Cuando el gobierno del Presidente Lenín Moreno va por un año y medio de ejercicio, oportuno es traer a la memoria algo medular de su discurso de posesión el 24 de mayo de 2017: “Vamos a hacer una cirugía mayor a la corrupción”.  Los aplausos con los que entonces los ecuatorianos le interrumpieron, apoyándole, han desvanecido su eco.


Una enmarañada trabazón política, administrativa, judicial, impide cumplir el juramentado compromiso. La administración que le antecedió con diez años de ejercicio –la mitad de los cuales compartió el actual gobernante-, mantiene enraizados impedimentos para que prosperen tan buenas intenciones. Pronto transcurrirá la mitad del período presidencial y los ecuatorianos ya dudan sobre si, en verdad, esa cirugía, pueda cumplirse.


La increíble escapatoria de Fernando Alvarado –burlando medidas cautelares-, hombre fuerte de la administración del Presidente Correa implicado en sospechosos casos de peculado, evidencia que en las proximidades del Gobierno están “vivitos y coleando” servidores que añoran la gloriosa lotería de la década corrompida.


La corrupción no solo es económica, sino moral, cívica, de patriotismo, de principios básicos dentro del convivir ciudadano. Las autoridades llamadas a precautelar la honradez pecan de indolencia, ingenuidad y complicidad. La corrupción integral es un círculo vicioso que si no se lo cierra, consagrará la impunidad como una normalidad, y no debe, ni puede permitirse, señor Presidente Constitucional de la República. La “cirugía mayor” será extirpar del entorno gubernamental los focos cancerígenos en los que no se debe seguir confiando.

 

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