La escapada de Fernando Alvarado es una muestra fehaciente de que el correísmo sobrevive bastante bien y cómodamente, tanto en la oposición política y parlamentaria, como al parecer dentro de las propias filas del gobierno de Moreno
La fuga o el ocultamiento de Fernando Alvarado, quien fue durante la década correísta figura suprema de la comunicación en su calidad de Secretario del área, a tal punto de que la política comunicacional del régimen estaba en sus manos, sobre todo las “sabatinas” de ingrata recordación, presuntamente fugó del país cuando afrontaba varios procesos por supuesto enriquecimiento ilícito o peculado, puesto que presuntamente se habría beneficiado él y sus empresa con los recursos cuantiosos que solían dispendiarse para apuntalar la imagen del ex presidente Correa y su “revolución ciudadana”.
Fernando Alvarado era uno de los ciudadanos con cuentas pendientes con la justicia, que “gozaba” del “privilegio” de mantener en un tobillo el “grillete electrónico” como alternativa a la prisión. Religiosamente, el ex Zar de la Comunicación Correísta acudía ante la instancia judicial correspondiente para que comprueben que no había fugado, hasta que en un momento, el “grillete electrónico” no dio señales de vida y causó la alarma en las múltiples instancias de seguridad del Ministerio de Justicia y la Policía, en tanto cundía la tragicómica noticia de que Fernando Alvarado habría salido del territorio nacional, en calidad de ”perseguido político” y que un “país amigo” –amigo de él y el Correísmo, se entiende- le habría dado acogida, asunto en duda hasta el momento de este artículo.
Los Ministerios del Interior, de Justicia, la Policía Nacional, quedaron en entredicho con esta rocambolesca huida del ex capitoste de la comunicación de la década correísta y rodaron de inmediato las cabezas de mandos medios de esas instituciones, por no haber tenido la elemental precaución de adelantarse a las previsibles trapisondas de un importante sindicado que aparentaba ser un usuario modelo del “grillete electrónico”, lógicamente para despistar. Lo único que el maltrecho aparato de justicia del gobierno supo hacer en esta confusión fue trasladar al ex Vicepresidente Jorge Glas, a la cárcel “de máxima seguridad” supuestamente de Latacunga, como si con esa pirueta un tanto ridícula se exculpara las responsabilidades en la huida de Fernando Alvarado, cuya abogada, en el más prístino lenguaje de los derechos humanos, justificó la acción del ahora prófugo como un recurso supuestamente legítimo de un ciudadano activista político que defiende “un derecho” no se sabe si el derecho a la impunidad o el derecho a eludir la justicia. Lo del “país amigo” se mantenía en la incógnita, aunque todos apuntaban al país situado al este de Colombia y con vista al Mar Caribe donde gobierna un “hombre fuerte” de los últimos de su especie en Latinoamérica.
¿Y las responsabilidades? Del momento, las cabezas de la Ministra del Interior, del Ministro de la Política encargado de la Justicia, estaba en la picota, entre otros altos funcionarios de relieve que, por coincidencia, a excepción de la temprana separación de María Paula Romo del Correato durante sus engañosos primeros tiempos, fueron parte consustancial del anterior régimen y que en un santiamén se pasaron al morenismo y sus prebendas. Sin embargo, las responsabilidades, por acción u omisión no pueden eludirlas.
La fuga de Fernando Alvarado es una muestra fehaciente de que el correísmo sobrevive bastante bien y cómodamente, tanto en la oposición política y parlamentaria, como al parecer dentro de las propias filas del gobierno de Moreno, que no quiere purgarse de elementos de relieve que fueron piezas claves durante el correísmo. Las investigaciones deberían apuntar en múltiples direcciones, y la exigencia nacional de que la Fiscalía no actúe con “pies de plomo” como hasta ahora, es evidente.