Si hablamos de seguridad ciudadana, estamos frente a una variedad de doctrinas, teoremas, estrategias, coyunturas y soluciones, sin embargo, todo esfuerzo se vuelve una quimera cuando las “piezas” están sueltas.
El reconocido tratadista Beccaria escribía en 1764 su obra “De los Delitos y las Penas”, “...para que toda pena no sea violencia de uno de muchos contra un particular ciudadano debe esencialmente ser pública, pronta, necesaria, la más pequeña de las posibles en las circunstancias actuales, proporcionada a los demás delitos, dictada por las leyes”, al referirse que el fin de la pena es evitar que el reo cause nuevos daños a la sociedad y poner como ejemplo para que otros eviten cometerlo.
En la segunda mitad del siglo XX, como una estrategia para combatir a la Unión Soviética, los EE.UU. plantearon al mundo la “Doctrina de Seguridad Nacional” impulsada desde varias estrategias, entre otras por el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) cuyo artículo 3 señala: “...un ataque armado por cualquier Estado contra un País Americano será considerado como un ataque contra todos los Países Americanos...” que buscaba implementar el concepto “América para los americanos”. Obviamente aplicado a conveniencia, pues en la guerra de las Malvinas los EE. UU. consideraron “agresor” a la Argentina, no aplicó el tratado y decidió apoyar a Gran Bretaña.
En 2013 y luego de un estudio a profundidad, Ecuador presentó el Plan y Agenda Nacional de Seguridad Integral, en el cual se estableció una hoja de ruta que buscaba bajar los indices de inseguridad que en esa época también aquejaba a la población. El enfoque integral cubría varios aspectos como justicia y seguridad ciudadana; democracia y gobernabilidad; justicia social y desarrollo humano; entre otros. Se determinaron además, las principales amenazas como el crimen organizado que engloba narcotráfico, contrabando, trata de personas, secuestro y extorsión, entre otros. Se evidenciaron también las causas estructurales de la inseguridad; como el desempleo; la pobreza extrema; exclusión social y marginación; deserción escolar; crisis de valores en la familia; migración y la consecuente disfunción de hogares por este motivo. Todo ello sumado a factores sociales o comunitarios como la falta de espacios de recreación y deporte, falta de planificación en las ciudades y su consecuente crecimiento desordenado, su deterioro y descuido.
En 2009 la tasa de homicidios en el Ecuador era de 18,74 por 100 mil habitantes. Para 2017 se redujo a 5,8, la segunda más baja de la región, tan solo superado por Chile por 3.3. Entre los tres países mas violentos de la región constan, El Salvador con una tasa de 60; Venezuela con 51; y, Honduras con 43, según estudios del Ministerio del Interior. Para 2019, Ecuador proyecta una tasa similar a la de 2017 lo que muestra que la tendencia a seguir disminuyendo, esta frenada.
Factor fundamental fue el equipamiento, infraestructura y mejoramiento de salarios a la Policía, dotando del equipamiento necesario, más una nueva doctrina policial que recalca en su rol civil. Efectiva fue la estrategia de previsión, prevención y respuesta. La previsión, es decir preparar los medios necesarios para futuras contingencias, apunta a impactar espacios claves en la formación del control social, educando desde el génesis de las relaciones sociales, en la familia, escuela, grupos y el individuo. La prevención, señala reducir las oportunidades para la realización del delito, con estrategias como vincular a las condiciones de delinquir con el diseño ambiental y urbano de las ciudades, pues cuanto peor es el diseño, más alta es la tasa de delitos. Por ejemplo callejones abandonados, sin iluminación, parques descuidados, etc. Finalmente la respuesta, encaminada al trabajo operativo de las fuerzas del orden bajo las políticas de la autoridad civil, engloba un trabajo permanente en patrullaje, operativos, levantamiento de inteligencia, etc. Todo esto sumado a la respuesta de una justicia oportuna que también se sienta parte de la coordinación.
Urge que se retome la coordinación de las instituciones llamadas a trabajar oportunamente por la seguridad ciudadana, reflexionando que las pugnas políticas solo ahondan el problema mientras los bandidos festejan. Es necesario replantear la idea de fusionar, en una entidad única, el manejo de la política y la seguridad interna, pues la seguridad ciudadana necesita una atención exclusiva. Es indispensable además que la doctrina de la policia civil, sea efectiva y no se convierta en militar.
“La seguridad es tarea de todos”, es frase repetida cuando existe una “crisis” de inseguridad. Sin embargo, jurídica y operativamente, de algunos es un poco más.