Miguel Ángel Cevallos Arias lleva medio siglo cantando por todas partes las rancheras y boleros de los famosos autores y cantantes mexicanos que más le gustan
Los Fernández, Pedro Infante, Alfredo Jiménez, Juan Gabriel y otros más son los "modelos" en los que se basa para actuar junto a elencos ocasionales de artistas de espectáculos en los barrios, instituciones públicas o privadas, festejos de cumpleaños, serenatas, matrimonios o fiestas particulares. "No los imito, pongo mi estilo", comenta por si alguien se confundiera.
Á‰l pone la voz, y se acopla a grupos de mariachis de los tantos que hay en la ciudad o utiliza pistas pregrabadas con las que se acompaña en las presentaciones.
Es hombre que se gana la vida con la garganta y el micrófono, luciendo el tradicional atuendo de los mariachis mexicanos con el sombrero negro copudo, de alas gigantes, con cintillo y bordes dorados. "Nunca me falta donde cantar y lo hago porque me gusta y mi voz le gusta al público", comenta. Los fines de semana son los días en los que más se ocupa de retumbar por los altoparlantes en plazas públicas de los barrios o en locales cerrados.
Tiene su historia, como todos los artistas. Guayaquileño, hijo de Armando Cevallos García, un manabita que había ido con su familia a probar suerte en la ciudad cosmopolita, donde instaló una zapatería para ejercer su oficio de aparador de calzado.
Miguel Ángel era aún niño cuando empezó a admirar la voz de un adolescente que formaba parte del personal de aprendices en las tareas artesanales de dar forma al cuero y pasaba tarareando melodías melancólicas de música nacional: su apellido era Jaramillo y le llamaban Jota Jota.
| "He de seguir cantando, y cantando melodías mexicanas toda la vida", dice el artista que también se ha quedado de por vida en Cuenca |
Este jovencito inclusive había arrendado una habitación en la residencia familiar y casi era un miembro de familia con el que no hizo mayor amistad, porque le llevaba varios años por delante; además, al cumplir los 18, desapareció para largarse de conscripto.
Pero en el niño dejó grabada una huella para el resto de la vida: la vocación por el arte, para convertirse en cantante. En 1966 Miguel Ángel, de 12 años, fue a probar suerte en Canal 2 de Guayaquil, donde uno de los señores Espinoza de los Monteros tenía el programa "Voces de Oro del Ecuador". Y le fue muy bien, a pesar de que tuvo que cantar pasillos con los que no simpatizaba como con las piezas mexicanas.
Su destino sería cantar y cantar. En 1970 la familia fue a radicarse en los Estados Unidos, donde él terminó la educación secundaria y se matriculó en la Facultad de Psicología de la Universidad de Manhatan, sin graduarse, por seguir haciendo lo que más le gustaba: cantar y cantar boleros y rancheras mexicanas.
En 1980 estaba en Los Ángeles, cuando vio actuar en un mercado al grupo Mariachi México ante un público que rodeaba el escenario. El jovencito escuchó atento al conjunto haciendo lo que a él tanto le atraía y cuando el director propuso que un voluntario subiera al escenario, sin dudarlo estuvo trepado, frente al micrófono, para interpretar tres piezas de tal forma, que le contrataron para recorrer por los Estados Unidos y por varios países latinoamericanos en los siguientes once años.
En 1992 Miguel Ángel regresó al Ecuador como artista profesional especializado en las canciones mexicanas. Por eso le fue fácil integrarse a programas musicales en diversas ciudades del país, para cantar con las hermanas Mendoza Suasti, el dúo Miño Naranjo y otros artistas de renombre. Más de una vez estuvo con Jota Jota Junior, el hijo del aprendiz de zapatería del taller de su padre en Guayaquil, quien acabó convertido en el cantante internacional más famoso del Ecuador en el siglo XX.
En 1999 Miguel Ángel, de paso por Cuenca, cantaba en una peña, cuando una jovencita del público le atrajo de tal manera, que acabó convirtiéndola en la esposa que le acompañaría en el resto de conciertos de su vida: Gladys Galindo Sánchez es feliz de preparar las presentaciones de Miguel Ángel, de colocarle las pistas, perfectamente sincronizadas, para que cada actuación resulte un éxito.
"He de seguir cantando, y cantando melodías mexicanas toda la vida", dice el artista que también se ha quedado de por vida en Cuenca, donde en las recientes elecciones fue candidato a concejal por un movimiento político que le acogió por su popularidad y porque atraía en la campaña con su música y su voz a la gente de los barrios urbanos y de las parroquias rurales.
Tiene en preparación un disco con rancheras y boleros, que aspira a ponerlo a disposición del público en un par de meses. Años atrás, había grabado también dos CDs que acabaron agotándose porque llegaron al corazón de los aficionados a la música popular mexicana.