Las colecciones de Gustavo Landívar y las fotografías seleccionadas para la exposición temporal añaden sus propias inquietudes sobre la luz, la riqueza tonal, el foco, la superficie y la “claridad“, es decir, la representación fiel de la realidad según el fotógrafo, en oposición al estilo distintivo del artista que se halla tras la lente

Se dice y con razón que el carácter documental de la fotografía es un reflejo de la realidad matemáticamente fiel e incondicionalmente exacta, realizada mediante procesos químicos y físicos. La fotografía en blanco y negro nos ofrece el placer de crear imágenes con luces y sombras.

Gustavo Landívar Heredia abarca casi la mitad de la era fotográfica en Cuenca, pues se extiende desde la década de 1970 hasta la época actual. La exposición con un título bien escogido: “Rostros del barrio“ y la serie “Maestros de la fotografía“ que se expone en la Casa – Museo  “Remigio Crespo Toral“ es apenas una parte de otras  colecciones de las fotos más antiguas de Cuenca, como si la realidad por entonces fuese en blanco y negro, tal como se ve en las fotos, en una ciudad poco desarrollada que ahora nos resulta ajena. Las fotografías de Gustavo Landívar que representan testimonios históricos de personajes, lugares y motivos de Cuenca aparecen con frecuencia en libros, revistas y periódicos de circulación nacional e internacional como un espejo de los elementos y las emociones en la cotidianidad de la vida comarcana al captar la idiosincrasia de la vida urbana en fotografías que a menudo resultan ingeniosas con impresiones de sorprendente claridad y detalle.

Aunque la relación entre la fotografía y las artes visuales más antiguas ha sido fuente de controversias desde tiempo atrás las imágenes de la exposición de Landívar sugieren que la noción de fotografía como una forma de arte ha llegado gradualmente a la mayoría de edad. Las colecciones de Gustavo Landívar y las fotografías seleccionadas para la exposición temporal añaden sus propias inquietudes sobre la luz, la riqueza tonal, el foco, la superficie y la “claridad“, es decir, la representación fiel de la realidad según el fotógrafo, en oposición al estilo distintivo del artista que se halla tras la lente. Algunas de estas consideraciones dieron cuerpo a la fotografía desde sus primeros días hace ya más de 160 años. Otras evolucionaron con las nuevas tecnologías fotográficas arrolladas por el imparable avance del desarrollo tecnológico y las nuevas maneras de reflexionar sobre el arte.

La exposición de Gustavo Landívar nos lleva, además, a la metamorfosis de una ciudad en blanco y negro que se democratiza, se abre y se moderniza. Y ese testimonio está fotografiado en “Rostros del barrio”, teniendo como protagonistas a conocidos personajes que viven y trabajan en la tradicional Calle Larga, original enfoque por la sensibilidad evidenciada al momento de rescatar un elemento integrador de lo cotidiano, un propósito que va más allá del mero testimonio para alcanzar el rango de obra válida en el proceso de autoreconocimiento de nuestra identidad.

Hay que saludar primero, la iniciativa de la Casa- Museo “ Remigio Crespo Toral “ al propiciar la muestra de Gustavo Landívar y su preocupación por hacer crecer este medio artístico que es la fotografía a la categoría de los más significativos medios de expresión, después debemos agradecer el esfuerzo de su Director René Cardoso Segarra al modificar y dar vida al museo cuyas instalaciones están gozando actualmente de la consideración más elevada y se ven acudir a él centenares de visitantes entre propios y extraños.

En la mayoría de los casos el museo se  ha adaptado por todos los medios a su alcance al ritmo intenso y al espíritu particular de nuestra época. Para atraer al público, para corresponder a su curiosidad siempre insatisfecha, a su sed de conocimientos, a su deseo de cambio, la Casa- Museo se ha convertido en una especie de espectáculo permanente, en un museo vivo de arte, mezclando y combinando hábilmente en sus diferentes salas las exposiciones temporales, los recitales y conciertos, las sesiones académicas, las conferencias, las visitas con guía. La Casa – Museo desborda de actividades múltiples, cambia de aspecto, irradia su luz e impone cada vez más su autoridad y prestigio hasta convertirse en el escenario de la cultura y el refugio pasajero del buen gusto. El museo dirige la vida de la ciudad patrimonio y representa su corazón espiritual, y sobre todo, el núcleo de sus actividades intelectuales, el crisol en el que se han de forjar sus élites y el lugar de cita con la vida y el porvenir.

 

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