No ha tenido acogida en el país por falta de incentivos y capacitación al sector productivo que le permita cambiar una visión de la relación empleador-trabajador basada en la presencia de este último para que cumpla un horario y determinadas actividades. Un trabajador bajo esta modalidad debe cumplir metas, no horarios, lo cual le da más resultados a la empresa

Cuando en el año 2015 se analizaban en el país varias alternativas para reducir la tasa de desempleo, surgió una iniciativa de un grupo de profesionales que pensamos en la necesidad de implementar en el país una herramienta moderna y eficiente que permita, dentro del marco de la Ley y sin vulnerar los derechos de los trabajadores, mejorar las condiciones laborales de la población.

En ese contexto nació la iniciativa del denominado TELETRABAJO, que según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es “el trabajo a distancia (incluido el trabajo a domicilio) efectuado con auxilio de medios de telecomunicación y/o de una computadora”, que ya se venía aplicando en otros países, sin embargo, en el caso del Ecuador, no había existido ninguna iniciativa similar.

El teletrabajo, es una herramienta importante que está presente en el país, a raíz de su lanzamiento en agosto de 2016 -luego de varios meses de investigación y estudios a profundidad- y cuya normativa ha sido reformada, sin embargo y en plena vigencia, aún no termina de ser discernida y aplicada en su amplitud, evitando el aprovechamiento total de esta modalidad de avanzada.

Para el año 2016 las cifras de personas que laboraban en el Ecuador, bajo esta modalidad (no formalmente regulada por la autoridad de Trabajo), eran quince mil aproximadamente, cifra que de manera planificada y ordenada se estimaba llegaría a más de setenta mil en un lapso entre dos a cinco años. Esta forma de trabajo no presencial permite el acceso a fuentes de empleo a personas con discapacidad, y también a los que cuidan de ellos; madres o padres antes y luego del parto; personas privadas de libertad, entre otros. Es de anotar que, desde mayo de 2017, también en el sector público se puede dar esta modalidad contractual, sin embargo, su implementación es muy limitada. Allí, el Estado puede hacer importantes ahorros en su presupuesto, en lo que a manejo operativo diario de las instituciones públicas se refiere.

Las ventajas para las empresas son enormes. Ahorran energía eléctrica, consumo de agua potable, internet, telefonía; disminuye el uso del transporte público, por lo tanto, se contamina menos; bajan los niveles de estrés de los empleados bajo esta modalidad y se vuelven más productivos. Hay que dejar claro que este tipo de modalidad contractual se la puede realizar para trabajos que no impliquen necesariamente la presencia física del trabajador, como los operadores informáticos, asesores comerciales, diseñadores gráficos, contadores, entre otros.

Lamentablemente este importante proyecto ha estado archivado durante varios años sin ser utilizado en beneficio de los trabajadores del país, pues no se completó la fase de incentivos para el sector productivo que lo aplique, por ejemplo: reducción en tarifas eléctricas, agua potable, telefonía, reducción del pago de impuesto a la renta, entre otros, que por razones que no conocemos, nunca se aplicaron. Hoy vemos con esperanza que se vuelve a desempolvar este proyecto que requiere del apoyo de la Asamblea Nacional para que sea parte del ordenamiento jurídico, incorporándolo en el Código del Trabajo en un capítulo especial, pues dentro del Foro Internacional sobre el Teletrabajo, realizado en Ginebra en octubre de 2016, se resaltó que el Ecuador era el primer país con una reglamentación a detalle, contenida en el Acuerdo Ministerial No. MDT-2016-190 de agosto de 2016.

El Teletrabajo no ha tenido acogida en el país por falta de incentivos y capacitación al sector productivo que le permita cambiar una visión de la relación empleador-trabajador basada en la presencia de este último para que cumpla un horario y determinadas actividades. Un trabajador bajo esta modalidad debe cumplir metas, no horarios, lo cual le da más resultados a la empresa.

No esperamos que quienes están llamados a aplicarlo reconozcan el esfuerzo de un equipo humano multidisciplinario que por varios meses trabajó para implementarlo, sino que apliquen el plan completo que reposa y duerme el sueño de los justos en algún cajón o en algún computador de la entidad rectora del trabajo. Qué bueno que al menos luego de tres años, se desempolve un proyecto que, a todas luces, beneficia a empleadores, trabajadores y gobierno.

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