Hay que considerar que los Pamellee vivieron en un tiempo en que los esclavos se legaban mediante testamento junto con los bienes materiales que tenían sus dueños.
Guilford es un pueblo pequeño en el estado de Connecticut, Estados Unidos. Como muchos de los pueblos pequeños de la Costa Este, tiene tranquilidad, espacios verdes, gente amable y casas hermosas. Camino al parque del centro del pueblo, se encuentra un museo que cuenta una historia que, por desgracia, aún se desconoce bastante. Se trata de la casa-museo Hyland. La casa fue construida en el año 1.713 por la familia Hyland. Con la influencia inglesa de la época colonial, se edificó en dos pisos a más de un ático, con fachada de madera y pequeñas ventanas.
Sin embargo, apenas seis años después, los Hyland le vendieron la vivienda a la familia Parmelee, cuyo padre fue un relojero muy hábil. En la sociedad colonizada de la época, los relojeros eran respetados y los relojes, producto de su habilidad, eran símbolo de estatus. La familia Parmelee tuvo 2 niñas y 2 niños en esta casa. En su interior es fácil imaginar la vida cotidiana del siglo XVIII. Se nota la situación acomodada de la familia en los finos muebles traídos desde Europa, así como en los adornos de cerámica y las vistosas alfombras bien conservadas. La cocina, hoy rudimentaria, pero seguramente bien puesta para ese tiempo, incluye enormes ollas. En el ático donde jugaban los niños, se conservan pequeñas muñecas, un juego de té, un burro de trapo, etc. Ahora bien, el año 1736 fue fatídico para la familia porque una epidemia de viruela acabó con la vida de los cuatros hijos. En los años consecutivos, la pareja Parmelee tuvo dos hijos más pero la tragedia de los cuatro hijos fortaleció la amistad de la pareja con Ruth Bartlett. Ruth se diferenciaba de los Parmelee en que ella tenía esclavos en lugar de servidores domésticos libres. El caso es que en Guilford no toda la gente de raza blanca veía como normal el asunto de la esclavitud. En 1773, Ruth muere y deja, mediante testamento, a su esclava Candice Beau para que sirva a los Parmelee.
En la casa de los Parmelee, la vida de Candice fue diferente. Como Candice tenía su propio torno de hilar, los Parmelee le dieron la opción de vender los productos que hilaba. Lo relevante de los Parmelee es que, al morir en 1793, no incluyeron a Candice en su testamento. Esto hizo que la Corte tuviera que declararle libre. Candice se casa poco después y es una de las pocas mujeres negras libres de la zona. Pero para la época, Candice es aún más singular porque no deja de ganarse su propio sustento gracias a su habilidad en la cocina. Candice se dedicó a hacer pasteles de boda y a lavar ropa y cocinar en casas donde se requirieran sus servicios. Con su trabajo y el de su esposo, Candice incluso adquirió una vivienda modesta. Poco antes de fallecer, Candice hizo algo más llamativo todavía para aquel entonces: dejó un testamento, documento que solía estar reservado a la gente blanca de alto estatus. Candice legó todos sus bienes a sus sobrinos dado que, además, no tuvo hijos.
Regresemos ahora a la casa Hyland. Con los años, ésta pasó a manos de otros propietarios hasta que, en 1916, una fundación local la adquirió para rescatar su historia. Una placa recordatoria en memoria de Candice se encuentra en la entrada a la casa porque la administración del museo reparó en el aspecto revolucionario de la forma de ser de Candice. Además, la casa-museo pone en evidencia la forma, también diferente, en que los Parmelee abordaron el asunto de la esclavitud. Hay que considerar pues que vivieron en un tiempo en que los esclavos se legaban mediante testamento junto con los bienes materiales que tenían sus dueños.
Connecticut es uno de los estados más progresistas de la Costa Este de Estados Unidos. La forma de pensar de la gente es, en general, muy liberal y diferente a los estados donde se encuentran actitudes más conservadoras. No debe llamar la atención pues que la casa-museo Hyland resalte el hecho de que ni la esclavitud fue bien vista por todos sus pobladores en la época en que podía haber sido general dado el marco jurídico que la respaldaba.
Hoy, la casa-museo enseña a sus visitantes los pasos prácticos para cultivar y secar hierbas aromáticas; se usan las mismas hierbas que habrían plantado los Parmelee en los exteriores de la casa. Adicionalmente, el museo recrea otras actividades propias de la colonia pero sobre todo, rescata el pensamiento diferente como génesis de grandes cambios sociales.