por: César Bravo Izquierdo*

Al no desenvolverse en una sociedad de capitalismo industrial, los atributos de puntualidad, innovación, eficiencia, cumplimiento de lo contratado y valorización del tiempo de trabajo y como categoría, son obviados por los ecuatorianos. Estas críticas del siglo XIX están latentes en el siglo XXI.

Entre otras de sus peculiaridades debe señalarse la de que la puntualidad, estimada por algunos como una virtud, ellos la consideran como un vicio pernicioso. Su hábito inveterado de demora, y el uso de la palabra mañana, han sido tema obligado de cuantos han escrito sobre el Ecuador. Nada debe hacerse hoy día; todo se deja para mañana, y cuando llega el mañana se deja otra vez para mañana… En muchos países se considera obligación decir: ´Señor, su palabra vale tanto como un cheque´; pero, por razones en las que no necesito insistir, se está dispensando del uso de esta frase en el Ecuador”. (Edward Whimper, 1880, en Viajes a través de los majestuosos Andes del Ecuador).

A esta realidad se enfrentó García Moreno, y mandatarios como Vicente Rocafuerte o Galo Plaza. Su plan modernizante requería un soporte ideológico afín en la iglesia católica, pese a la calidad de algunos miembros, sobre lo que escribió: “Ha llegado al colmo la escandalosa disolución y la bárbara ignorancia del sacerdocio ecuatoriano. Yo he tenido que expulsar al clérigo que en poco tiempo ha seducido y deshonrado a tres muchachas de familias honradas… Las seducciones intra confessionem son muy repetidas…”

Apasionados los conservadores ecuatorianos y gente de derecha exaltan a García Moreno, y los liberales a Alfaro y a denostar al adversario. Benjamín Carrión, escribió un texto adverso a García Moreno denominado El Santo del Patíbulo; Roberto Andrade, uno de los victimarios de Alfaro, escribió Vida y Muerte de Eloy Alfaro, donde habla de su muerte: “Se realizó un presentimiento que le acompañó en toda su vida de lucha, pero que nunca le aterró, porque creyó inevitable un fin trágico”.

Por su formación católica, para García Moreno Estados Unidos, país protestante, no era modelo a seguir, su mirada fue a la católica Francia. Y Alfaro buscó el capital norteamericano e inglés para sus obras. Pero ni en García Moreno el centro de su actuar era la religión, ni en Alfaro la política.

García Moreno era hombre de cultura, profesor universitario, sus conocimientos el resultado de la reflexión y estudio, de una instrucción formal que lo llevaba a replicar las formas de la ley en su beneficio, incluso fue el primero en implementar la consulta popular. Estimuló la ciencia y la tecnología creando la Escuela Politécnica dirigida por científicos alemanes. Su solución para el país se apoyaba en un criterio aún actual, la educación del pueblo.

Alfaro era personaje de acción y su instrucción no formal venía de la observación, para adaptar la ley al interés de la causa. A ninguna de sus administraciones llegó por elecciones directas. Enfrentó la oposición fanática de la Iglesia y de los conservadores que lo consideran enemigo de la religión, a lo que tuvo que dedicar gran parte de la acción gubernamental, pese a lo cual realizó una considerable obra pública. Luchador incansable por la libertad de América, su mensaje basaba en el enfrentamiento contra la injusticia social, necesario para su época, pero lo que el pueblo demandaba de un presidente no era un luchador, sino un estadista.

La herencia política de García Moreno fue el Partido Conservador, que perdió paulatinamente protagonismo hasta extinguirse. Alfaro dejó el alfarismo, tendencia liberal que no aceptó las reglas del juego democrático y se decantó por el cambio impulsivo, donde sólo se tenía derechos por una causa mayor, con seguidores hasta la actualidad. Ambos desestimaron la importante relación entre ética y política basada en la ética de las consecuencias, pues todo problema político es, al final, un problema ético.

 

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