al ser vista de lejos, parece ser una cruz; sin embargo, al acercarse, el visitante puede comprobar que se trata más bien de la figura de Cristo con los brazos abiertos, como si se tratase ya del Cristo resucitado ascendiendo en su gloria; una serpiente rodea el Cristo, recordando a todos la derrota del bien sobre el mal. Este simbolismo es profundo porque el gobierno jordano, al conservar este sitio como un lugar activo de visita para todo quien desee hacerlo, busca mantener viva la idea de apertura hacia quienes tengan las más diversas interpretaciones sobre los hechos bíblicos y, por supuesto, son bienvenidos incluso quienes no profesan la religión cristiana.
Desde lo alto, esa Tierra Prometida extensa y árida, parece estar al alcance de la mano y, sin embargo, cuando se piensa en el conflicto político que la rodea, se siente la realidad de la separación mediante fronteras. Al ahondar en las formas de pensamiento que rodean al ser humano universal, resulta paradójico pensar que la religión cristiana tenga como centro a Jesús quien, por las descripciones que se hacen de él, probablemente habría repudiado la actitud separatista que se mantiene hasta hoy sobre la llamada Tierra Prometida.